Setenta veces siete (Mt 18, 21-19, 1)
¡Qué medida la nuestra y qué desmesura la del Padre! Nosotros siempre pensando en números: cuánto vale, cuánto dar, cuántas veces, cuánto tiempo. Siempre nos falta dinero, siempre andamos justos de tiempo, siempre reivindicamos el orgullo sano de quien, al sentirse ofendido, espera el paso del de enfrente.
El Padre no es así. El Padre no actúa así. El Padre no mide, no espera, no cuenta, no exige, nunca se agota. Nuestro Padre es Padre 24×7, 24 horas al día, 7 días días a la semana. Y nos pide lo mismo. Ese «setenta veces siete» nosotros cogemos y lo traducimos por «muchas veces» porque asumimos que hay veces que no puede ser. Para Dios, «setenta veces siete» es SIEMPRE, es tener el PERDÓN como actitud natural en nosotros, pilar de vida, consecuencia del amor.
Me vienen a la mente situaciones complejas, faltas graves, delitos importantes, ofensas dolorosas. ¿También ahí Padre? También. No cabe el rencor en un corazón cristiano. Cabe el dolor pero no el rencor. ¡Qué difícil para mi! ¡Y cuánto me ama mi Padre que pone el contador de ofensas conmigo a cero cada mañana, al alba!
Un abrazo fraterno
¡¡Qué razón tienes!!, pero qué díficil es a veces perdonar, y también sentirse perdonado.
Me reconozco rencorosa, bastante. Y me cuesta asumir mis faltas, por cabezonería y orgullo, supongo.
Quizá también ésto forme parte del crecimiento personal, el dejar a un lado lo que una vez nos, me, hizo daño, caminando así por el mismo camino que Él lo hizo aquel día en el que asumió nuestros errores siendo colgado de un madero.