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Evangelio para jóvenes – Domingo 2º de Adviento Ciclo B

Hay voces que vale la pena escuchar y seguir. Este pasado viernes, en la eucaristía de la Inmaculada Concepción, escuché con gusto la homilía de Julio, el obispo retirado que tenemos la suerte de acoger en la iglesia de la urbanización donde vivo. Sus palabras, de cadencia lenta, son proféticas: denuncian, confrontan, acarician y reconfortan. Todo a la vez. Su voz es débil en un mundo lleno de ruido. Pero, aunque él se piense que a veces es como predicar en el desierto, su palabra dispone el corazón para el encuentro con Cristo. Escuchemos el evangelio de hoy [Mc 1,1-8]:

Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: «Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.»»
Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.
Y proclamaba: «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.»

Estamos en el segundo domingo de Adviento. Seguimos en tiempo de preparación. Leyendo el evangelio de hoy me surgen tres pistas que pueden servirte en estos días:

  • «Un desierto para encontrarse» – Los esenios se iban al desierto porque buscaban la soledad. Su camino de purificación exigía abandonar el mundo y, retirados, buscar la perfección y a Dios. Juan también se sitúa en el desierto pero de una manera muy diferente. No es un desierto «para él», para retirarse y salvarse, sino que es un desierto para encontrarse con otros, con aquellos a los que anuncia la llegada del Señor y, posteriormente, con el Señor mismo. Te animo a ti también a que busques en este tiempo de Adviento ratos de silencio, a que te alejes un poco de lo mundano (tele. móvil, internet, compras…) y a que te encuentres, en tu desierto, con una espera que tiene nombre y nombres propios.
  • «El pecado molesta» – No es tanto que si llevas pecado encima Dios te rechace. ¡No! Jesucristo viene al mundo por ti y por mí porque somos pecadores, imperfectos e infelices. Jesús nos busca con nuestro pecado. Pero ciertamente, en este tiempo de espera, el pecado es un obstáculo para encontrarle. El pecado, el tuyo, apaga la sed. El pecado aplaca la espera. El pecado te da la sensación de que no necesitas más, te envuelve en su telaraña y no te deja ni recibir el anuncio ni correr, libre, hacia el Dios que nace. Por eso te invito a que te reconcilies estos días, a que acudas al sacramento y te saques esa piedra con la que cargas encima. Tu deseo debe estar vivo, tu mirada limpia, tus oídos finos y tus pies prestos para correr. Pide perdón y prepárate.
  • «Dios cumple sus promesas» – Así empieza el evangelio de hoy: «Comienzo del Evangelio». Dios quiere comenzar contigo también un nuevo capítulo de tu historia. Empezar de cero. Renovarlo todo. Abrasar lo viejo y germinar algo distinto. ¿Cómo lo ves? Evangelio es una buena noticia, pero no genérica sino concreta: Dios viene a tu vida y al mundo para que el Reino de Dios sea una realidad, para cambiarlo todo, para que el amor se haga fuerte. Es una promesa de felicidad, de plenitud. Es eso que añora aunque no sabes ponerle nombre. Esa eso que viene a saciar el vacío que sientes tantas veces. Dios ya viene.

Sigue caminando a Belén. A veces con las fuerzas justas. A veces con la esperanza en mínimos. A veces desviado del camino y atravesando baches. A veces despistado, despistada. A veces haciendo pausas porque no tienes claro que quieras ir… Pero sigue caminando. Escucha esas voces que te animan a recomponer tu vida, a abandonarte en sus manos, a dejarte querer por la Ternura.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 1º de Adviento Ciclo B

Comienza un nuevo tiempo litúrgico. ¡Feliz año a todos! Un nueva etapa. Una nueva oportunidad para soñar, para mirar hacia adelante, para bajar a lo profundo del corazón y descubrir nuestros anhelos. No sé tú cómo llegas. Yo llego inquieto, con una mezcla emocional de paz y guerra. Siempre igual. ¿Será que no puede ser de otra manera? Vamos a acercarnos al evangelio de hoy [Mc 13,33-37]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!»

