Microrrelato musical 112

Las ventanas estaban abiertas de par en par. Hacía fresquito. Y entonces me percaté de lo que mis ojos llevaban observando desde hacía tiempo. Ahí estabais, trabajando en grupo, contentos, calculadora en mano, creando, imaginando, buscando soluciones a vuestros problemas. Y me sentí orgulloso. Vi en vosotros un futuro lleno de esperanza, un presente lleno de alegría y vida, pese a todo. Y respiré hondo.

Microrrelato musical 111

Hace frío. Me he levantado al baño. No puedo dormir. No se oye nada en casa. El silencio de los vivos. Voy a la cocina. Necesito tomar algo de leche para ver si puedo conciliar el sueño. No puedo dejar de pensar en eso. Es horrible. Cada vez que intento vaciar la mente, vuelve. Una y otra vez, vuelve.

Me siento en el sofá. La leche arde. Me he pasado con el microondas. Veo tu foto. ¿Qué pensarías tú? Nunca te lo he contado. Sufrirías. Les dabas demasiadas vueltas a las cosas y, por intentar ayudar, acababas agobiando. Pero me gustaría que estuvieras aquí, a mi lado, como cuando era pequeño. Hay presencias que calman el corazón.

Bebo despacio. Trago a trago. El sueño va llegando, mientras pienso en ti…

Carta a Rozalén

En algún lugar del mundo, a 28 de julio de 2019

Querida María:

Ya ves, tantos años enamorado de ti y aquí estoy, escribiéndote por primera vez una carta de amor. ¿De amor? Sí, de amor. ¿O es que no es amor buscar tus canciones para colorear los momentos más intensos de mi vida? ¿O es que no es amor que los pelos se me pongan de punta al escucharte? ¿O es que no es amor hablar de ti a los que me rodean y siempre para ponerte por las nubes? ¿O es que no es amor sentir la certeza de que el mundo es mejor contigo? Si tienes otro nombre para llamarle a eso, adelante. Yo no lo he encontrado.

No es pecado decir que te quiero. Hemos cometido el error de estrechar demasiado el campo de juego del querer. Nos hemos equivocado al reservar palabras tan bonitas sólo para situaciones o personas exclusivas. Claro que no te quiero como quiero a mi mujer. Claro que no te quiero como quiero a mis hijos. Claro que no te quiero como quiero a familiares, amigos… No te conozco tanto. Algo sí. Pero todo eso no es inconveniente para poder quererte. Y es que hay que querer a todo aquello que nos hace mejores. Y decirlo, sin miedo ni vergüenza. Ojalá siempre quisiéramos aquello que nos dignifica, que nos viste de belleza, que saca lo mejor de nosotros, que nos acerca a un bien mayor.

Varios han sido los momentos compartidos contigo. Recuerdo con melancolía y alegría aquel primer concierto al que fuimos toda la familia, en un lugar de Madrid que ni siquiera recuerdo, donde los niños encontraron especial protagonismo. Allí Bea y tú estampasteis vuestra firma en aquel primer disco «Con derecho a» que llevamos con ilusión a vuestro encuentro. Recuerdo una comida juntos, en un centro comercial madrileño, tras haber compartido un buen rato con los alumnos del colegio de mis hijos, al que accediste a venir a contarles tu historia. Recuerdo verte ya en concierto en Salamanca, donde ahora vivimos, con unos amigos que apenas habían oído hablar de ti y que salieron emocionados y encantados tras escucharte… Recuerdo muchas noches, con lágrimas en los ojos, escuchando «Saltan chispas», «Las hadas existen», «Berlín», «Volar», «Mi fe», «La belleza», «La que baila para ti»…

Has sido una de las reinas de mis noches de soledad. Cuando todos en casa se acuestan, yo suelo quedarme a escribir, a leer, a sentirme, en definitiva. Es el rato en el que me cito con los rincones más oscuramente luminosos de mí mismo. Soy una persona a la que le cuesta conectar con sus emociones más profundas y, con frecuencia, con las emociones de los demás. Me cuesta empatizar porque no me entero bien de lo que sucede. Sintonizo demasiado con la cabeza, buscando explicaciones y argumentos, en momentos en los que debería sintonizar con corazón o tripas. Contigo me resulta más fácil.

