El matrimonio, una vocación casi abandonada que urge cuidar
Más allá de divorcios, rupturas y separaciones, que ya están bastante en la actualidad últimamente, me quedo con una de las últimas frases del Evangelio de hoy, una frase que nos lanza una pregunta: ¿Soy llamado al matrimonio? ¿Se me ha concedido ese don?
Es frecuente comprobar cómo el discernimiento a la vida sacerdotal o a la vida religiosa es un proceso arduo, duro, que dura varios años y que tiene un proceso definido de inserción y conocimiento progresivo que, al final, te conduce a una decisión con criterio (aunque puede ser equivocada también). ¿Qué pasa con la vida matrimonial? ¿Hay discernimiento? ¿Hay proceso? ¿Quién los acompaña? ¿Qué hitos tiene, qué de inserción y conocimiento progresivos?
El matrimonio, supongo que como todo aquello a lo que nos llama el Señor, es un camino lleno de bendiciones en el que uno se encuentra con la cruz irremediablemente. Es un camino duro y difícil de construir y hacer crecer, y a la vez lleno de alegrías, satisfacciones… ¿Sabemos a lo que estamos optando? ¿Estamos llamados a ello? ¿Cuántos se habrán casado sin haber pensado todo esto?
La Iglesia debe despertar y ser autocrítica en este aspecto del cuidado a la vocación matrimonial. Se ha cuidado con mimo y tesón la vocación sacerdotal y religiosa, se le ha conferido una importancia mayor y, con los hechos, se ha transmitido la idea de que es una vocación superior. Los casados… no necesitamos nada. Eso sí… LUEGO CAEN SOBRE NOSOTROS TODAS LAS DESGRACIAS COMO SALGA MAL LA COSA.
Urge, Padre, tomar decisiones, dar luz, ser valiente, SER AUDACES.
Así sea.
Gracias por tu valiosa reflexión… arriesgada, pero cierta.
Los casados sentimos, en los procesos eclesiales, que en la escala de los sacramentos, gozamos de uno de menos valía; sin embargo, ¿No es un llamado de la misma dignidad que otros?
En las diferentes diócesis vemos iniciativas de acompañamiento a los casados, pero son de corte muy particular, lo que hace que la universalidad de la Iglesia se goce desde una de sus orillas.
Otro error, cada vez más frecuente y lamentable, es que las parejas y algunos clérigos, destinan para la catequesis matrimonial unas cuantas horas antes de la celebración sacramental… ¿Si al ministro ordenado que se le permite abandonar su estado clerical se invierte gran cantidad de tiempo y esfuerzo, por qué no sucede lo mismo con aquellos que valerosamente tomamos una decisión y aceptamos un llamado: «hasta que la muerte nos separe»?
Es un gran peso llevar la sortija en el dedo, peso no por el amor, sino por los contantes ataques a las parejas que nos damos un tiempo para que el lazo de nuestra unión sea el amor de Dios.
Te dejo esta canción -es protestante- pero es muy bella para amar el llamado al matrimonio.
Un abrazo.
Reblogueó esto en Monicionista litúrgicoy comentado:
Una bella reflexión sobre la dignidad del matrimonio