Velad. Así comienza este Adviento. Dios me mira de frente y me dice «- Santi, vela. No tienes ni idea de cuándo saldré a tu encuentro de nuevo». Me vienen a la mente momentos intensos de vela en mi vida: recuerdo la noche en vela esperando el nacimiento de mi primer hijo, solo, en la sala de espera del paritorio del Hospital de Alcorcón; recuerdo los días en vela ante la decisión de dar un paso hacia el ministerio de pastoral en la Escuela Pía, lleno de dudas, en plena tormenta interior; recuerdo la noche en vela, acompañando a los jóvenes, en nuestra experiencia de Horizonte; recuerdo la noche en vela en uno de los retiros más importantes de mi vida… Tres pistas de lo que significa velar, tres pistas sobre a lo que somos invitados hoy:

  • «Estar despierto» – Velar es no rendirse al cansancio, al sueño, a la tardanza de aquello que esperas. Velar es no sucumbir a lo razonable. Velar es esperar a quién amo. Velar es vivir consciente. Y es que no hay nada peor que dejarte llevar, vivir llevado por lo que otros deciden, por el devenir de los tiempos, por lo que te apetece. Comienza el Adviento despierto. Lávate la cara con agua fría y mírate al espejo. Mírate y dite lo que hay, lo que ves, sí, sé realista. Di lo que hay en tu familia. Di lo que hay en tu relación de pareja o en la ausencia de la misma. Di lo que hay en tus amistades, en la universidad o en tu trabajo. Di lo que hay en el mundo. Verbaliza la mucha mierda que te asquea, verbaliza el fracaso que te llena de desesperanza. Verbaliza también el amor recibido y aquello por lo que vale la pena que sigas luchando. Y, al final, verbaliza aquello que esperas, que anhelas, que sueñas. Verbalízaselo a Dios. ¿Le necesitas? Díselo. Díselo. Acoge la verdad de tu vida y espera que, en sus manos, dé fruto.
  • «¿A quién esperas?» – Velar es esperar al dueño de la casa. Esto es el Adviento. Adviento no es esperar algo sino a Alguien. Y no a Alguien cualquiera sino a alguien que te conoce, que te mira, que te busca, que te quiere, que sabe más de ti mismo, de ti misma, que tú. Velar es esperar a Aquél ante el cual no hay postureo posible, ante el cual no cabe la vergüenza, ante el cual no hay espacio ni aspecto de tu vida que merezca su reproche. ¡No me digas que no vale la pena esperar a este Jesús que mira tu vida con amor, sin culpa, sin juicio! ¡No me digas que no vale la pena esperar a este Jesús que conoce perfectamente el pecado, la perdición, la traición, el egoísmo, la oscuridad, la muerte, el sinsentido, la envidia, la miseria… tu pecado, tu perdición, tu traición, tu egoísmo, tu oscuridad y muerte, tu sinsentido, tu miseria…! Espérale, sí. Espérale. En su abrazo está tu descanso.
  • «Inesperadamente» – ¿Lo peor? Dios no envía un whatsapp para avisarte de cuándo ni cómo va a hacerse presente en tu vida. Aquel a quiénes todos esperaban en Israel nació inesperadamente una noche oscura de invierno, a las afueras de un pueblo perdido, entre animales y con olor a podredumbre, sólo arropado por el amor de sus padres. Dios hablar y se manifiesta en lo inesperado. Allí donde nunca dirías… Allí con quién nunca dirías… Allí de la manera menos ortodoxa y preparada… ¿Quién es capaz de reconocer lo inesperado? Los pastores: aquellos que frecuentan la oscuridad, la soledad, el frío, la intemperie, la pobreza, la fragilidad. Así que tú también estás invitado si aprovechas este tiempo de Adviento para despojarte de tantas capas de seguridad, de fortaleza y de valor que has construído para sentirte «alguien».