Tus letras, íntimas, acarician el corazón con ternura; pero con una ternura apasionada que lo pone todo patas arriba. Tu voz me hace viajar, pero no a otros mundos que no son los míos. Me das la mano y me llevas adentro, allí donde el cielo y la eternidad se encarnan y laten y bombean lo necesario para seguir existiendo.

Empatizar. Qué verbo más bonito, ¿verdad? Con Bea, lo conjugáis en primera persona. Bea, que con sus manos nunca se cansa de tejer el amor para aquellos que tienen girasoles en la mirada. Una metáfora profética también en un mundo que no quiere oír, un mundo sordo ante el dolor ajeno, ante el grito de tantos «tú» sufrientes. Bea y tú conseguís alejar nubes y excusas. Sois ese viento necesario que deshace y aleja nubarrones que contaminan los ambientes. Bajáis los niveles de CO2 de prejuicios y sinrazones y llenáis de oxígeno espacios y encuentros. Encuentros. Otra palabra preciosa. Encuentros que frecuentas, dúos con este y aquel, aquí y allá, siempre dispuesta para cantar y compartir con unos y otros… Me parece preciosa, más allá de cada canción, la apuesta por encontrarse y cantar y disfrutar juntos de lo que hacéis, más allá de discos y conciertos.

Querida María, gracias. Gracias por escribir. Gracias por contar historias. Gracias por cantar. Gracias por regalarte. Gracias por perseguir tus sueños, por creer, por no rendirte. Gracias por salpicar el panorama musical español de verdad, de nobleza, de honestidad profesional. Gracias por no guardarte para ti el don que se te ha regalado. De eso se trata la vida… De saber lo que se nos ha concedido y ponerlo al servicio de los demás. Como decía el maestro Fito Páez, gracias por venir a ofrecer tu corazón. Cada uno debemos encontrar nuestra manera, y yo te agradezco que tú hayas encontrado la tuya. Gracias por ser la luz más importante del escenario. Gracias por ayudar a que la esperanza resista en este mundo que se deshiela de pura frialdad.

No quiero hacerte perder mucho más tiempo, ni pretendo adornar lo que no necesita adorno. La verdad siempre es bonita en su sencillez. Me encantaría compartir un rato contigo, en familia, y simplemente hablar y estrechar lazos. Si te animas, un día, a escaparte de vorágines y giras, ya sabes. Aquí tienes una familia que te quiere.

Un abrazo María. Un abrazo lleno de cariño del de verdad.

Santi

Podéis encontrar todo sobre Rozalén en: https://www.rozalen.org/
Foto de cabecera extraída de su página web

La elegancia se demuestra al sonreír

Annie soy yo. Y eres tú. Annie somos cada uno de nosotros. Annie somos todos los que, alguna vez, hablando con la almohada o mirando la luna, hemos soñado con una vida mejor, con un mañana más lleno de sol que el hoy, a veces oscuro, lleno de dudas, problemas y falto de luz.

La luz que tiene Annie le brota del corazón. En el fondo, ella no recibe más que aquello que lleva dentro. Annie es el sostén de sus compañeras, la familia que cada una de ellas anhela, la vida que le falta al millonario que tiene todo menos la alegría de amar y ser amado.

Una vez más, me acuesto sintiéndome un pequeño gran hombre. Pequeño porque siento que me gustaría ser mejor, dar más, hacer más feliz a todos de lo que a veces consigo. Grande porque me sé tremendamente afortunado por esto que estamos viviendo juntos. ¡Cuánto nos equivocaríamos si dejáramos escapar el tesoro que tenemos entre manos, el tesoro de permanecer juntos, contra viento y marea, por los niños, por el teatro, por la necesidad que tenemos todos de querer y ser queridos!

Los mensajes que Laura nos deja en el grupo de whatsapp, tan llenos de emoción, son el reflejo auténtico de la valía de lo que conseguimos. Ya sean audios, fotos o vídeos… Laura consigue cocinar nuestras emociones a fuego lento. Y el imán que Lolo nos ha regalado a cada uno es mucho más que lo que a simple vista parece. Es una palabra, ESCOLATRIO, sellado en nuestras vidas. Nunca, nunca olvidaremos esta etapa chicos. Y nuestros hijos y sus compañeros tampoco. Es la entrega y la ilusión de un grupo de personas que saben atraer la magia, porque la llevamos en el corazón.

