Despojaos del hombre viejo (Col 3, 1-11)
Preciosa la Palabra que a través de Pablo nos dirige el Señor hoy. Me la dirige a mi, tan dubitativo e inconstante a la hora de avanzar en ciertos aspectos de crecimiento personal. Eso de andar a caballo entre el hombre viejo y el nuevo deja cierto sabor a insatisfacción que es preciso ir eliminando de mi gusto. El Santi nuevo se parece más a Cristo y poco a poco se reviste con su Palabra y su estilo de hacer las cosas, tratar a la gente y afrontar la misión que el Padre le encomendó. El Santi nuevo está llamado a encarar con mayor valentía las dificultades, a usar menos la diplomacia y la demagogia y a enfrentar con mayor claridad aquello que le separa de su propio camino. El Santi nuevo debe dejar de ser mediocre y, apoyándose en su comunidad, apostar al 100% por aquello que realmente le mueve. El Santi nuevo está llamado a escuchar más y a hablar menos, a cuidar más y a exigir y a corregir menos. El Santi nuevo está llamado a descubrirse valioso de una vez por todas, llamado a quererse, a aceptarse, a gustarse…
Hoy, preparando el bautizo de mi hija, me encantaba dejar resonar las palabras claves de la celebración: nacer de nuevo, revestirse de blanco, sentirse amada por el Padre, agua derramada, resurgimiento de las profundidades, comunidad, acogida… Eso que sentía a la hora de repasar la celebración y prepararla junto a mi mujer con esmero, ese sentimiento, es parte del hombre nuevo. Y me gusta.
Gracias Padre por seguir suscitando en mi esa necesidad de ser imagen fiel de tu presencia.
Un abrazo fraterno
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