MR 33

Esto es muy difícil de explicar. Es imposible.

¿Cómo contarte que soy feliz? ¿Cómo hacerte entender que sin ti mi vida sigue? ¿Cómo decirte que no, que no te echo de menos? ¿Cómo pedirte que no me llames más, que no me busques, que no vuelvas…?

Te quise. Te adoré. Te lo di todo. Por eso dolió tanto.

Ya está curado. Vuelvo a mirarme en el espejo sin pena. Vuelvo a ser yo. Y me gusta. Me siento bien. Vuelvo a respirar hondo. Vuelvo a mirar a la vida de frente.

Eres pasado. Que te vaya bien.

MR 32

– ¿Qué pasa hijos? ¿Es que nunca habiais visto bailar a papá y a mamá?

La cara de Álvaro, Inés y Juan era un poema. Una mezcla de sorpresa, admiración, horror…

– Hacía tiempo que no me sacabas a bailar…

– Ya ves…

– Me gusta bailar contigo… Sigues haciéndolo muy bien, ¿sabes?

– Tú estás fantástica con ese delantal que te han traído los Reyes…

– Lo sé…

– Te voy a pedir una cosa cariño…

– Dime…

– Cámbiale tu el pañal a Juan. Estoy a punto de caerme redondo.

JAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAJAAAJAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA

MR 31

A veces yo tengo noches de éstas, ya sabes. Noches en las que te vienen a la memoria tu juventud, tu adolescencia, tu pavo y todo lo vivido. Noches en las que pagarías por volver a suspirar por el primer beso, por volver a sentir la quemazón de estar con tu primer amor. Noches de éstas en las que venderías tu alma por volver a vivir exactamente lo ya vivido, sin cambiar ni una coma. Noches en las que cogerías el teléfono y llamarías a todos y cada uno de los amigos y amigas protagonistas de aquellos días de colegio. Noches en las que tomas conciencia del paso tiempo. Noches en las que, aunque feliz, añoras un pasado que, a la postre, te ha traído hasta aquí. Noches que no te dejan dormir.

MR 30

Tu melena era como una red de encantamiento que me tenía completamente hipnotizado. Si alguien sabía bailar “Chiquilla” ésa eras tú. Todo tu cuerpo al servicio del desenfreno más absoluto. Y eso, cuando llevas 3 cubatas de más, se antoja absolutamente irresistible.

El cuerpo me pedía guerra y me arrimé a ti. No aguantaba estar a menos de un centímetro de tu boca. El tortazo clavó el tiempo e insonorizó el local. ¡Vaya hostia!

Definitivamente eras la mujer de mi vida.

MR 29

– ¿Sabes?

– ¿Qué?

– Esta música me hace sentir… vivo.

– Es que estás vivo.

– Ya. Ya lo sé pero… a veces pienso que sin la música me moriría.

– ¿Y sin mi?

– A tu ausencia sobreviviría escuchando música, sólo así.

MR 28

Éramos cinco apasionados de la vida cantando a toda voz en aquel ford fiesta del padre de Julia. Cinco locos del mundo y de la gente. Cinco enamorados de la música y del azul del cielo. Cinco soñadores haciendo kilómetros hacia no se sabía muy bien donde.

El campo era verde intenso y el contraste con el azul del mar al fondo del horizonte hacían del entorno el escaparate perfecto para disfrutar como nunca lo habíamos hecho.

Era la primera vez que salíamos un fin de semana sin padres. Y lo íbamos a aprovechar…

25 de noviembre

Hoy es un día muy especial. Hoy Juan, el tercero de mis hijos, cumple un año. Hace 365 días Esther entraba de mi mano a una de las habitaciones de la Clínica del Rosario en Madrid. Juan nacería por cesárea de manos del doctor Martín Caballero. Recuerdo la espera a la puerta de quirófanos y también recuerdo el momento en el que me llamaron. Juan acababa de llegar al mundo. Curiosamente también recuerdo la primera visita de rigor al ginecólogo tras conocer el embarazo y la emoción traducida en lágrimas al escuchar el latido del corazón de Juan haciéndose paso en el seno de Esther. Era la tercera vez que pasaba por esa experiencia pero es tan indescriptible… Recuerdo una de las visitas a la que llevamos a Álvaro y a Inés a ver a su pequeño hermano en aquella tele del doctor…

La vida siempre es un regalo. Un año después, lleno de complicaciones y con la vida bastante más liada, no puedo más que dar gracias a Dios por mi familia, por el pequeño Juan, por el amor de Esther y por los dos grandes hermanos mayores que tiene. Es todo un tesoro en plena crisis económica. Es también una responsabilidad y una fuente de alegrías y de mucho sufrimiento. El que ama, sufre. Mucho. Y por los hijos más.

