¿Por qué os extrañáis de ésto? (Hch 3, 11-26)
Llega un momento que la sociedad te hace pensar que eres raro. Te miran raro. Te sienten raro. Diferente. Peculiar. Distinto.
La gente hoy se extraña de que te cases joven. Se extrañan si con 31 años tienes 2 hijos. Se extrañan si decides tomarte un año sin trabajar para cuidar y educar a los pequeños. Se extrañan si el éxito o la carrera profesional no es lo que más te preocupa. Hoy se extrañan si decides dejar tu trabajo en la privada para irte a dar clase a los mocosos de la ESO. Se extrañan si sigues yendo a misa a los domingos. Se extrañan si no te preocupa demasiado el tiempo de Semana Santa porque no te vas a ir a la playa.
Pero también se extrañan de tu manera de encajar golpes y de la expresión de paz de tu cara pese a haber muerto tu padre. Se extrañan de las ideas claras y de la mente sana. Se extrañan que vayas a determinados cursos o seminarios. Se extrañan de que tengas una comunidad o grupo con el que estrechar lazos y compartir fe de manera regular. La gente se extraña de tu fortaleza y de la manera en la que llevas tu debilidad. Se extrañan de tu alegría contagiosa y de la manera en la que tratas a los demás.
Y aunque a veces me encantaría preguntarles a todos «Por qué os extrañáis de esto» sé que, hoy, no es algo demasiado usual. Lo que sí sé es que es contagioso y transformador. Probad.
Un abrazo fraterno
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