MR 51

– ¿Cómo un cura puede llevar esa coleta? – me preguntó una señora de las de siempre, sentada a mi lado en uno de los últimos bancos de la abarrotada iglesia.

– ¿Por qué no? – le pregunté.

– Porque eso nunca se ha visto… – me espetó indignada. – Así va la Iglesia… con estos curas modernos…

Sonreí pensando que si esa señora hubiera vivido en la Jerusalén de la época y se hubiera cruzado con Jesús… se hubiera hecho cruces y habría cruzado de acera…

MR 50

Ojeo el álbum de fotos más antiguo de la casa. En la mesa una Pepsi Light y un paquete de Conguitos a medias. La tarde promete. Hay fotos que hacía muuucho tiempo que no veía. Fotos de cuando los niños eran pequeños o de cuando empezábamos a salir tú y yo. Fotos del comienzo de todo.

Te echo en falta. Te necesito. Te adoro.

Con los ojos empañados por las lágrimas, paso página. Y otra más. Y otra. Y compruebo que se me ha ido mi vida sin entender por qué.

MR 49

– Aquella noche conocí a tu padre. Había verbena y yo tenía muchas ganas de bailar. Mi amiga Yoli conocía a su amigo José y nos presentaron sin más. Allí comenzó todo.

– ¿Cuánto hace de eso?

– Uf… A ver… más de 40 años…

– 40 años…

– El secreto es hacer de cada noche, una gran noche; de cada día, el mejor de los días posible.

– Pero eso no siempre es posible. Habrá días malos, supongo… Días en los que el amor se nubla…

– Por supuesto.

– Y esos días ¿qué haces?

– Tomar la decisión de seguirle queriendo, pese a todo.

MR 48

Me sentía por encima del bien y del mal. Me veía guapo, arrebatador. Olía a Hugo Boss.

Cuando me viste salir del ascensor sé que me deseaste. Me sentí irresistible. Me gusté.

Y bailé contigo. Agarrados. Separados. Reí contigo. Bebí contigo. Jugué contigo.

Al cerrar la puerta de aquella habitación 104 pegué un grito de placer. Por fin.

Carta a mi hijo un 11-M cualquiera…

Hoy vuelve a ser 11 de marzo. Y cada año que pase seguirá siendo especial. Por eso quiero contarte esta historia hijo, para que nunca la olvides y tú, algún día, se la cuentes a tus hijos…

Recuerdo a la perfección la mañana horrible de aquel día que marcaría nuestra historia, nuestras vidas, el devenir de una ciudad y de un país ya suficientemente herido por el terrorismo. Pero como si no hubieran sido suficientes todos los años con ETA al cuello, aquel 11 de marzo de 2004 se escribiría la historia más horrenda y triste que, tal vez, un padre deba contar a sus hijos.

Salía yo de la ducha. Era jueves y tenía que ir al Hospital de Alcorcón a trabajar. La radio estaba puesta en mi baño y fue en ese momento cuando se hizo pública la noticia de que una bomba había epxlotado en la estación de Atocha. Otro atentado para España. Luego puse la tele mientras desayunaba y ya no era una bomba sino varias, en varios trenes. El desconcierto era generalizado. Daba comienzo la peor mañana que una ciudad pueda vivir.

Recuerdo vivamente el sentimiento y la emoción que experimenté aquel día y el día siguiente, día de la gran manifestación convocada por todos. Era un mezcla de tristeza y vacío difícil de explicar. Era como si me hubieran arrancado de cuajo parte de mi vida. Como si todos aquellos que no se habían despertado fueran mis hermanos. Era como si el cielo se tornara de repente negruzco e insoportable… Algo le habían quitado a Madrid para siempre.

Mamá estaba embarazada de ti. De poco se enteró. Las hormonas la tenían siempre en el precipicio de la emoción y no podía aguantar siquiera las primera palabras de cualquier frase que intentara explicarle lo que había sucedido. Tuve que vivir solo esos momentos y ella también. Fuiste como el escudo protector de mamá, el antídoto perfecto ante la loca sinrazón que estábamos viviendo.

