MR 94

– ¿Tú de qué vas? – me escupiste cuando pasé mi mano por tu cintura.

– Me tienes loco – te respondí fijando mi mirada a tus ojos de felina salvaje.

– Pues métete en un manicomio… ¡A mi déjame en paz!

Eso haré. Verte y no poder tenerte sólo conduce a la locura. Maldita la hora en que entré en este garito… ¡Noooooooooooooo!

MR 93

Eres capaz de tapar un volcán con tal de que nadie se queme los pies con la lava. Sellas con silicona tu cráter emocional con tal de que no se produzca la erupción y alguien salga herido.

No funciona. ¿No lo ves? ¡No funciona!

¿No te das cuenta de que la erupción se produce de igual manera? ¿No te das cuenta de que la lava sale expulsada de todas maneras? Pero adentro, muy adentro… quemándote el corazón. Y golpeando tu yo más profundo y más valioso.

Déjame que te lo diga. Déjame que te mire y te ayude. Déjame que te quiera…

MR 92

Respiro hondamente.

Estoy solo a la orilla del mar. Son las 6:30 AM y el mundo se despereza y, en no mucho tiempo, comenzará con su trajín de primas de riesgo, bancos en quiebra, recortes injustos, manifestaciones de todos contra todos, gobiernos sin rumbo…

Respiro hondamente sin quitar mi vista del infinito. Es allí donde quiero mirar. Allí, lejos, al albor del sol. Sin más inquietud que la de morir estando vivo; sin más preocupación que la de ser fiel a lo que mi conciencia me exige.

El mar me susurra, me abraza, me acaricia en cada ola. Me llama por mi nombre. Me siento amado, con fuerza.

Un tren silba a toda velocidad. Vuelvo a casa. El mundo me espera, mi mundo…

Cuando la rosa soy yo…

La rosa del Principito, ésa a la que tanto quiero y a la que abrigo con un biombo, sabe quererme también. Es gratificante saberse cuidado por la rosa. La rosa sabe cuidarme.

Ella sabe que ser mi rosa no es un papel de teatro del que no pueda salirse. Ser mi rosa no es vivir detrás de unos barrotes soñando con el mundo exterior. Ser mi rosa no le impide coger el biombo y, de vez en cuando, darle la vuelta y protegerme a mi en los días en los que, por mis pies descalzos, me sube el frío al corazón.

En esos momentos yo me siento un poco rosa también. Es, tal vez, cuando más cerca estamos el uno del otro. Ambos salimos de lo que somos para ser mucho más. Y me siento bien. Descanso en ella. Me calma. Me apacigüa el corazón. Me canta una nana y me ayuda a dormirme en la noche oscura.

Cuando la rosa soy yo… ella es más rosa si cabe…

MR 91

Se te ve emocionada. Sabes que son tus últimos Juegos Olímpicos, pese a tu juventud. Pero estás cansada. Es mucho el esfuerzo y el sacrificio tan sólo para llegar.

Yo también estoy emocionado. Acongojado. Con un nudo en la garganta. Te quiero tanto…

La medalla ya cuelga de tu fino cuello de cisne. Brilla. Pesa.

La cámara de televisión se deleita con cada una de las del equipo. Guiñas un ojo y mandas un beso. ¡Me ha llegado! ¡Como si estuvieras aquí! Yo te mando uno de vuelta y cuento las horas que faltan para abrazarte.

Esa medalla es el reconocimiento a tu trabajo. Mi cariño va más allá…

Pequeña reflexión indignada

 Yo lo que sé es que ningún partido me da de comer. Lo que se hace bien, sea quien sea, bienvenido sea. Y cuando uno se siente defraudado como votante, sea quien sea a quien ha votado, tiene el derecho de hacerlo saber.

A la situación actual no llegamos por estos meses del PP, obviamente, ni tampoco por los 8 años de ZP… Es un modelo que hemos construido durante muchos años, monstruos a los que u…nos y otros han alimentado, una ciudadanía apática e interesada si había cosas que le beneficiaban… No nos olvidemos que la clase política es el reflejo de la sociedad en la que trabajan…

La gente está indignada, con razón. A la par todos tenemos que hacer nuestra autocrítica y cambiar el rumbo. Y mientras descubrimos cómo hacerlo, hay que atender a nuestros hermanos, a tantas familias, ancianos, niños… que lo están pasando muy mal. De nada serviría salir a la calle si luego pasamos por delante del necesitado como si no existiera. No nos habríamos enterado de nada.

MR 90

Suenan las campanas escondidas en el anochecer de la ciudad tranquila.

Alguna voz sube de la calle. Yo estoy solo en la 102 de aquel hotel a las afueras. Escribo. Escribo y siento.

Siento que estoy en mi sitio, que el mundo es mi casa y los demás, hermanos. Siento que la vida es corta y que no vale la pena derrocharla. Siento que Dios mira desde arriba y llora con el pueblo que sufre. Me siento llamado a algo. No sé a qué.

Silencio en la noche. Ya no hay voces ni campanas. Punto y seguido.

La rosa en la distancia

Hacía mucho que no veía a la rosa. Un viaje me alejó de ella durante meses y nuestro contacto diario se limitó a pensar en ella de vez en cuando y mandarle mensajes a través de las estrellas.

Cuando regresé, allí estaba ella. Donde siempre. Con los brazos abiertos, como siempre. Nada había cambiado pese a la distancia. Nos abrazamos durante unos segundos, flotando la emoción incontenible que ambos sentíamos por sentirnos queridos por el otro.

No nos dijimos nada porque ya nos lo habíamos dicho todo tiempo atrás.

Después de las palabras, sólo queda el amor.

MR 89

Amigos. Éso éramos.

Ella me conocía desde que empecé a afeitarme delante del espejo del cuarto de baño de casa de mi madre.

Yo la conocía desde antes de su primer beso a aquel pijillo inerte.

Nos queríamos. Cuidábamos el uno del otro. Seguíamos compartiendo la vida. Nos bebíamos el paso del tiempo a base de recuerdos y de nuevos proyectos.

Amigos. Eso somos. Todavía. Siempre.

MR 88

Tu mano subía lentamente por mi cuello. Tus dedos rozaban con deseo mi piel. Mi respiración, acelerada, era testigo de mi excitación. Con la palma entera jugueteabas con los últimos cabellos de la parte de atrás de mi cabeza.

Cada vez te notaba más cerca. Tu perfume llegaba hasta mi. Tu silencio era un grito. Mi cuerpo temblaba. Calambres que predecían el gran terremoto que iba a acontecer.

Cuando tus labios húmedos me besaron, creí ver a Dios. Me dejé besar. Esa fue mi manera de besarte. Sin abrir los ojos. Con mi boca entreabierta. Agotado aún sin haber empezado a amarte. Confuso. Embriagado de ti. Perdidamente enamorado de la mujer con la que cada mañana inauguraba los días. Loco de amor. Decidido a vivir sólo aquel instante.