Cuando aquel otoño de 2015 nos vimos algunos por primera vez y llevamos a escena con sencillez «José, el pequeño Calasanz», nada auguraba una historia como la que tenemos entre manos. Mirad atrás, por favor. Cinco obras de Calasanz a nuestras espaldas, varios cantajuegos y todo el legado que el Principito, Charlie, Peter y Annie han sembrado en nosotros. Algunos escolatrios han estado y nos han dejado lo mejor de ellos y ellas. Y siguen ahí, más cerca o más lejos. Hemos sumado a otros y otras y la familia crece. Mientras, hay cosas que no cambian, como los carteles que nos regala Loreto, que nos rodean de un brillo especial, y las fotos de Luis y su luz que ilumina cada rincón de nuestro escenario.

Nuestro escenario es ya el lugar donde Jeny empujó con ganas a la pequeña Molly, donde Casandra y Rosa se tiraron los plumeros ¡y los cogieron al vuelo!, donde se venden las mejores manzanas de la mano de una Sandra a punto de ser luz :-), donde Estíbaliz se marcó el mejor claqué de la historia, donde Lucía pasó de no querer crecer a ser casi chica Bond, donde Elena lució nivel y estilo aunque haya descendido de clase, y donde Manel descubrió lo bien que le sienta un uniforme. Es el escenario donde Marián se marcó un mayordomo al nivel del mejor Anthony Hopkins en Lo Que Queda del Día o donde Andrés y Grace nos recordaron a esos amigos que siguen buscando el amor, sin darse cuenta de lo que tienen al lado. Es el escenario donde Dori y Cris hicieron que viéramos a un par de niñas sólo con sus sonrisas.

Una sonrisa que no se me quita cuando pienso en mi hermanita y mi Lili. Gracias a ellas Roosty vivirá para siempre, a la sombra de un señor Mudge de Canadá de toda la vida. Con ellas he compartido y disfrutado muchos ratos de ensayos. Compartido y disfrutado. Gracias por regalarme este papel tan divertido con el que, en parte, me siento identificado 😉 Y Lili, sigue llamándome Roosty… a ti te dejo 🙂

Y, por favor, dejadme decir esto, y saborearlo: estar papás, mamás e hijos, juntos, haciendo esto, es un lujo. Como padre me siento orgulloso de ver a Álvaro, Marina, Alba, Claudia y Sergio, comprometidos, entregados en una actividad sana, limpia, en la que tanto dan y aprenden a la par. Como decía aquella frase, a los niños los educa la tribu y me siento agradecido de que nuestros hijos hayan encontrado una tribu como la nuestra. ¡Qué suerte poderles regalar todo esto! ¡Qué suerte contar con su juventud, su nobleza, su verdad, su desparpajo, su buen hacer! Marina me ha cautivado para siempre en la primera coreo y Claudia y Alba han brillado como las que más en ese grupo de caquitas de cerdo. Y Sergio y Álvaro, grandes, en sus papeles de madurito lavandero y de chico para todo. Y Mario… que con fiebre se ha venido a ensayos a darlo todo y que ha cogido el testigo con la música, ejecutando con maestría su tarea. Grande.

Rosana, no nos hemos equivocado. Eras tú. Eras tú porque lo eres. Porque llevas la misma luz que Annie en cada uno de tus rizos. Porque alegras la vida de la gente que te rodea. Porque eres un alma limpia. Eres luz. Te ha sido regalado un don y sabes como nadie ponerlo al servicio de los demás. Si la elegancia se demuestra al sonreír… tú lo tienes más que demostrado. Te diría más cosas. Te las diré. MAÑANA. Cuando salga el sol, me acordaré de ti.

Y termino con Mª Ángeles y de Cris, nuestras eternas Principito y Zorro. Juntos hemos compartido mucho. Sé de primera mano lo que ha supuesto para cada una. Os debemos mucho a las dos. Muchísimo. Nunca se puede pagar del todo el esfuerzo que supone cargar a la espalda con todo lo que conlleva soñar la obra, prepararla, escribirla, dramatizarla, llevarla a escena, dotarla de vida y de personalidad propia, llenarla de ambiente, organizar ensayos, desvelarse para que todo salga bien, dirigir a cada uno de nosotros, poner orden, motivar, animar, ser mano izquierda y derecha… Quita sueño, energía… pero, como todo parto, luego trae al mundo una criatura maravillosa. Descansad un poco. Os necesitamos, yo el primero.

