#Narraluz 25b
Como todo niño yo también tuve mis sueños. Soñé con ser famoso, actor, cantante, escritor,… soñé con ser médico, con ser bombero, con salvar vidas y que todos me admiraran por ello. Soñaba con cosas grandes y me creía indestructible, ¿cómo podía pasarme algo malo con la cantidad de cosas que tenía por hacer? Eso era algo impensable.
Ya de adulto soñaba. Soñaba con ser como un niño, con disfrutar de la vida que el trabajo me robaba. Y jugué, jugaba como un adolescente con aquello que no podía conseguir, y tonteaba con aquello que creía me hacía feliz.
Soñé y perdí mi tiempo soñando.
Jugué y perdí mi tiempo jugando.
Y soñando y jugando se me pasó la vida y ahora, ya anciano, miro hacía atrás y me pregunto; ¿Qué hubiera pasado si hubiese jugado a soñar con otros sueños, si hubiera jugado al sueño de tender la mano? la vida habría pasado igual, seguro, pero tal vez sin los juegos y sin los sueños robados.
Interesante y enigmático. ¿Soñar es bueno? En cierta manera, sí: nos lleva a los ideales altos. Pero, por otro lado, no tanto: no nos permite ver la realidad con objetividad. ¿Qué hacer, pues? Soñar como niños y vivir como adultos. Y, si me permitís, ilusionándome con ese sueño que Dios tuvo de mí, desde toda la eternidad.