Hola amig@, compañer@, herman@…
No sé si tú eres de los que han acampado en Sol o en alguna ciudad española o eres de los que lo miran con cierta aprobación o más bien eres de los que piensan que detrás de todo esto hay un tufillo a manipulación o de los que lo contempla con escepticismo, sospecha, miedo o desprecio. Me da igual. Quiero escribirte más que nada para intentar ordenar mis ideas acerca de todo lo que está sucediendo en España estos días previos y posteriores a las elecciones municipales y autonómicas.
Lo primero que tengo que decir del movimiento #acampadasol es que me parecen protestas y manifestaciones legítimas. La deriva del país en los últimos años es constatable por la mayor parte de la población. Las últimas encuestas del CIS muestran que la clase política de este país es una de las principales preocupaciones de los ciudadanos y día sí, día no vemos en los telediarios los espectáculos bochornosos de los partidos políticos mayoritarios enfrascados en luchas internas, tirándose los trastos unos a otros y desprestigiando continuamente conceptos tan importantes para un país libre, moderno y civilizado como “democracia”, “Estado de derecho”, etc. Hemos perdido la lealtad institucional, el respeto al que no opina como yo, la autocrítica y la capacidad de permitir que crezcamos en número de librepensadores en lugar de en militantes seguidistas y fieles. Los altos niveles de corrupción en ayuntamientos y demás instituciones del Estado han sobrepasado hace tiempo los niveles de tolerancia de una sociedad sana y despierta. La debacle es total y la ausencia de políticos “high quality” agrava el problema. Estamos sumidos en una profunda crisis como sociedad. Se ha instaurado en las arterias de la sociedad la epidemia del “todo vale”, del “eso lo hacen todos”, del “y tú más”… provocando el colapso cardiovascular y el infarto inevitable en una ciudadanía al límite de sus posibilidades. Es, por tanto, legítimo salir a la calle y levantar la voz, gritar, protestar y exigir un cambio.
Las informaciones acerca de los que están acampados en las plazas de España son diversas y ciertamente confusas. Me han llegado datos de personas fiables que me afirman por igual la presencia de mensajes, carteles, presencias, propuestas tremendamente sensatas, en positivo y tolerantes junto con la presencia de grupos y mensajes con claros mensajes anticlericales, referencias cargadas de intolerancia y con ganas, no de cambiar las reglas del juego, sino más bien de crear un nuevo juego sin reglas. Me lo creo todo. Es la realidad diversa de la sociedad en la que vivo y, por tanto, cerrar los ojos a ella o intentar acallarla o esconderla me parece un error. No tengo miedo. No tengo miedo de que nadie se manifieste y exprese sus ideas sobre cómo debería ser el tablero de la convivencia. El miedo denotaría debilidad. ¿O es que no es convincente lo que yo creo? ¿No son fuertes los valores que defiendo? ¿No tengo capacidad para transmitirlo? ¿No soy capaz de movilizar a nadie? A ver si el problema que vemos en otros no es más que un problema propio… Y además, ¿no es posible que personas y grupos de índole tan diversa sean capaces de acordar una serie de reivindicaciones consensuadas cuando tienen un enemigo común, un problema común, una losa común? Visten distinto, piensan distinto y se expresan de manera distinta pero… ¿su futuro es tan distinto? Creo que el ambiente en las acampadas y el desarrollo pacífico y sin incidentes en las mismas están siendo un ejemplo para todos y una sorpresa para muchos. Reconozcámoselo.
Es evidente que la asamblea es un modelo de gobernación que lleva al colapso y a la paralización. Sobre todo la asamblea con toma de decisiones por consenso. Una sociedad no puede esperar que todos sus miembros estén de acuerdo en algo para dar determinados pasos. Eso es claro. Pero más allá de esta puntualización creo que es muy interesante promover la participación ciudadana en su día a día configurando auténticas asambleas locales, vecinales, etc. que ayuden a los ciudadanos a tomar parte en los proyectos y las decisiones que les afectan más próximamente. Una sociedad tiene que tener un movimiento asambleario y asociativo suficiente para no perder frescura, implicación ni nivel de exigencia y vigilancia hacia sus gobernantes. Es pues también de recibo hacer una profunda autocrítica como ciudadanía: ¿Cómo hemos llegado a este punto? ¿Cómo hemos podido descuidar tanto nuestro compromiso para con nosotros mismos, para con nuestros vecinos, para con nuestros barrios, ciudades, comunidades? También es necesario que los acampados hagan su autocrítica. Todos. Lo contrario sería mirar hacia otro lado. Pero regresando al tema, es sorprendente ver la organización en comisiones, los debates, las propuestas generadas… Es un buen trabajo o a mi me lo parece. Por una vez, los jóvenes, sobre todo, han encontrado un espacio donde se sienten motivados a expresarse, donde sienten que se les tiene en cuenta, donde sienten que es posible crear algo mejor que lo que hay, más justo. ¿Por qué ahora? ¿Por qué aquí? ¿Casualidad la proximidad con las elecciones? ¿Manipulación desde la izq uierda? Pues la verdad es que no lo sé pero tampoco le doy demasiada importancia. No es justo ni exacto decir que todo esto se coció de un día para otro. Quien así lo dice es que estaba distraído cuando las redes sociales empezaban a aglutinar descontento, cuando las encuestas reflejaban un profundo descontento, cuando las imágenes de plazas de otros países sometidos (sin comparación of course) llenaban nuestras televisiones. Además es lógico que una cita electoral provoque reflexión, movimiento… Y dicen algunos: “Ya, pero ¿justo ahora que las encuestas dan ganador al PP? ¿No es mucha casualidad?” Pues no creo que esa sea la razón porque conozco personas, entre las que me incluyo, que han votado muchas veces al PP y que ven con simpatía el movimiento y que son capaces de hacer una crítica también hacia el PP… Es que sí, es verdad aunque parezca increíble… ¡Existimos las personas que no nos casamos con partidos ni candidatos! ¡Personas libres y críticas! ¡Profundamente políticas y, por eso, profundamente responsables! ¿O es que para comprometerse hay que afiliarse? Y en el supuesto de que no sea casualidad, en el supuesto de que los comunistas estén detrás de todo esto… (sorprendente su capacidad de movilizar a una sociedad en la que cada vez menos gente les apoya en las urnas) ¿qué problema hay? ¿No sería legítimo que un partido promoviera una manifestación pacífica? En el caso de que realmente alguien organizado esté detrás… felicidades. Ha conseguido hacer lo que muchos no somos capaces y además de hacerlo bien.