Es de noche y el sol brillará de nuevo mañana. Hoy se termina. En mi oración os tendré a todos presentes. Y a los niños que nos han visto y que podrán decir, cuando sean mayores, que descubrieron el teatro gracias a un grupo de papás y mamás locos. ¿Habrá algún actor o actriz escondido entre las butacas? ¿Habrá alguno o alguna en quién estemos despertando la vocación que le hará feliz para siempre? Uno solo nos basta. Uno solo que sonría al vernos es ya un premio más que suficiente. Ver hoy sentados en primera fila a muchos compañeros profes de la ESO y Bachillerato… incrementa la emoción de saber que el milagro se cuece, que la vida se abre camino y que lo que hacemos en el cole es algo… tan valioso…

Buenas noches. Os quiero. A todos. Más de lo que pensáis.

Un abrazo fraterno

Microrrelato musical 110

Tarde con amigos. Con Alicia y Jose me siento vivo. Cada viernes, por la tarde, explotamos el mundo, descubrimos planetas, saboreamos las cocinas del mundo y conocemos a personajes fantásticos, con los que viajamos a rincones mágicos aún sin destrozar por el ser humano. Y todo sin salir de casa. Sentados, en mi antiguo sofá rojo de casa, que mi madre quiso tirar hace dos años y que yo conseguí conservar a base de hacerle la vida imposible unos días. Sentados, con un mando cada uno, sentimos que vale la pena escapar, aunque no tengamos ni idea de adónde.

 

Microrrelato musical 109

No sigas. Levántate. Las migajas no están hechas para ti. En realidad, todos nos merecemos otra cosa. No sigas. Déjale. No te hace bien. No te quiere. Nadie te lo dice, por eso te lo digo yo. Déjale. Plántale cara a tu mierda de autoestima. Empieza a reconstruirte. Estás a tiempo. Pero aleja el veneno de tu vida, la mirada de desprecio, la palabra amenazante, la caricia abusadora.

Es tiempo de que te quieras. De una vez por todas.

¡Abuela! ¿Cómo se ve todo desde el cielo?

Hoy a las 7:30 de la mañana, mi tío ha llamado a mi madre para contarnos que la «yayina» (así la llamaba yo) nos había dejado. A sus 90 años, después de 14 con alzheimer, y tras unos días con complicaciones varias, ha llegado el momento de hacer el viaje más importante de su vida: dejar el mundo que la vio nacer y volver a casa.

Mi yayina se llamaba María. No podía tener otro nombre mejor. Ni mejor apellido materno: Dulcet. Pareciera que hubiera cursado algún máster intensivo con María, la Virgen, y que hubiera captado a la perfección de qué iba eso de ser esclava del Señor. La yayina era una persona dulce, muy dulce; de gesto grácil y elegante, comedido; más bien tímida y de prudencia virtuosa. Tenía gran sentido del humor, de risa amplia y buena amante de la música. Comía muy despacio y fue una auténtica maestra en vivir la vida a fuego lento. Licenciada en lo pequeño y artista del detalle cotidiano, supo encontrar la felicidad tras los rincones que, como mujer y madre y tía y abuela y bisabuela, le ofrecía cada día. La cocina era uno de lugares de encuentro con Jesús de Nazaret. Entre fogones, sartenes y cacerolas, supo ponerse al servicio de todos los que llenaban un hogar donde siempre hubo sitio para uno más. Recuerdo verla llegar del mercado, con el carro hasta los topes, feliz de tener tanto que hacer para tantos. También en el lavadero, subiendo las escaleras camino de la terraza, pasaba mucho tiempo, mezclando detergentes y suavizantes. Disfrutaba con la colada y con ese aroma a limpio llenaba luego cada pasillo por el que pasaba. Despistada en grado máximo, sabía reírse de sí misma. No la recuerdo preocupada, y lo estaría, ni enfadada, y lo estaría. Supo vivir la vida que se le regaló. ¿Hay mayor respuesta al amor de Dios? ¿Hay amor más grande que saber acoger el amor que se te da?

