El amor no cotiza en Bolsa (Lucas 21, 1-4)
Ricos y una viuda pobre. La mirada de Jesús se posa en esta última. No pasa desapercibido su esfuerzo ante Jesús. ¡Qué mirada tan bonita, cómo filtra y se posa sobre aquellos que lo dan todo en su pequeñez, en su pobreza!
Esta es la primera enseñanza del Evangelio de hoy: sobre quién posar la vista, quién elegir como referente. Como padre que soy, qué personas poner delante de mis hijos para que aprendan de ellas… Jesús coge a la viuda y la planta como modelo ante sus discípulos. Cuántas veces miro a la viuda pobre de mi barrio y poso mi mirada en ella con condescendencia, con pena, con ansia de ayudarla… Jesús no hace eso. ¡Al revés! ¡La encumbra! ¡La mira con la sabiduría y el amor de Aquel que sabe que en aquella persona se encuentra aquello que es valioso para Dios!
La segunda enseñanza es que Jesús no critica a los ricos. No destruye su acción. No necesita «machacarlos» para ensalzar la opción de la viuda. ¡Cuántas veces intentamos proponer… destruyendo! ¡Cuántas veces destruimos algo bueno porque no es lo más valioso! Jesús no juzga ni carga contra el acto de limosna de los ricos. Jesús se limita a poner en valor la donación de aquella que se da por entero y que, posiblemente, sienta que poco o nada vale su aportación.
Ésta es la última enseñanza para mi hoy: Dios coge lo que das, lo que eres, y lo pone en valor. Dios me mira y le vale lo que doy cuando sabe que sale de dentro, de una profunda donación personal, de un acto de auténtica generosidad, de una determinación total a compartirme. No importa si soy poco, si doy poco. No importa la comparación con otros. La mirada del Padre va directa a mi corazón. Es ahí donde me lo juego todo. Es ahí donde debo ser auténtico.
Un abrazo fraterno
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