Hizo lo que le había mandado (Mt 1, 16.18-21.24a)
Últimamente tenemos ciertas reticencias, yo el primero, a «aceptar» palabras del estilo «mandar» venidas de Dios. Mi crecimiento en la imagen de un Dios Padre, misericordioso en extremo, amante de sus hijos, etc. me lleva a veces a estrechar mis oídos ante palabras que, bajo mi entender, suenan muy fuerte para hablar de Dios. ¿Puede el mismo Dios que nos ha creado libres mandarnos algo? Es tal vez una pregunta sobre la que bien podríamos charlas largo y tendido. Pero esta es la Palabra de hoy, no otra. Una Palabra que gira alrededor de José como ejemplo y modelo de aquel que responde con absoluta confianza y humildad a lo que entiende que Dios pide de Él.
Siempre me ha resultado chocante la sequedad con la que parece que Dios se dirige a José contraponiéndolo a la dulzura y delicadeza con la que se dirige a María. En las conversaciones con José no aparece un «¡Alégrate!» ni un «Dios te salve» ni un «el Señor está contigo»… José es un hombre discreto, que pasa desapercibido, que sabe leer la vida desde Dios, que no hace demasiado ruido pero que es pieza clave en los planes de Dios; con su actitud y su disponibilidad posibilita que Dios suceda.
José interpela muchas de mis maneras grandilocuentes, de mis cada vez menos extensos «discursos», de mi necesidad intermitente de ser escuchado y visto… José me enseña que hay otra manera de posibilitar a Dios. Ni mejor ni peor. Pero a mi me sirve mucho descubrirla.
Un abrazo fraterno
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