Es verdad que en ocasiones como esta y en movimientos o manifestaciones similares siempre hay quien se intenta apropiar del objetivo, del sentimiento, de la reivindicación… El mundo está lleno de oportunistas, de líderes manipuladores, de zorros que quieren comerse el queso. Pero es algo a asumir. No puede ser de otra manera. Hay que tenerlo en cuenta precisamente para estar ojo avizor, precavidos y para ser prudentes y sabios. Los jóvenes tienen la fuerza de los sueños, de la energía, del futuro. En este país, además, los jóvenes poseen un presente falto de oportunidades, de horizonte. Poco les pueden quitar. Hemos construido un mundo dejándoles fuera, les hemos dejado un mercado y les hemos acostumbrado a tener, a poseer, a acomodarse, a comprar… Les presentamos en la televisión modelos vacíos. Les abrimos las puertas del estado del bienestar y les hemos dejado solos en él, sin preocuparnos por quiénes son, por qué necesitan… Les hemos dado el uniforme de joven del sistema y hemos condenado a todo aquel que pretendía ser él mismo en su unicidad y peculiaridad. Les enseñamos que todo vale con tal de llegar arriba y no nos preocupamos de ayudarles a descubrir la felicidad desde lo que son sino que se la presentamos tras las cortinas del éxito laboral, del dinero y del prestigio. Y luego nos quejamos de la juventud y nos molesta que ahora levanten su voz y exijan cambios. Cuando dormían nos quejamos de su falta de compromiso y ahora que se despiertan buscamos razones más allá de su propia capacidad. Seguimos ninguneándoles, negándoles la capacidad de pensar y actuar por sí mismos… ¿Manipulados? Todos somos manipulados y todos somos manipuladores en cierta medida. Cada uno con sus objetivos pero ¡no nos rasguemos las vestiduras ahora!
Y para terminar me surge la misma pregunta que ha venido rondando todos estos días en la cabeza. Como católico ¿debo ver esto además desde un prisma especial? ¿Debo añadir una lente a mi microscopio? La pregunta clave… ¿Qué haría Jesús? ¿Qué diría? ¿Acamparía en Sol? ¿Lo miraría de lejos? Estoy plenamente convencido de que, como cristiano católico que soy, debo ser un ciudadano comprometido y luchar por una sociedad más justa en la que prime el bien para todos, la justicia, la paz… Y creo que la política es un medio eficaz y necesario para conseguir todo esto. Eficaz y privilegiado. Por eso, ante una clase política que se olvida de todo lo anterior, creo que estoy obligado a responder, a denunciar, a gritar, a protestar y a exigir un cambio. Por eso no veo con desagrado lo que está pasando y apoyo ese objetivo común. Estoy seguro de que Jesús, al menos, se pasaría por Sol. Para escuchar, para abrazar, para comprender, para animar, para enjugar lágrimas y cargar con los sufrimientos y penurias colectivas y personales. Pero igual que estoy seguro de esto también estoy seguro de que Jesús le diría a cada uno, nos dice a cada uno, una palabra, la nuestra. Nos confrontaría con nuestras incoherencias, con nuestras dejadeces, con nuestros vacíos y nuestro pecado y nos animaría a cambiar también nosotros. La exigencia de un cambio global, de un cambio del sistema, no puedo hacer perder de vista la exigencia igualmente necesaria de un cambio personal. ¿Qué debe cambiar cada uno para que el mundo sea más justo, más feliz, más pacífico? ¿Qué debe cambiar cada uno para que la democracia sea más real? ¿Qué debe cambiar cada uno para que los que lo necesitan estén atendidos, para que todos los derechos se consigan…? Porque no se trata de exigir mis derechos sino los de todos y cuando esto sucede enseguida miro hacia los lados y debo descubrir que, independientemente de mi realidad, se me llama a implicarme en la realidad de los de al lado, se me llama a calmar sus sufrimientos, su hambre, su pobreza, su falta de alegría… No voy a ser yo quien diga que una sociedad se arregla sólo porque varios de sus miembros hayamos decidido cambiar. A veces las estructuras y el mal tienen demasiado poder e igual que ha pasado muchas veces en la historia hay que levantarse como pueblo, salir a la calle y hacer una revolución pacífica pero transformadora. Por tanto, cuidemos ambos aspectos sin olvidarnos de que ambos son necesarios pero no suficientes en sí mismos.
Creo que ya me he extendido demasiado pero me alegra haber dedicado un rato a intentar explicarme con un poquito de detalle. Ya veremos en qué termina todo esto. Yo mantengo mi esperanza en el futuro y una sociedad mejor.
Un abrazo a los acampados y a todos aquellos que, de diversas maneras, entregamos nuestra vida al servicio de un mundo mejor.
Santi