Comienza Adviento. Es el tiempo de los «sin nada», de los «don nadie», de los que esperan. Salí afuera, al frío, a esperar la luz que caliente tu corazón para siempre.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 3º de Adviento Ciclo A

El viernes por la mañana cayó «la mundial» en #Sevilla. Hacía tiempo que las gentes de esa ciudad no veían, oían, sentían y se mojaban con una tormenta de tales dimensiones. Sentimientos entremezclados: alegría por el agua que llegaba, necesaria a todas luces en una región castigada por la sequía y las altas temperaturas; y desasosiego por una realidad casi desconocida, desconcertante, y excesivamente contundente. Curiosamente, Juan el Bautista sintió algo parecido con la llegada de Jesús. Escuchemos el Evangelio de hoy [Mt 11,2-11]:

En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?»
Jesús les respondió: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!»
Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: «¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: «Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti.» Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.»

Que sí, que era Jesús y sí, había que seguirlo. Pero las noticias que le llegaban al Bautista, ya preso, le desconcertaban. No sabía qué pensar. ¿Podía ser que el Mesías, el Enviado, el Hijo del Hombre, el Hijo de Dios esperado por Israel durante tantos siglos… fuera «ese», que hacía «esas» cosas? A ti y a mí, muchas veces nos sucede lo mismo con Dios: nuestra idea de Él y de cómo debería hacer las cosas, no siempre coinciden con su realidad, con su manera de hacer las cosas. Y algo inquietante nos asalta. Pero te dejo tres pistas para hoy:

  • «Ver y oír» – El Reino de Dios es perceptible por nuestros sentidos. Sólo tienes que mirar y ver, que escuchar y oír. Sólo tienes que tocar y gustar y oler. Sólo tienes que vivir con todo tu potencial desplegado para darte cuenta de que, efectivamente, Dios está entre nosotros, está presente en tu vida, a tu alrededor, en el mundo. ¿No será tal vez que tienes los sentidos algo atrofiados de tanta tablet, tanta Play, tanto tabaco, tanto alcohol, tanto ruído, tanto móvil, tanto sexo, tanto trabajo? Estas horas de #Adviento y #Navidad son horas, días, privilegiadas para «sentir» tu vida y a Dios en ella. ¿Qué sentido debes desplegar mejor? ¿Qué sentido tienes más necesitado? ¿Qué percibes de vida, de Dios, a través de ellos?
  • «Las señales del Reino» – Ya lo decían los profetas. Son los signos de que el Reino ya está aquí, de que Dios vive entre nosotros: «los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio». También hay milagros en ti. También Dios deja huella en tu vida. ¿Qué vendas se te han caído, vendas que te impedían ver con claridad? ¿Qué «muletas», qué «cojeras», qué «complejos» has ido superando? ¿Qué heridas llenas de dolor y sufrimiento, que te ahogaban y te impedían ser feliz, se van superando y sanando? ¿Qué parte de ti estaba muerta y, poco a poco, gracias a Dios, va volviendo a la vida? ¿No hay señales del Reino en ti mismo?
  • «Los profetas» – Son mensajeros. Son personas que nos devuelven verdad, cuya Palabra es terremoto. Son aquellos que nos hacen de espejo, que nos acompañan, que denuncian nuestro mal y, a la vez, nos recuerdan la misericordia de un Dios que perdona y ama. Son necesarios, pese a ser molestos. Son grandes, y pequeños a la vez. Son elegidos, pero no por voluntad propia. Son aquellos que se desapropian de su propia historia y hacen suya la historia de salvación de Dios para los hombres. Son profetas. ¿Lo eres? ¿Conoces a alguno?

Bueno, un domingo menos para Navidad. Nos vamos acercando. Nos queda una semanita para purificar nuestra espera, para hacernos pequeños, para prepararnos para celebrar una Buena Noticia despojada de luces de artificio pero rebosante de amor y ternura. Sigamos.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 2º de Adviento Ciclo A

Han sido días de exámenes. Mucho esfuerzo, mucha tensión, mucho cansancio en mis alumnos… De algunos de ellos brota el sentimiento de rechazo ante una vida aparentemente absorbida por los estudios. Un desierto que pasa, sí, pero un desierto al fin y al cabo. Muchos no ven el momento en el que puedan «refrescar» su existencia y sucumben ante el «sol» de justicia que no afloja ni un instante. Son momentos vitales en los que de poco sirve lo que te digan. Uno se siente solo, incomprendido, incomprendida, y sin saber bien qué rumbo tomar. Leamos, en este contexto, el Evangelio de hoy [Mt 3,1-12]:

Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.»
Éste es el que anunció el profeta Isaías, diciendo: «Una voz grita en el desierto: «Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.»»
Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados; y él los bautizaba en el Jordán.
Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizará, les dijo: «¡Camada de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones, pensando: «Abrahán es nuestro padre», pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga.»

