Denuncia a Jerusalén (Ez 16,1-15.60.63)
Leyendo la lectura del profeta Ezequiel, me viene a la mente, impactada en estas últimas horas, el reciente informe del Gran Tribunal del estado de Pensylvania, en EEUU, en el que se documentan más de 300 casos de abominables abusos sexuales llevados a cabo, durante muchos años, por sacerdotes, religiosos, etc. y encubiertos por las autoridades eclesiásticas en cada momento.
Sí, «Jerusalén», la Iglesia, puede corromperse, puede caer en el peor de los pecados. Y no hay excusa. Me resulta inimaginable el dolor de las víctimas. Como padre creyente que soy, me es imposible imaginar el infierno vivido en el seno de tantas familias, de tantas comunidades cristianas. ¿Que no existe el infierno? Pues aquí lo tenemos.
Nada hay suficiente que se pueda decir. Tal vez sólo PERDÓN y aún así de poco servirá. Ya ha pasado el tiempo de las palabras, de los lamentos, de los silencios, de arropar a criminales que han violado su carácter sagrado de la peor manera posible y que han sido portadores de sufrimiento en lugar de portadores de paz y amor. Te pido Señor fuerzas para que la Iglesia limpie su casa, tu casa, sin descanso, sin miedo, con enérgica contundencia. Y fuerzas para el Santo Padre para llevar a cabo esta labor.
Un abrazo fraterno – @scasanovam
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