MR 95
Aquel hombre se postraba ante el altar del Santísimo todos los días antes de misa de 8. Era un hombre alto, enjuto y con la cara algo demacrada. Sus ojos, por contra, sobresalían de su lúgubre aspecto por el destello misterioso que desprendían frente a su Señor. Se pasaba así 20 minutos y luego abandonaba la iglesia sin quedarse a la Eucaristía.
Llegó un día que, preso de la curiosidad, me dirigí a la capilla del Santísimo y me postré muy cerca del hombre. Lo miré de reojo pero él no percibió mi llegada. Estaba con la mirada absorta en el sagrario. Haciendo un esfuerzo por no caer en una insana necesidad de conocer qué haría allí aquel hombre, decidí mirar al frente y rezar una pequeña oración.
Aquello sucedió hace 10 años y, desde aquella tarde, me postro ante el Santísimo cada día a la misma hora, empujado por una sed insaciable de amor. Al hombre no volví a verlo nunca más, desapareció como si la tierra se lo hubiera tragado. Tal vez esté arrodillado en una iglesia cualquiera de cualquier lugar del mundo… dando silenciosamente de beber a uno de los muchos sedientos de amor que pueblan la faz de la tierra…
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