El desierto no es sólo un paisaje sino que es también un estado vital que, probablemente, todos transitamos en algún momento. A veces llega antes, a veces después. Es una etapa árida, sufrida, agotadora, anodina, desesperadamente rutinaria, con pocas emociones, con pocos frutos, con poca compañía. A veces lo atravesamos por una exigencia máxima en los estudios o el trabajo, otras veces porque está en crisis la vida que estamos viviendo pero no sabemos qué debemos hacer, otras veces por una pérdida cercana, una crisis afectiva o amorosa o una enfermedad, otras veces porque todo aquello que un día pensamos que era lo correcto, que venía de Dios para nosotros, desaparece, empequeñece, deja de aportar felicidad. Te dejo tres pistas para hoy:

  • «Un anuncio» – Dios hoy llega a tu vida para anunciarte algo. «Prepárate» te dice el Señor. Dispón tu corazón, tu mente, tu cuerpo… para acoger al Dios que se hace presente en tu vida. Prepárate porque Dios llega para cambiarlo todo, para sacarte del desierto en el que estás metido, para poner luz en este momento de oscuridad, para darte vida y hacerte feliz. ¿Qué tienes que preparar? Te tienes que preparar tú. El grito del Bautista «¡convertíos!» es un despertador para tu corazón embotado, anestesiado, adormilado. Conviértete, cambia, deja de mirar donde estás mirando y fija tu mirada en Dios. Dedícale algo más de tiempo, vuelve a rezar un poquito, lee de vez en cuando el Evangelio del día, céntrate en los que te necesitan y descéntrate de ti mismo. Olvida tus sueños de éxito y pon tus pasos en dirección a un humilde pesebre… a lo más pobre de tu corazón.
  • «Dad fruto» – ¿Quiere Dios que seas agricultor, campesina? ¿Está hablando de manzanas, peras, cerezas? Ni mucho menos. Está hablando de que tengas una vida fructífera. Para que un árbol dé fruto, el árbol tiene que ser podado a tiempo, tiene que tener buen sustrato del que alimentarse, tiene que recibir luz y agua. La primera parte es un «poner los medios para dar fruto». Traduzcamos: saca de tu vida «las ramas secas» que te quitan fuerza y te impiden crecer; busca espacios de fe en los que puedas crecer y alimentarte por dentro; ponte a tiro de la luz de Dios con la oración y participa de los sacramentos: vete a misa, comulga, pide perdón… Luego, cuando llegue el momento, brotará el fruto, lo mejor de ti hecho alimento para otros. Cuando llegue el momento, todo lo bueno que tienes dentro servirá para que otros se alimenten. Eso es una vida fructífera.
  • «Espíritu y fuego» – El Espíritu conduce tu vida, lo envuelve todo, te lleva, te empuja, te susurra al oído: «vuelve a Dios». Es un fuego que se va haciendo fuerte en tu interior. ¿No notas todo eso que te quema por dentro? Déjale salir, déjale que haga, que te haga. Dile hoy, conmigo: «Espíritu que eres el fuego de Dios, enséñame a ser un brasa de amor».

Disfruta de este domingo. Seguimos con el Mundial en marcha. Unos se van y otros se quedan. Y mientras el mundo gira con sus pequeñeces, nosotros recibimos una buena noticia. No es momento de hacerse los sordos.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 1º de Adviento Ciclo A

Son varios los amigos que están esperando un bebé ahora mismo y varios los que acaban de ser papás no hace mucho. Yo todavía recuerdo las tres ocasiones en las que me tocó esperar la llegada de cada uno de mis hijos. La naturaleza humana nos obliga a esperar unos meses desde que te enteras de que el embarazo es real hasta que llega el momento del parto. Son meses de concienciación, de toma de realidad, de ilusión, de preparación y de cambio. Porque desear algo y esperarlo… te transforma. Escuchemos el Evangelio de hoy, el primero del tiempo de #Adviento que acaba de comenzar [Mt 24,37-44]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé.
En los días antes del diluvio, la gente comía y bebía, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: dos hombres estarán en el campo, a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo, a una se la llevarán y a otra la dejarán.
Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa.
Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».

