De semillas y terrenos (Lucas 8, 4-15)
La primera conclusión que saco, orando el Evangelio de hoy, conocido, es que la obtención de fruto depende de dos variables: la semilla y el terreno. Y es que puede darse la primera y no ser capaces de obtener ningún resultado. Y puede darse la segunda, y lo mismo. Sólo la combinación adecuada de ambas garantiza que el plan tira para adelante.
¡Qué importante ser tierra buena! ¡Preparar el corazón para la siembra! ¡Qué importante orar diariamente, qué importante retirarse de vez en cuando, qué importante afrontar proyectos y procesos de crecimiento espiritual, qué importantes las buenas lecturas, la educación familiar, la comunidad que acompaña…! ¡Qué importante es ser terreno propicio para dar fruto!
La semilla llegará. La siembra siempre se produce. Dios es buen sembrador. De eso no hay que preocuparse. Tiene métodos propios y diversos para garantizar que nos llega grano. El terreno, en cambio, depende de nosotros.
Hoy, en la Escuela Pía, celebraremos votos solemnes de tres escolapios. Es un fruto más de la siembra en tierra buena. ¡Hoy es día de fiesta!
Un abrazo fraterno
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