El Reino y la levadura (Lucas 13, 18-21)

A mi me encanta hacer bizcochos. No hay nada mejor para una tarde lluviosa de octubre o noviembre como la de hoy. Un café calentito con un trozo de bizcocho. Y debo reconocer que siempre me han resultado fascinantes esos polvitos blancos que, a la postre, son los que consiguen que la masa tome forma, prospere, se desarrolle al calor del horno.

Sin levadura, no hay fermentación.

Y hoy quiero hacer una lectura personal. Siempre solemos decir que la Iglesia, los «trabajadores en la viña», somos levadura en el mundo, en la gran masa. Pero hoy prefiero mirar adentro: ¿qué pasa conmigo? ¿Fermento o no fermento?

Yo también soy como esa masa del bizcocho porque:

1- Estoy llamado a ser algo valioso, sabroso y nutricio. Mi razón de ser es esa, no quedarme en mera amalgama de ingredientes.

2- Estoy conformado por muchos ingredientes. En mi conviven dones, heridas, dudas, miedos, pasados y presentes, creencias, educación, valores, experiencias… Por separado, algunos de ellos no tienen ni sentido. Juntos, me conforman.

3- La levadura, como el Reino, no es una realidad llamativa o grandiosa. Es un detalle en la gran receta del bizcocho. No es la que da el sabor final. No aporta aroma. Pero es imprescindible para que la masa fermente, para que la transformación se produzca, para que el fruto se dé, para llegar a ser aquello a lo que estoy llamado.

Me acabo de comprar dos libros para leer en este comienzo del Año de la Fe. Creo que eso también es bueno para los bizcochos de Dios…

Un abrazo fraterno

Jesús y los indignados (Lucas 13, 10-17)

Ya había indignados en los tiempos de Jesús. Lo digo porque parece que el término es de reciente creación y nada más lejos de la realidad.

En el Evangelio de hoy nos encontramos  con una raza de indignado que se ha sabido multiplicar a lo largo de los siglos y que ha llegado en buen número hasta nuestros días: el indignado destructivo, el indignado que siempre tiene algo que decir, malo normalmente, el indignado que siempre lleva la contraria, el indignado que, a la postre, no sabe muy bien cuál es la causa de su permanente indignación.

Jesús pasa por encima. Literalmente. Reacciona con dureza. Tonterías las justas. Jesús sabe que un puñado de éstos hunden cualquier proyecto. Son un veneno. Un cáncer. Venden sus destrucción como una crítica positiva, como la libertad de disentir, como el contrapunto necesario… pero, la verdad es que son sembradores de mal, de discordia, de oscuridad.

Hagamos como Jesús.

Un abrazo fraterno

No tengáis miedo (Lucas 12, 1-7)

Ayer escribí el microrrelato de La rosa y el miedo por numerosas razones. Hoy me encuentro este Evangelio y, nada menos, mientras suena el Allegretto de la 7ª Sinfonía de Beethoven… Es un regalo. No puede ser otra cosa.

Dios hoy me habla, ¡me grita! Dios hoy me consuela y me abraza, me dice «te quiero». Me recuerda que soy su criatura más preciada, obra de sus manos. Me recuerda que estoy bajo su protección. Dios hoy me funde contra su pecho y mirándome a los ojos me dice que no tenga miedo.

Sinceramente, me embarga la emoción. Es una Palabra directa en un momento concreto. Quien tenga oídos, que oiga…

Un abrazo fraterno

Roma II – El Coliseum, vivo recuerdo de una fe viva

Es uno de los símbolos de Roma, tal vez porque es sorprendente que siga en pie, tal vez porque es un signo vivo del circo del antiguo Imperio. Los coches lo rodean y la gente lo atosiga. Y fotos y flashes, y más fotos y posados… Todo el mundo quiere llevarse un recuerdo del Coliseum.

Pero plantarse allí delante, frente a esas piedras milenarias, es también un ejercicio para el recuerdo. El recuerdo de que la Iglesia fue perseguida desde el comienzo de los tiempos. El recuerdo de lo que tenían que hacer aquellos primeros cristianos para profesar su fe. El recuerdo de las consecuencias sufridas por no ceder y mantener firme su adhesión a Jesús de Nazaret. Un recuerdo que sobrecoge.