Yo soy su nieto mayor. Supimos disfrutarnos mutuamente. De pequeño, ella y mi avi me llevaban algún domingo con ellos a misa de 9 a la Catedral de Barcelona. Y con ellos visitaba cada año el Parque de Atracciones de Montjuïc, cerrado desde hace unos años. Supo, con mi abuelo, disfrutar de sus nietos desde que éramos pequeños. Sin grandes alaracas. Sin ruido. A su lado aprendí a amar los trenes y soñé con ser jefe de estación, de esos de gorra, bandera roja y silbato. Uno de los recuerdos más sólidos en mi memoria es llegar a la estación de Barcelona Sants, en el antiguo Estrella, en el vagón de coche-cama, con mi madre y mi hermano, con medio cuerpo fuera en la ventanilla bajada para saludar a mis abuelos, que esperaban en un andén sin tantas medidas de seguridad como hoy pero con mucha más humana cercanía. Siempre me defendió en las refriegas familiares y supo conectar con lo mejor que llevo dentro. Sin exigencias, sin condiciones, sin normas, respetándome al máximo, supo quererme como abuela. La lección que deja es lapidaria: si quieres que te quieran, empieza por querer tú.

El Evangelio de hoy, 18 de julio de 2018, habla muy bien de su fe. Una fe reservada a los pequeños, a los sencillos. Una fe tremendamente mariana, rumiada en el corazón, disponible sin entender mucho, volcada en amor, familiar, maternal y de gran esperanza. Fue teóloga del hogar y supo conocer a Dios y verle en cada uno de los acontecimientos que fue viviendo. En estos años de alzheimer, si de algo se acordaba, si algo decía, era su confianza total en Jesús y su esperanza en un cielo que debemos anhelar y esperar.

Por eso, yayina, hoy es un día triste pero lleno de esperanza y alegría. Ahí arriba vuelves a estar a tope. El alzheimer es cosa del pasado, tu viudedad terrena ha terminado y, junto al avi, a tus padres, a tus hermanos, a tus amigos, disfrutas ya de una merecida jubilación en el amor. ¿Cómo ha sido ese primer beso con el avi después de tantos años? ¿Hay también droguería Boter ahí arriba? ¡Conociendo a los Boter, no lo dudo! Seguro que el cielo ya huele a canelones y que te has hecho a tu nuevo hogar, lleno de gente. Seguro que vuelves a reír como antes y que ya habrás hecho migas con la Madre, tan parecida a ti. ¿Le has pasado ya tu receta del pollo asado? Y recuerda, en este Banquete te toca sentarte la primera, ¡qué cocine otro! ¿Es bonita la mesa del Banquete del Reino? Yo me la imagino como la nuestra… qué imaginación tengo… ¿Cómo se ve todo desde el cielo? ¡Ni una suite del Ritz tiene vistas mejores! La perspectiva es única. ¿Están las cosas tan mal como nos parece a los de aquí abajo? ¿A qué no? Yo creo que desde ahí es más fácil ver la luz… Aquí abajo a veces nos da la sombra y nos desorientamos. Ahora te toca cuidarnos y protegernos y guiarnos y seguir queriéndonos como hasta ahora.

Bueno yayina, me voy despidiendo. Lo hago en mi nombre y en nombre de los que están aquí conmigo. Para tus bisnietos también serás siempre la yayina. ¡Les he contado tantas cosas! Tu alzheimer te hizo perder mucha memoria pero no te preocupes. Tarea nuestra es transmitir, generación tras generación, quiénes somos, de dónde venimos y cuánto os debemos a los que nos habéis precedido. En eso, yo cumplo.

Gracias por habernos hecho mejores a todos. Molts petons yayi. Fins que ens tornem a veure.

El teu nét

Santi

 

Imagen de Dani Sigalat

MR 108

Recuerdo tu letra grande. Tus sobres decorados con cariño. Recuerdo la alegría al descubrir tus cartas en mi buzón. Lo recuerdo todo con mucho cariño. Me gustabas. Fuiste la primera chica que me hizo saber qué era eso de estar enamorado. Recuerdo algún paseo compartido, el sabor del helado frente a la piscina. Recuerdo la caricia del sol atlántico de atardecida. Recuerdo el balón de baloncesto, impulsado a canasta por tus rizos.

Ha pasado mucho pero aquí seguimos. Con hijos, trabajos, parejas, historias de idas y vueltas… buscando cada uno la felicidad en sus propios rincones. Seguimos siendo amigos. Tu letra ahora mide lo que el whatsapp decide y tus sobres se han transformado en notificaciones. La alegría al leerte es la misma. Y seguimos compartiendo paseos y helados y las caricias del sol atlántico treinta años más mayor…. Tus rizos siguen siendo mis rizos.

Qué bonito es mirarse y saberse conocido y reconocido y querido por los ojos amigos de enfrente. ¿A qué sí? Y qué bonito es regalar a nuestros hijos una amistad tan bonita como la de sus padres. Te quiero, amiga.

