Nada hay más seguro que tus palabras (Sal 92)
Como en mi comunidad tenemos la costumbre, buena costumbre, de leer el salmo del día entero (independientemente de los versículos que proponga el calendario litúrgico) hoy me he encontrado con este regalo: «Nada hay más seguro que tus palabras». No está así traducido en todas las biblias. Lo cierto es que la traducción de mi biblia, la Latinoamericana, me entusiasma. ¿Por qué? Porque me refuerza.
He intentado hacer de la confianza en el Padre uno de los pilares de mi vida, ahora uno de los pilares de mi familia. Estoy convencido de que tengo ese don, el don de confiar. Muchas de las decisiones más importantes de mi vida han sido tomadas después de un buen discernimiento. Una vez descubierto aquello que creo que es de Dios para mi… ¡hasta el final! Estas decisiones a veces van cargadas o traen consigo un sinfín de inseguridades «mundanas». Pérdida de seguridad emocional, afectiva, económica… sé lo que es vivir con esas inseguridades… La Palabra de hoy viene a reforzarme en el convencimiento, en el sentimiento, de que pese a todas esas inseguridades… ¡nada hay más seguro que aquello que es de Dios para mi, que aquello que es Palabra de Dios para mi vida! «Cumple mi voluntad, busca el Reino, y lo demás se te dará por añadidura». ¡Lo creo Señor! ¡Lo creo!
Gracias Padre por este abrazo en forma de palabras, por este empujón, por este soplo de aliento fresco. Gracias por recordármelo por si me había olvidado…
Un abrazo fraterno
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