Jesús no era un ingenuo cuando dedicó una de las Bienaventuranzas a los «perseguidos por causa mía». Tal vez somos nosotros los ingenuos, creyéndonos que podemos ser cristianos y católicos sin tener que mojarnos ni una sola vez en nuestra vida. No es así. El recuerdo vivo del Coliseum es el recuerdo vivo de todos los creyentes que nos precedieron y que se tuvieron que enfrentar, incluso con su propia vida, a la intolerancia y la violencia.

Salí lleno y reforzado del Coliseum. No corren buenos tiempos para la Iglesia y uno tiene que estar forjado por lo que pueda venir. Los santos y los mártires  son, sin duda, un testimonio purificador para la Iglesia del siglo XXI.

Un abrazo fraterno

Enviados (Lucas 10, 1-9)

Dos objetivos principales: curar enfermos y anunciar la Buena Noticia.

Desprovisto de toda seguridad mundana. Con la mirada fija en Él. Con el corazón lleno de amor y de paz. Consciente de que hay «lobos» que intentarán comerme y hacerme desaparecer. Seguro de que no se me recibirá en todas partes. Con la certeza de que no voy solo y de que el Señor proveerá lo necesario para que yo pueda ser testigo fiel de Aquél que me envía.

Da un poco de miedo, de vértigo. No soy tan fuerte, ni tan valiente. Tengo miedo de los míos, pienso en los que me quieren. ¿Qué pasará conmigo si el Evangelio me trae problemas? ¿Qué pasará con ellos? Me entran las dudas, la tentación… ¿Y si doy la vida por nada?

El mandato es claro. Y Jesús es lo primero. Partiré. Parto cada día.

Un abrazo fraterno

Roma I – El Cristo Salvador de S. Giovanni in Laterano

El recorrido por Roma empezó en S. Giovanni in Laterano, la catedral de Roma, la primera de todas las iglesias del mundo. Conocida en castellano como S. Juan de Letrán, es la primera basílica de Roma y está dedicada, como así lo indican las letras de su frontispicio a S. Juan Evangelista y a S. Juan Bautista.

La basílica es apabulladora, inmensa, grandiosa y un tanto fría. Los apóstoles hacen el pasillo a todo aquel que entra y el altar mayor, previo a la cátedra episcopal, preside solemnemente el conjunto. No es mi basílica favorita porque no me llega al corazón, no moviliza mi espíritu.

Pero si el interior no me enamora, la fachada principal exterior, en concreto su parte superior, me emociona en lo más profundo. CHRISTO SALVATORI se levanta en el cielo romano y con su mano derecha me llama. Sí, me llama a mi. Me cautiva. Me acaricia el alma. Su porte es firme, seguro, convicente. Me iría con Él al fin del mundo. Encabeza un ejército de santos, Papas, fieles… Delante de todos, marcando el sendero, como Luz que es en la oscuridad de nuestras almas. Es un Cristo resucitado que me muestra el camino, la Cruz. Es una cruz victoriosa, sin complejos, verdadera, pesada pero salvífica. Es también mi cruz y me invita a cogerla y a subirme yo también a esa fachada.

Cristo salvador. En el centro. En lo alto. Nadie como Él. Nadie salva más que Él. Nadie llama más que Él.

Un abrazo fraterno

¡Ay de vosotros, maestros de la Ley! (Lucas 11, 42-46)

Lo primero que ven los cardenales, cuando entran a la Capilla Sixtina para el cónclave de elección de nuevo Papa, es el Juicio Final de Michelangelo. Es una llamada, una advertencia, un recordatorio: ellos también serán juzgados y se les pedirá cuenta de todo lo hecho en su vida, en función de quienes son.

Hoy quiero elevar mi oración por todos los que ejercen algún tipo de «magisterio» en la Iglesia: empezando por el Santo Padre, cardenales, obispos, prebíteros, provinciales, asistentes, catequistas, etc., etc., etc. Porque deben ser, sabiendo que son personas pecadoras como todos, testigos ejemplares del Evangelio. Para que alcancen la felicidad sirviendo, desde su vocación específica, al Reino. Para que no sean mensajeros de cargas y pesos sino liberadores y sanadores. Para que su vida sea coherente y llena de Dios.

Para que sean santos.

Un abrazo fraterno

Lo único que cuenta (Gálatas 5, 1-6)

La carta a los Gálatas es especial para mi y para toda la comunidad a la que pertenezco desde hace 10 años. La Palabra que trae hoy a mi oración es preciosa y de una hondura particular.

