La rosa es única

– No sé por qué me quieres a mi y no a ésa – me dijo la rosa señalando a una compañera de parterre.

– Porque ésa no es tú – le contesté.

– Somos prácticamente iguales. Nadie nos distinguiría con la vista. Necesita lo mismo que yo y su fragancia es la misma. Puede darte lo mismo que te doy yo – insistió.

– A los ojos de cualquiera sois parecidas, sin duda. Pero porque te conozco, te quiero a ti; porque te conozco, he decidido quererte; porque te conozco, ya ninguna otra me serviría; porque te conozco, sé que más allá de la apariencia, la fragancia, las necesidades y los gustos… está el alma y ahí, es ahí, donde ninguna otra se te iguala. Tú eres única.

MR 87

Nunca entendí lo de la morriña hasta que tuve que salir de Galicia.

Entonces entendí a Rosalía y a Curros y a Castelao…

Entonces comprendí las lágrimas de tantos…

Nunca imaginé que me sentiría tan emigrante, tan lonxe da miña terra…  Pero ya ves, oigo su lamento y me estremezco.

MR 86

El mar y tú. Frente a frente. Con la Virgen de testigo.

Muxía. Lugar de promesa. Lugar de proyecto. Lugar de regreso.

Una conjuntivitis compartida. Y besos. Muchos besos. Deliciosos besos.

Y miles de gaviotas. Y un Finisterre donde morir juntos. Una costa escarpada desde donde lanzarse al precicipio.

Era la primavera del 2000 y nuestras vidas ya no se separarían jamás.

MR 85

Sopla un viento desconocido en mi vida. No es viento del norte. No viene tampoco del sur. Refresca y, a la par, despeina. Zarandea las copas de los árboles y sacude los papeles del suelo lanzados tiempo atrás.

Paseo solo esta noche de viento desconocido. Las calles están perfiladas por la anaranjada luz tenue de las farolas. Alguna sombra se cruza en mi camino siguiendo el suyo. Una luz verde de taxi libre en el horizonte. La última ruta de un autobús que ya no trae a nadie. Yo camino sin rumbo fijo, pero sin miedo. Sin miedo.

Mirando a la rosa

Querer a la rosa del Principito es todo un arte. Querer a la rosa del Principito me está enseñando a querer más y mejor.

A veces sólo le doy los buenos días. A veces le canto. A veces sólo le digo que la quiero. Ni siquiera sé si eso le sirve, si la cura, si la abriga… yo creo que sí.

La rosa me ha enseñado el valor de mirar y de besar. La rosa me ha enseñado que a veces no se necesita más que eso. Estar. Mirar. Besar. Sin una palabra. En silencio.

¡Qué feliz me siento con la rosa! ¡Cuánto aprendo a su lado! Querer le hace a uno mejor… haciendo vida constantemente aquellas palabras del poeta Pedro Salinas:

«Por eso
pedirte que me quieras
es pedir para ti:
es decirte que vivas,
que vayas
mas allá todavía
por las minas
últimas de tu ser.»

MR 84

Hoy te comería a besos.

Hoy te vestiría de blanco ibicenco.

Hoy te elevaría a los aires entre mis brazos.

Hoy comería spaguettis contigo y bebería una sangría llena de sol.

Hoy te sacaría a bailar y ya no pararía hasta el amanecer del fin del mundo.

Hoy, sólo hoy.

MR 83

– Hay que ponerle más corazón a la vida…

– Y más cabeza…

– Ummmmm… yo creo que así nos va… demasiada cabeza…

– Pues justo eso es lo que opino yo del corazón…

– Será por eso que tenemos ambas cosas… A lo mejor tenemos que usar ambas…

MR 82

Pincho aquellos discos que, polvorientos, siguen viviendo en la parte baja de la antigua cadena musical. Discos llenos de historia y de rayazos. Discos que, en su momento, llenaron de sueños y alegría todos los rincones de casa.

Hoy me apetece volver a escucharlos. Después de quedar contigo me apetece retornar al pasado. ¡Hacía tanto que no nos veíamos! ¡Tanto! El futuro es lo que nos queda delante pero yo, ¡al menos yo!, necesito volver atrás de vez en cuando. No sé muy bien para qué…

Tal vez es que necesite recordar quién soy y quién quería ser; tal vez necesite alegrarme comprobando cómo los amigos de atrás seguís mirando adelante a mi lado…

Amar a la rosa

Ahora entiendo al Principito. Ahora comprendo su sufrimiento. Sólo he tenido que empezar a querer a su rosa para darme cuenta.

¿Es posible amar sin sufrir? ¿Es posible darse sin vaciarse?

Creo que no.

Sufro por la rosa. Sufro con y por ella. Porque yo vivo en ella. Porque yo soy en ella. Porque la miro y me veo a mi. Porque parte de mi corazón es suyo. Porque he decidido vivir en mi epidermis, con los pelos de punta, con ella. Porque la entiendo tanto… y porque dejo de entenderla tantas veces… Porque la conozco mucho y aún me queda mucho por conocerla… Porque es ella. Única.

¡Qué placer más doloroso amar a la rosa!

MR 81

Paseamos aquella orilla más de una hora. Arriba y abajo. Sin cansarnos el uno del otro.

La vida nos había regalado.

Hablamos del mar, del verano, de lo que nos gustaba hacer y, sentados mirando el mar, de los sueños que nos quedaban por cumplir.

Y nos reimos de los fracasos previos y de todo aquello que habíamos maldecido tiempo atrás.

Podíamos haber vivido en aquella playa el resto de nuestros días. Descubriéndonos. Haciéndonos nuevos con el Mediterráneo de testigo de lujo…