Si quieres puedes limpiarme (Lucas 5, 12-16)
Un hombre, que se sabía enfermo, suplicó a Jesús su curación. Era, tal vez, su última baza, su oportunidad. Y aún así, reconoció la autoridad de Jesús y le colocó el «si quieres» en la súplica.
¿Es que podía no haberlo curado? ¿Había esa posibilidad? Posiblemente sí.
El día a día está lleno de personas que sufren y que, con seguridad, suplican al Padre el cese de sus sufrimientos. Y el silencio de Dios en esa parte de sus vidas es desolador. Sus designios son, a veces, misteriosos e incomprensibles. Por eso no voy a ser tan ingenuo de pensar en mi oración que todo lo que le pido al Señor, va a suceder. No siempre es así.
Estas son las dos cosas que guardo en mi corazón en la oración de esta mañana: saberme necesitado de la acción de Jesús en mi vida y saber, al menos de cabeza, que mis súplicas pueden no encontrar una respuesta aparente en el misterio de Dios. Que el Señor me ayude a crecer en todo esto.
Un abrazo fraterno
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