Libertad. La tan ansiada libertad por la que tanta gente lucha, a la que tantos aspiran, la que muchos pierden… «Cristo nos ha liberado» dice Pablo y me río al pensar la percepción de mucho perseguidor que, considerándose él mismo libre, se piensa que la Iglesia y la religión oprime. Si la Iglesia oprime, si la religión oprime, es que se ha alejado de Cristo. Jesús LIBERA SIEMPRE.

¿La clave? Yo la encuentra en la última frase del fragmento de hoy: «una fe activa en la práctica del amor». ¡Uf! ¡Qué precisión! FE, PRÁCTICA y AMOR. Las tres cosas son necesarias: creer en Cristo Salvador, Dios y hombre verdadero, y poner en práctica lo que esa creencia implica: que el amor es el único camino hacia la verdad, hacia la vida, hacia la auténtica libertad, hacia Dios. No hay más. NO HAY MÁS.

Un abrazo fraterno

Kit-Kat

No va a haber entradas hasta el próximo martes. Un saludo a todos

#iEvangelizar: Llamado a…

Sí, es verdad. Hoy he sustituido el comentario, en clave de oración, de las lecturas del día por este post que inaugura, también en mi blog, este Año de la Fe instituido por Benedicto XVI.

Hoy, de 21 a 22 (hora española), tendrá lugar un gran encuentro en twitter, a nivel mundial, alrededor del hashtag #iEvangelizar. Detrás está el proyecto iMision, del que formo parte. ¿Objetivo? Darnos un rato, utilizando los medios actuales de encuentro de los que disponemos, para reflexionar juntos acerca de lo que significa #iEvangelizar en el marco de la nueva evangelización. Y llevo varios días dándole vueltas al temita…

Lo que puedo decir es que, para mi, no es posible ser cristiano y no evangelizar. No es posible conocer una Buena Noticia y no comunicarla a otros. No es posible descubrir la luz en la oscuridad y quedármela sólo para mi. «Id y anunciad» nos dijo Jesús, el mismo Jesús que envío a sus discípulos «como ovejas en medio de lobos, sin sandalias ni alforjas para el camino». El envío y la evangelización son inherentes a todo cristiano.

¿Y puede ser uno cristiano unas veces sí, dependiendo del momento, lugar, personas, circunstancias; y otras veces no? ¿Puede uno dividirse? ¿Puede uno ser varios en función de quién o qué tiene delante? No debería. La coherencia vital me exige ser cristiano, en toda su plenitud, allí donde esté, con quién esté y en el momento que me toque. Y en mi caso, que tengo una presencia asentada, no es posible estar en la red sin ser o mostrar aquello que soy realmente.

YO NO VOY A LA RED A EVANGELIZAR. YO EVANGELIZO EN LA RED EN LA QUE ESTOY. Creo que el matiz es importante. Es mi experiencia. Yo no vengo a la red a salvar a nadie, a convertir almas, a cambiar vidas, a ser pegador de carteles cristianos… Yo estoy en la red y decido no esconder nada de lo que soy, decido no comportarme como quién no soy. Y creo que así #iEvangelizo.

Comparto mi oración, mis pensamientos, mis fotos familiares, mis opiniones, las noticias y alguna opinión personal sobre ellas, mi fe, mi música… Y lo hago de una manera determinada. Y tengo la experiencia que, sin más, soy luz y faro para otras personas. Tal vez porque no pretendo nada, porque no quiero convencer sino acoger y amar. Porque me presento como soy y digo las cosas con claridad. Tal vez porque hablo de Jesús, de la Iglesia, de la fe, de las cosas de Dios… con absoluta normalidad y naturalidad. Sin pretender nada, sin esconder nada.

Es la cruz la que tiene la fuerza. Es Jesús el que pasa por encima de mi y convence, interpela, cambia, mueve. Es Dios mismo quién actúa desde mi pequeñez.

Por último, compartir mi gozo de seguir, día a día, creando lazos de gran hondura en la red. Conocer personas, compartir vida con ellas, sentirme acogido y aceptado y poder acariciar vidas ajenas a través de un teclado y un monitor.

Ojalá que este Año de la Fe sea fecundo en frutos para mayor gloria de Dios y felicidad del mundo.

Un abrazo fraterno