MR 90
Suenan las campanas escondidas en el anochecer de la ciudad tranquila.
Alguna voz sube de la calle. Yo estoy solo en la 102 de aquel hotel a las afueras. Escribo. Escribo y siento.
Siento que estoy en mi sitio, que el mundo es mi casa y los demás, hermanos. Siento que la vida es corta y que no vale la pena derrocharla. Siento que Dios mira desde arriba y llora con el pueblo que sufre. Me siento llamado a algo. No sé a qué.
Silencio en la noche. Ya no hay voces ni campanas. Punto y seguido.
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