Mi vocación (Efesios 4, 1-7. 11-13)
San Pablo nos dice hoy que respondamos a «la vocación a la que hemos sido convocados». Fuerte. Y duro. La vocación como «llamada a».
Yo tengo claro cuál es mi vocación. La he tenido siempre clara. Yo he nacido para educar, para ser maestro. Para eso me ha creado el Señor. Para eso estoy en el mundo, entre otras cosas. Para construir Reino con los dones que me han sido regalados, para ser útil desde la escuela. No hay más.
La vida se ha complicado y decisiones previas me han llevado por otros derroteros que no colman mi corazón. Decidí estudiar una Ingeniería que no me llena. Estoy trabajando en un trabajo que no me llena. Pasando muchas horas al día como un superviviente a la espera de la hora de su redención.
Voy terminando mi carrera inacabada, sin la cual el mundo de la escuela me está vetado. Poco a poco. Ahora mismo veo la luz al final pero ¡es tanto el esfuerzo! El Señor me ayuda y me ha dado fortaleza y coraje para luchar contra vientos y mareas. Ahí sigo. Sin desfallecer. Con mi convicción en lo más alto. Con las mismas ganas pero con las fuerzas justas.
Llegará el día. Llegará la mañana en que me levante para ir a la escuela. Llegará el día en que querré a los alumnos que el Señor me regale. Llegará el día en que ya no sabré hacer otra cosa. Llegará el día en que me entregue en el lugar y en la forma que deseo, en el lugar y la forma que Dios desea para mi.
Mientras ese día no llega… oración, fidelidad, fe, fortaleza y alegría.
Un abrazo fraterno
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