MR 3
Aquello era un mundo de sordos, de anestesiados, de desencantados engañados, adormilados, disfrazados de personas felices. El ambiente olía a humo y a alcohol. No se oía nada más que el martilleo de aquella música desoladora y mortífera. En la pista, cientos de hombres y mujeres ya no tan jóvenes como ellos se creían.
Definitivamente odiaba aquellas manifestaciones de treintañeros alocados, inmaduros y desconectados de la realidad de sus vidas, amargados por lo que no habían sido capaces de conseguir, egoístas y usureros con sus vidas y generosos con todo aquello que les hiciera olvidar en qué punto kilométrico del marathón se encontraban.
Me dio miedo. Y pena.