¿Soy incómodo? (Sabiduría 2, 12. 17-20)
«Acechemos al justo, que nos resulta incómodo» empieza diciendo el pasaje de hoy del Libro de la Sabiduría. Tal como está expresado, «justo» e «incómodo» parecen conceptos que van unidos inexorablemente.
Siempre me ha preocupado este asunto. Entiendo, y así nos lo dice la Palabra en innumerables ocasiones tanto en el AT como en el NT, que alguien que lucha por la justicia, que está con los pobres, que denuncia los excesos y los abusos de las clases dirigentes, que viola determinados preceptos por anteponer la dignidad humana a toda norma civil, etc. debe ser resultar muy incómodo para aquellos que quieren que nadie se salga del redil, que reine una paz sin libertad, que ni pensar ni amar sea verbos que penetren en lo más hondo de una sociedad, que quieren controlar, gobernar, abusar y acumular poder.
¿Soy yo un justo incómodo? ¿O más bien un casi-justo mediocre? ¿Denuncio? ¿Defiendo? ¿Lucho? ¿Me opongo a la injusticia? ¿O más bien intento actuar diplomáticamente para contentar a todos? La radicalidad evangélica siempre pone muy nervioso al mal porque lo cuestiona, lo arrincona, lo descubre…
¿Se puede ser un cristiano del siglo XXi sin resultar incómodo al sistema? Tengo mucho que orar este asunto. Tal vez lo vaya dejando porque me asuste la respuesta que ya alberga mi corazón…
Un abrazo fraterno
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