 

MR 107

El sol lleva calentando unos días. Las nubes blancas viajan lentamente a través de un mar azul que, a modo de edredón, arropa nuestros sueños más sencillos. La gente corre, ansiosa, camino del trabajo. Muchos caballeros aún con americana, pese a que sus caras reflejan ya un exceso de temperatura. Las jovencitas lucen piernas y abrazan al mundo tras minifaldas ligeras y llenas de color.

Alejado de la realidad que, en este momento, se estará viviendo en los despachos de ministro, en los quirófanos de hospital, en un puesto de fruto en algún mercado, en la sala de cualquier juzgado o en la oficina para renovación del DNI de una de las comisarías de la capital. Alejado de todo en este momento y, a la vez, formando parte de una vida que fluye y lo conecta todo. En el centro. Por un momento. Feliz. Sólo ahora.

Peter Pan, la nueva aventura de Escolatrio

Una vez más, la música rompió el silencio que precedía al aplauso. Los acordes de la famosa sintonía de Los Piratas del Caribe comenzaba a inundar cada uno de los corazones de los que, durante más de una hora, compartimos escenario y butaca, alma y piel. Nuevamente, lo habíamos vuelto a hacer.

Cristina me decía por la tarde si ya manejaba mejor mi tensión… Creo que sí, que estoy aprendiendo a disfrutar. Tal vez sea la tranquilidad de comprobar que, obra tras obra, tras el trabajo, el sufrimiento, el esfuerzo, siempre somos capaces de dar lo mejor de nosotros mismos y bordarlo. Es verdad, podemos sacarle detalles, mejoras… sin duda, pero eso no debe oscurecer lo que tenemos entre manos.

Peter Pan no quiso hacerse mayor y nosotros, los Escolatrios, hemos descubierto que hay maneras de hacerse mayor tremendamente bellas y hermosas. Los Escolatrios hemos decidido hacernos mayores, claro que sí, pero sin lapidar al niño que cada uno de nosotros lleva dentro. Hemos encontrado una manera preciosa de recordarnos a nosotros mismos que todavía nos queda mucho por crecer y por dar, que todavía nos queda mucho por jugar, por divertirnos, por crear, por imaginar… Hemos descubierto que hacer teatro hace felices a los pequeños y que, también nosotros, encontramos, tras el telón, un lugar privilegiado donde encontrarnos con lo mejor de nosotros.

No es un secreto lo que nos ha costado esta obra. El comienzo fue estresante, agobiante y desorganizado. Mucho del caos por culpa de un servidor que, a veces, no encuentra la manera de servir como se requiere. Y entonces se puso en marcha una maquinaria asombrosa y, sin duda, privilegiada. La maquinaria que hace que la suma de los esfuerzos de cada uno consiga asombrosos milagros. Una maquinaria que permite cubrir carencias de unos con dotes de otros, que permite llegar a hoy con el orgullo intacto.

Tener a Manel aquí es muy importante para mí. Poder compartir con un hermano como él esto… es un regalo. Y verle ahí, dándolo todo, actuando lleno de pasión… No tiene precio… ¡Y lo guapetón que estaba hoy!

Qué bien quedó reflejada la casa de los Darling. Con sus camas, con sus edredones, sus estanterías llenas, su ventana decorada al detalle, su mesita y su jarrón… con una Nana que cautivó a los niños desde el comienzo, como sólo sabe hacer Rosana, ese manojo de rizos que nos lleva a todos a Nunca Jamás cada vez que se acerca. Una pareja sencilla, con un padre frío y calculador y una madre bella y dulce a la que Susana supo cargar también del dramatismo necesario. Con una Teresa magistral en el papel de Liza, demostrándose a sí misma que la vergüenza puede ir buscando nueva casa, que con ella tiene la batalla perdida. Y con tres niños, niños. Geniales en pijama John y Michael, que supieron complementarse a la perfección. Rocío, que sabe sacar siempre una energía vital que llena allí por donde pasa, y Sarai, que supo sacar al mejor John, mezcla de sobriedad y de sonrisa pícara al verse volar.

