El que realiza la verdad se acerca a la luz (Jn 3, 16-21)
La luz y las tinieblas… Siempre me estoy debatiendo entre ambas. Como Pablo apuesto claramente por la luz pero luego, mis enredos, mis miedos, mis juicios… me empujan a vivir en la tiniebla. Cada día soy más consciente de esto.
El Evangelio de hoy es meridianamente claro, tanto que no es posible mirar a otro lado: a veces no queremos acercarnos a la luz porque no queremos «ver», no queremos descubrir lo que hay, lo que somos, lo que estamos haciendo con nuestra vida. Acercarse a la luz, pese a lo «romántico» del asunto, es una experiencia dolorosa. Dolorosa porque te quita las máscaras y las defensas, te quita las razones y las excusas. Dolorosa porque no eres quien te gustaría ser, porque no cumples tus propias expectativas.
El camino que se abre con la luz no es sencillo. Es largo. Duro. No admite grandes paradas para que los músculos no se enfríen… La luz tiene que llegar no sólo a la cara, los brazos, los pies… sino también a los órganos internos, tiene que correr por venas y arterias… Debe llegar a lo profundo.
Pese al dolor el camino te purifica, te sana, te hace más feliz, más capaz, más útil… te hace mejor. No hay muchas posibilidades. Yo he apostado por ésta y me está costando pero me veo más adelante. Está valiendo la pena.
Un fuerte abrazo
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