Ya se han encendido las luces de muchas ciudades y, aunque las bombas siguen matando en Ucrania, parece que vamos camino de la #Navidad. La pregunta, sin duda, es: «¿Y tú, qué esperas de la Navidad? ¿A quién esperas?». La intensidad con la que vives algo depende, en buena medida, del deseo previo que le pongas al asunto, de tu capacidad para esperar con ganas que acontezca el milagro. Te dejo tres pistas:

  • «Un antes y un después» – El evangelista compara el acontecimiento de la llegada del Hijo de Dios al diluvio de la época de Noé. Cambia la vida. Vives de una manera antes y vives de otra después. No puede seguir todo igual. Cuando esto realmente sucede es cuando de verdad lo que acontece llega al corazón, lo transforma y lo vivifica. La #Navidad llega cada año con la idea de que nos transforme, de que haga mella. ¿Cómo puedes vivir igual con Cristo que sin él? ¿Cómo puedes vivir igual habiéndose hecho Dios hombre que si no hubiera pasado? ¿Lo han pensado? ¿Qué implica que Dios sea carne como nosotros, uno de los nuestros?
  • «Estad en vela» – No pierdas tiempo en cosas absurdas, no te quedes en lo superficial, en los detalles que no llevan a ningún sitio, en los momentos vacíos. No te pases la vida «adormilado», con ganas de echarte a «descansar» como si ya lo hubiera conseguido todo. Desea, desea, desea… El deseo impide que te duermas. No permitas que pase. ¡Despierta! ¡Los sentidos al 100%! Para mirar con profundidad, para reconocer la voz del Otro, para sentir la caricia de Dios, para percibir el aroma de tu vocación, de tu felicidad, para tocar el cielo.
  • «Preparado» – ¿Estás preparado, preparada, para la Navidad? ¿Por qué no miras un poquito menos el móvil estos días? ¿Por qué no sacrificar algún partidito del Mundial? ¿Por qué no entrar 5 minutos a una iglesia y rezar delante del sagrario? ¿Por qué no leer algo sobre el Adviento estos días, que te ayude a trascender?¿Por qué no pasar rato de calidad con tus amigos, tu familia, con las personas que te queremos?

El tiempo de Adviento es mi tiempo favorito del calendario litúrgico. Quiero aprovecharlo. No me gustaría que se me escapara entre los dedos la oportunidad, un año más, de tomar conciencia de lo que sucedió en Belén hace 2022 años y que cambió la vida de todos para siempre. El que allí nació, me salvó. El que allí nació, pequeño y frágil, tiritando de frío, murió por mí. ¿Cómo no va a ser importante?

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Estás invitado. Estás invitada. (Is 25,6-10a) – Miércoles I #Adviento

Eso de que te inviten a un festín de manjares suculentos, de vinos de solera, no sucede todos los días. No sé a ti pero a mí, como mucho, me han invitado a una boda y eso es lo más parecido a un festín de esas características.

Dios te invita a uno: el gran festín del Reino. ¿Qué me sugiere a mí?

  • El festín siempre es fiesta. Porque hay mucho que celebrar. Tenemos un Padre que, como dice el salmo de hoy, nos cuida, nos guía, nos ilumina y nos ama.
  • El festín siempre es exceso. Es difícil ponerle límites al amor de Dios. Excede con mucho nuestra idea de amar sin medida. ¡Qué pasada!
  • El festín siempre es en compañía. A Dios nunca se llega solo. Dios mismo es comunidad. La felicidad tiene rostros. La felicidad está en Él y en el prójimo. La salvación es de todo. No es mérito mío.
  • El festín siempre es gozo. Porque la vida es un regalo y pese a pandemias, oscuridades, desazones, inquietudes, pérdidas, dolor y desencuentros… hay que encontrar el sabor, paladear, saborear y degustar cada segundo regalado.

