MR 88
Tu mano subía lentamente por mi cuello. Tus dedos rozaban con deseo mi piel. Mi respiración, acelerada, era testigo de mi excitación. Con la palma entera jugueteabas con los últimos cabellos de la parte de atrás de mi cabeza.
Cada vez te notaba más cerca. Tu perfume llegaba hasta mi. Tu silencio era un grito. Mi cuerpo temblaba. Calambres que predecían el gran terremoto que iba a acontecer.
Cuando tus labios húmedos me besaron, creí ver a Dios. Me dejé besar. Esa fue mi manera de besarte. Sin abrir los ojos. Con mi boca entreabierta. Agotado aún sin haber empezado a amarte. Confuso. Embriagado de ti. Perdidamente enamorado de la mujer con la que cada mañana inauguraba los días. Loco de amor. Decidido a vivir sólo aquel instante.
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