MR 42

– ¿Cuánto hacía que no nos veíamos? – me preguntaste pasando tu brazo izquierdo por mi espalda.

– Mucho. Demasiado creo yo. – te respondí.

– Tenemos que contarnos muchas cosas. Hay mucho de lo que ponerse al día.

– Soy todo oídos…

El cielo estaba gris y amenazaba lluvia. La gente andaba con prisa, temerosa de la que podía caer en breve. En Riazor sólo había gaviotas. Nadie era consciente de que dos amigos habían vuelto a reencontrarse y que para ellos el tiempo se había detenido. Las agujas volvían atrás.

MR 41

Abro la ventana de mi dormitorio de par en par. El ambiente sabe a primavera pese a estar en febrero. Me encanta este sabor.

Entro en el salón y repito la misma operación. Y en la otra habitación. Y en el baño.

El aire corre por la casa y me envuelve de vida. Ventilarme de vez en cuando es imprescindible. Saber que, pese a todo, uno siempre puede abrir y dejar que nuevos aires entren…

Tiro el pijama encima de la cama y abro la ducha. Un día nuevo se merece que lo afronte a tope. Y eso voy a hacer.

Nuestro piso

Recuerdo la primera vez que giramos las llaves en la puerta. No había nada, ni un mueble. Hacía frío. Las paredes, blancas como la nieve. Vírgenes. Como nuestra vida en común.

Cuarenta años después seguimos girando las llaves en la misma puerta. Hemos sabido cuidar los muebles aunque huelen a tiempo pasado. Sentimos el calorcito del hogar y seguimos manteniendo encendida la pasión por vivir que nos permite levantarnos cada mañana de la cama en la que llevamos durmiendo juntos desde aquel primer día. Las paredes han sido pintadas ya unas cuantas veces pero conservan huellas de lo vivido. Como nuestra vida en común.

Volvemos a estar solos. Los que corretearon pasillo arriba, pasillo abajo, ya se han marchado. Las comidas de cinco en la mesa del salón han desaparecido. Ya no hay peleas en los baños ni se oyen portazos en las habitaciones. Lo echo en falta.

Mientras cierro los ojos pienso en todo lo que hemos vivido en este piso y siento que toda una vida puede contarse entre cuatro paredes. Cuarenta años después seguimos buscando la felicidad por los rincones de nuestra casa. Y que sea por mucho tiempo…

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MR 40

No me gustan los chicos como él. No me gustan los malotes. Yo soy más de protas de comedia romántica americana.

No me gustan las barbitas de varios días ni los cabellos despeinados. No me gusta la rudeza ni la incultura.

No me gustan los machotes, los salvadores, los que saben lo que te vas a pedir, adónde quieres ir y lo que te gusta en la cama.

A mi me gustas tú. Porque me miras. Porque me escuchas. Porque me acaricias. Porque has descubierto que como yo… no hay otra.

MR 39

Dejarse mojar por la lluvia.

Degustar el aire frío cuando acaricia apasionadamente el rostro desnudo.

Zambullirse en el mar y sumergirse hasta sentirse en el vientre de la Madre Tierra.

Caminar bajo el sol por senderos ascendentes hacia la cumbre.

Apretar los puños antes de gritar contra la injusticia.

Denunciar con dureza e inteligencia a quiénes lapidan al ser humano.

Silbar al despertarse.

Llevarse un cuenco de vino a la boca y saborear el pasado entre amigos.

Encender la hoguera de la pasión y amar hasta el amanecer.

Estar vivo. Dar vida. Entregar vida. Vaciarse.

Decir te quiero sin tapujos. Prodigarse en piropos. Ponerse las lentes de lo bello.

Respirar hondo y hacer silencio en media de la turba histérica y desconcertada.

Saberse único y valioso y sacar toda la fuerza de dentro.

Y esperar que cuando llegue la muerte ya no nos quede más vida por dar.

MR 38

Todo en ti es bello, hermoso, perfecto. ¿Cómo iba a ser sino si eres fruto del amor más puro?

Tu pelo asoma rojizo, el color de los rebeldes, de los insatisfechos, de los que sobresalen entre la multitud para gritar que no se conforman con cualquier cosa, que no se conforman con la mediocridad.

Tus manitas son pequeñas todavía pero aquello que tocan lo convierten en sagrado para mi. Y cuando se agarran a mi me convierten a mi en un auténtico milagro.

Tus ojos miran la vida con ilusión. Tu mirada no sabe de crisis, ni de primas de riesgos, ni de bombas, ni de hambre… Se fijan en todo y en todo ven una oportunidad. Están vivos, sanos, limpios. Brillan. ¡Brillan!

Dios existe. Vive en ti. Quienes no lo han encontrado es que todavía no te han encontrado camicorriendo por el pasillo, desafiando miedos e inseguridades. Dios vive en ti, en tu pequeñez, en tu gran pequeñez.

Te amo hijo. Siempre. No puedo amarte más. Siempre.

MR 37

Mi tierra sigue siendo mía. Y de otros. Mía también.

Emigré hace ya unos cuantos años pero sigo oliendo a sal y a mar y me siguen despertando en sueños los gritos de las gaviotas atrevidas que sortean los edificios de mi ciudad.

De lejos los sentimientos afloran y se multiplican las emociones. Lloro al son de las gaitas y siento la morriña que millones de gallegos antes que yo sintieron en cualquier parte del mundo. Y me siento uno de ellos.

Ás veces falo en galego e cóntolles ós meus fillos como se fala o galego e a que sabe o polbo feito na feira de Rábade ou nas tascas da Rúa dos Viños. Ás veces sinto en galego e a miña alma chéase de chapapote ó descubrir que moitas das cousas que quero están lonxe.

Y pienso en las rocas y en el mar y en las nubes y en el fuerte viento del Atlántico. Y bebo Coruña y como Galicia. Y luego me tiro en el sofá a saborear despacito aquello que soy y que no puede quedarse dormido.

MR 36

– ¿Estás seguro de que quieres montar?

– Sí

Subimos toda la rampa que conducía a la entrada de la Gran Montaña Rusa corriendo. Era tu primera vez y tus escasos 7 años no te acobardaron.

Los gritos de ambos se debieron oir más allá de la frontera con Francia pero creo que ahora estamos más unidos. Gritar juntos bajando a toda velocidad en un carrito que se sostiene por pura física… une.

Y todavía nos quedaron ganas de meternos unas palomitas con Coca-Cola sin cafeína… ¿Sabes hijo? Somos lo mááááááásssssssssss…

MR 35

En este banco nos comíamos a besos cada tarde. Al amparo de Notre Dame.

Ya han pasado 6 meses y sigo viniendo cada tarde. Necesito tus besos y tus susurros en francés…

Han pasado ya 6 meses. Una eternidad. Un suspiro.

No dejes de besarme. Te lo suplico. Aunque no estés, no dejes de besarme.

MR 34

Me encantaba tener que elegir cada día la canción con la que despertaros. La buscaba minuciosamente la noche anterior y cuando el reloj marcaba las 8 en punto de la mañana, yo apretaba el botón de play y me apoyaba contra la pared pensando la cara que pondriais al empezar el día.

Enseguida empezaban a oirse puertas, pasos hacia los baños, voces, saludos y gritos. 24 horas por delante para descubrir que la vida se nos volvía regalar. Y eso… había que aprovecharlo.