La nube (Ex 40,16-21.34-38)
La nube de la primera lectura de hoy me trae muy buenos recuerdos; recuerdos del último retiro previo a la Confirmación del último grupo de jóvenes a los que acompañé en su camino de fe. Recuerdo trabajar esta nube con ellos y hablar de la disponibilidad de cada uno a levantar el campamento cuando la nube se mueve y a hacer vida el tiempo que haga falta cuando la nube se queda quieta.
Seguir a la nube es renunciar a las seguridades absolutas, al definitivo acomodo. Seguir a la nube es estar siempre en camino, es estar dispuesto a seguir al Padre allí adonde la nube del Espíritu nos conduzca.
Realmente complicado. Yo he comprado una casa para quedarme en ella. He pensado una vida para llevarla a cabo. Pero ciertamente también estoy abierto a esta aventura de Dios. También es apasionante a la par de dura. Y hacerlo junto a mi mujer y mis hijos me llena de alegría y esperanza. Una muerte, una circunstancia imprevista, una petición de ayuda, un nuevo trabao, una nueva tarea… la nube siempre se mueve. Mejor es seguirla.
Un abrazo fraterno
Gracias por mostrarnos la cara oculta de las nubes, pues ya nunca serán lo que la mayoría ve en ellas, sino un recuerdo de la disposición que debemos tener y que hemos elegido tener hacia el cumplimiento de los planes del Padre. Esta lectura no creo que hubiese tenido tanto significado para mí sin ese retiro, sin la luz que aportaste y aportaron cada una de mis compañeras.
Gracias.