Recuerdo la respuesta de los ciudadanos, las largas colas para donar sangre, la entrega de todos los cuerpos de seguridad y protección del Estado y la ciudad. Recuerdo las imágenes del IFEMA y de los familiares entrando en los hospitales buscando a sus seres desaparecidos. Recuerdo el SMS de tu tía Elena preguntando si todos estábamos bien. Recuerdo los nervios y las carreras. Recuerdo las llamadas desde Coruña. Recuerdo el mensaje que le dejamos en el buzón a nuestra vecina policía dándole ánimos. Recuerdo la reunión de mi grupo de Caminando en el cole el viernes. Recuerdo los mensajes por móvil con mis amigos y seres queridos… Recuerdo la tensión política y social…

Querido hijo. Ojalá no tengas nunca que vivir algo así aunque dudo que lo puedas conseguir. Los humanos perdemos la cabeza a menudo defendiendo ideas y normas. Algunos son capaces de matar por… por… no saben muy bien por qué. Lo verás, seguro. Y espero que en esos momentos tu corazón esté lo suficientemente bien formado para encogerse y sangrar con aquellos que sufren. Aquel 11 de marzo cambió la vida de miles de personas. De padres que perdieron a sus hijos, de hijos que perdieron a sus padres o madres, de novios que ya nunca se casaron, de estudiantes que no terminaron sus carreras, de sueños y proyectos que nunca se llevaron a cabo… De palabras que quedaron sin decir, de asuntos pendientes que siempre seguirán pendientes…

Ocho años después pienso en cómo uno es capaz de reconstruir su vida después de una mañana como aquella. Pienso en las víctimas. Y pienso también en todos los que podemos trabajar para que eso no vuelva a suceder. Ojalá seamos capaces hijo…

Nadie ganó nada aquel 11 de marzo. Perdimos todos. Demasiado. Suerte que meses después tú y otros como tú llenariais de esperanza muchos hogares. Sólo la vida es capaz de borrar la herida de la muerte.

Te quiero.

Tu padre

MR 47

Me puse el mejor traje de todo el vestidor. Los zapatos relucientes. Gafas de sol. Corbata de seda.

A pasear Roma.

A conquistar romanas.

A cenar spaguetti en mantel de cuadros.

A saborear la vida en el lugar más bonito del mundo.

MR 46

Qué tendrá el francés…

Es verdad. Nos tiran los tomates en la frontera. Son chauvinistas. Creídos. Nos envidian en lo más profundo de su ser y no llevan nada bien que seamos mejores que ellos en algo… Pero… ¡qué coño! Yo los oigo hablar en francés ¡y les perdono todo!

Qué tendrá el francés…

MR 45

Todos se habían ido ya y tú y yo seguíamos bailando en el salón. La fiesta había terminado pero lo nuestro todavía estaba en el prólogo. Tu cabeza reposaba en mi hombro y mis manos te apretaban torpemente en la cintura. Mi corazón galopaba bajo aquellas notas musicales de Los Lunes.

Te susurré al oído que te quería, que te deseaba, que estaba dispuesto a todo por ti. Tú levantaste la cabeza y con la expresión desencajada me agarraste la cabeza con las dos manos y me besaste. El beso duró lo que aquella trompeta cautivadora tardó en callar.

Ahí supe que siempre serías mía. Y yo para ti eternamente.

MR 44

Era ya la quinta ronda de cervezas.

– ¡¡Un brindis por Sonia!!!!!

– ¿Por mi? ¿Por quééééééé´?

– Porque tienes el mejor culo del grupo!!!!!!!!!

– ¡¡¡¡¡¡¡Por Sonia y su culo!!!!!!!!! – gritaron el resto mientras Sonia se partía de risa moviendo el bonito culo que vivía bajo aquellos vaqueros.

No sabíamos de crisis ni de problemas. La vida giraba en torno a cervezas, amigos y culos bonitos… Estudiábamos en los ratos libres y nos peinábamos con gomina. Y en cada ronda brindábamos por nosotros.

MR 43

Pienso en ti. Pienso en el último día que nos vimos y en tu beso en la estación.

Nunca compartimos valores ni actitudes pero éramos amigos. Habíamos crecido juntos y nos queríamos. La vida fue separando poco a poco nuestros caminos pero nunca pudo separarnos del todo.

Aquel día supe que aquello era una despedida y que, posiblemente, no nos volveríamos a ver. Ojalá no te hayas equivocado demasiado. Ojalá te vaya bien. Ojalá, por fin, seas feliz.