Los Niños Perdidos, enfundados en sus pieles, supieron encarnar muy bien esas infancias perdidas, esos «huérfanos» con padres de los que tanto hay por el mundo. Con un Poquito al que Javi dotó de una capacidad brutal para seguirse queriendo y salir adelante. Con un Lelo lleno de dulzura, con una Estíbaliz con más voz que nunca; con un Plumífero que me robó varias sonrisas a lo largo de la obra, con una Begoña desatada por el escenario, suelta, libre y con un desparpajo que ha ido creciendo obra tras obra; unos Gemelos sencillos y que en su sencillez no cometieron fallo, con una Elena que es capaz de sacar adelante lo que le echen y con Sandra, comedida, sensible y llena de ternura. Y Rizos… al que Belén supo sacar adelante con una serenidad envidiable, teniendo en cuenta que el humo pendía de la misma mano…

Que a Casandra le pegaba Tigridia estaba claro pero era difícil imaginarse una interpretación tan genial como la de hoy. India y jefa. Rebelde. Peleona. Hermosa y misteriosa a la par. Y a su lado Pantera. ¡Qué maquillaje Jenny! ¡Me encantó! Poco papel, poco texto, pero una presencia impactante. Los niños, como siempre, a gran altura. Creo que están viviendo una experiencia fantástica que ya se llevan en su diario vital. La experiencia de participar junto a personas maravillosas, padres incluidos, de un proyecto que les está ayudando a soltarse, a interpretar, a trabajar en equipo, a asumir compromisos, a darse a los demás…

Pero nadie llenó el escenario de estar tarde como el grupo de piratas. Sus apariciones garantizaron momentos trepidantes, simpáticos, llenos de detalles y guiños auténticos. ¿Seguro que estabais interpretando? Yo creo que algo de vosotros salió ahí a pasear… Cris Mullins sobrada, desatada, en su salsa, con piercing incluido. Qué grande eres. Sonsoles, Rosa, Vicky y Dori… a lo Iniesta… haciendo que pareciera fácil lo que no lo es: llenar el escenario de vida, de naturalidad, de piratas de verdad, con una imagen absolutamente brutal. Cris y Mª Ángeles… magistrales, con el loro Manolo incluido. Qué bien llevasteis los textos y los tiempos y qué bien os compenetrasteis con el jefe… ¡Y el cocodrilo! ¡Cuánto esperamos para ver ese cocodrilo! ¡Cuánto esperamos…. y cómo mereció la pena! ¡Genial Laura!

Andrés… me mola ese caminar de Garfio. Al final te lo creíste y salió un auténtico Garfio, mezcla de autoridad, de maldad y de ridícula torpeza. Con un papel muy bien aprendido tras haberlo ido haciendo mejor ensayo tras ensayo. Y qué quieres que te diga… con ese cuerpo y ese traje… imponente.

Lucía… qué miedo teníamos eh… qué miedo y qué bien al final. ¡Cuánto creciste del primer ensayo, de la primera lectura, a hoy! ¡Hasta te permitiste el lujo de hacer cosas que no te habían salido en ningún ensayo! Enhorabuena por el trabajo y el esfuerzo. Fuiste la mamá de todos los niños del escenario y de las butacas por un buen rato… y el orgullo de tu hija no tiene precio.

Y qué voy a decir de Peter… Peter… difícil el Peter que queríamos, difícil el Peter original… difícil pero conseguido. Un Peter bribón, chulito, desafiante, desagradable, juguetón, héroe, valiente y cobarde a la vez… ¡Qué difícil y qué bien lo hiciste! Se te veía el brillo en los ojos. El brillo de saber que había magia… el brillo de quien es un hada en sí misma….

No todos estábamos en escenario. Porque hay historias que se quedan de este lado del telón. Una iluminación espectacular la conseguida por Luis. Gracias maestro. Una música ejecutada a la perfección por Mario, nuevo fichaje Escolatrio. Esther dando a vida a Campanilla. Loreto poniendo la imagen y su creatividad al servicio. Noe, Raúl, Ángeles… apoyando en primera fila… ¡Cómo os echamos de menos! ¡Qué bonito es echaros de menos! Y Cou siempre a pie de palco, y Quique y el resto de parejas que ponen mucho de su parte para que nosotros podamos llegar aquí…

Orgulloso. Feliz. Contento. Agradecido. Y con ganas de irme a cenar con vosotros. Así termino el día. Y con ganas de seguir caminando a vuestro lado. Dejando que los años se caigan del calendario mientras nosotros, sencillamente, ponemos nuestro granito de arena para dejar a nuestros hijos un horizonte que valga la pena. Lo estamos consiguiendo.

Muchos besos y abrazos