Ven Jesús. Ven y llévame de la mano a ese festín que me has preparado. Tú, que naciste en Belén («Casa del Pan»), sabes bien lo que necesito, sabes bien de mi hambruna.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Llenarse de alegría en el Espíritu (Lc 10,21-24) – Martes I #Adviento

Qué bonito: lleno de alegría en el Espíritu. Eso nos dice hoy la Palabra sobre Jesús. Esa alegría le permite hablar de su Padre y del amor por los pequeños, por los sencillos, por los frágiles.

La alegría no viene de las circunstancias. No viene de fuera. Es un regalo, no una consecuencia de un entorno favorable. ¿La clave para que acontezca? Dejarse habitar por el Espíritu.

El Espíritu siempre está pero a veces no le dejo aire para que prenda su llama. Con mis preocupaciones, el ruido que permito en mi vida, mi egoísmo, mi necesidad de protagonismo, a veces, ahogo esa alegría profunda y permito que la tristeza y la desesperanza gane terreno.

Ven Jesús. Ven a mi vida y trae contigo la alegría profunda que necesito.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Lunes IV Adviento 2019 (Mal 3,1-4.23-24)

Mensajeros de Dios. Personas que anuncian su presencia. Hombres y mujeres que, alguna vez, se han cruzado en nuestro camino y nos han hablado de Dios, de su amor inagotable por nosotros.

La Navidad es también el tiempo de los mensajeros, de aquellos que, en la oscuridad, en el desierto, en la cotidiana rutina, vienen a nosotros y nos anuncian la llegada de alguien que viene para salvarnos. Su manera de anunciarlo difiere. Hay quienes lo anuncian con su honda alegría. Otros con su ternura. Hay quienes tienen el don de la palabra y nos hablan de Él, removiendo nuestro corazón. Algunos lo anuncian con su dedicación y entrega a los más pobres. Están los que cuidan a los ancianos, los que acompañan a los jóvenes desdichados, a los descartados de la Tierra. Y los que llegan con esperanza en los momentos de mayor oscuridad personal.

Benditos sean Señor todos los mensajeros que te trajeron a mi vida, que me hablaron de ti, que me lanzaron a buscarte. Benditos sean.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Miércoles I Adviento 2019 (Is 25,6-10a)

No seamos cutres. Con el corazón, digo. Dios no lo es. Dios es sobreadundante, derrochador, espléndido cuando se trata de regalarse, de donarse, de amarnos.

Nos invita a una mesa donde no falta de nada, donde todos nuestros sentidos se sacian y donde nuestra sed y nuestro hambre quedan calmados. Una mesa bien puesta, preparada con cariño, que no con lujo.

No seamos cutres. Con el corazón, digo. Aceptemos. ¿O el orgullo nos puede? ¿O no nos sentimos merecedores? ¿O no queremos ceder protagonismo? ¿O es que te crees el anfitrión de algo?

¿La mesa? Bonita. ¿Comida? Deliciosa. Y la compañía real de los otros, y de nuestras miserias, y de nuestras pobrezas, y de nuestros pobres, y de las necesidades tuyas y mías. Todos y todo. Hasta que quedemos saciados.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Martes I Adviento 2019 (Lc 10,21-24)

¿Alguna vez has pensado todo lo que has visto y oído y aprendido a lo largo de tu vida? ¿Alguna vez has pensado en la bendición que ha supuesto para tu vida que alguien te hablara de Jesús en la infancia, en tu adolescencia, en tu juventud, en tu adultez?

¿Alguna vez has dado gracias por las personas que te han enseñado, por los retiros espirituales a los que has asistido, por las Pascuas que has celebrado, por las experiencias que otros montaron y que tú disfrustaste y que te han ido configurando?

Bendito sea yo, Padre, por todo eso, por las oportunidades que he tenido de conocerte, de verte, de escucharte, gracias a otros. Bendito sea yo, Padre, porque otros no han podido.

Nunca dejes de enviar a mi lado a personas que sean testimonio tuyo para mi vida.

Un abrazo fraterno – @scasanovam