Mi vida es ya inconcebible sin Álvaro sin Inés y sin Juan. Cada uno distinto. Cada uno genial y único. Cada uno hijo y proyecto de Dios. Tres préstamos que el Señor me ha dado en gracia y que junto a Esther intentamos disfrutar, educar, formar, amar…

Y poder celebrar esto el día en el que todos los colegios de la Escuela Pía celebran el día del Fundador es algo muy especial. Calasanz es parte de mi, me articula interiormente. Mi historia empezó con 6 años y con la apuesta misteriosa de mis padres por el Colegio Calasanz de A Coruña. En en el cole conocí a mis mejores amigos. Me enseñaron piedad y letras, las primeras canciones al Señor, las primeras destrezas como persona. En el cole conocí a grandísimos profesores que me modelaron para ser hoy quien soy. Conocí el significado del esfuerzo, del trabajo, del compañerismo, de la diversión, de la amistad, de la entrega de los escolapios religiosos… Recuerdo al P. Cano y al P. Eduardo. Y al P. Alfonso que me dio la Primera Comunión. Recuerdo al P. Severino y al P. Basilio. Al P. Pedro y al P. Arturo. Al P. Antonino y al P. Ángel Lora. Recuerdo al P. Manolo y al P. José… En el cole conocí lo que era enamorarse y cómo sabía el primer beso. El el cole me aventuré junto a Sátur y Elena en el grupo de Tiempo Libre e hice mi primer Camino de Santiago… En el cole supe que nunca iba ya a abandonar a Calasanz. Conocí luego Cercedilla, Amanecer, Caminando… las Pascuas, la pastoral, las comunidades… Ahí conocí a Esther y a Felipe y a Stella y a Pili y … y … y … y… Y ahí seguimos. Con la barba más blanca, más gordo y más calvo. Y más feliz. Y más maduro. Y más inteligente. Y más útil. Y más humilde. Y menos arrogante. Mejor.

Este post está cargado de emoción. Porque el día se lo merece. Calasanz lo merece. Y Juan. Y Álvaro. E Inés. Y Esther. Y yo. Y Tú.

Un abrazo fraterno

MR 27

– Un café con leche para mí.

– Otro – respondiste.

Hacía más de 4 años que no nos veíamos y tus ojos reflejaban todo el sufrimiento que llevabas soportando desde entonces.

– Estoy desesperada – me dijiste serena y mirándome de frente. – Ya no sé qué hacer para que mi vida vaya tan sólo un poquito bien. Es como darse de golpes contra una puerta cada día. Estoy muy cansada. Agotada.

Cogí tus manos con las mías y las apreté. Me daba pena verte así de mal. No había ni rastro de la niña que yo había visto crecer feliz y alegre. Estabas herida de muerte.

– Preferiría morirme – sentenciaste.

MR 26

Al pisar las hojas secas y escuchar el crujido se me estremecía el corazón. Desde que te habías ido yo no era más que un vagabundo del amor, un payaso triste sin ganas de reir, una mañana de niebla, una soñata de otoño lacónica.

Me gustaba perderme cada tarde entre las sombras del Retiro y luchaba inconscientemente por no encontrar la salida de aquel laberinto. Me lo merecía.

Te cansaste de mí. No supe quererte y tu paciencia se agotó. El otoño trajo el frío a mi vida y te llevó con él. Para siempre.

MR 25

Me tumbé desnudo en la cama con el cuerpo dolorido y el alma llena de mariposas. Había tirado mi ropa en la silla. Olía a tabaco. Olía a tu tabaco. Me habías enganchado.

Repasé todo lo que aquella noche había sucedido y no conseguí descubrir el secreto, el milagro, el truco de magia con el que conseguiste captar mi atención. No recordaba cuándo te miré por primera vez ni qué fue lo primero que me dijiste. Sólo veía tus ojos negros mirándome. Nada más. Era como atravesar el cabo de Buenaesperanza y descubrir que más allá estaba el mundo de verdad.

Apagué la luz y recorrí tu cuerpo en la oscuridad de mi pensamiento. Así me dormí.