Evangelio para jóvenes – Domingo 2º de Adviento Ciclo B
Hay voces que vale la pena escuchar y seguir. Este pasado viernes, en la eucaristía de la Inmaculada Concepción, escuché con gusto la homilía de Julio, el obispo retirado que tenemos la suerte de acoger en la iglesia de la urbanización donde vivo. Sus palabras, de cadencia lenta, son proféticas: denuncian, confrontan, acarician y reconfortan. Todo a la vez. Su voz es débil en un mundo lleno de ruido. Pero, aunque él se piense que a veces es como predicar en el desierto, su palabra dispone el corazón para el encuentro con Cristo. Escuchemos el evangelio de hoy [Mc 1,1-8]:
Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: «Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.»»
Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.
Y proclamaba: «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.»
Estamos en el segundo domingo de Adviento. Seguimos en tiempo de preparación. Leyendo el evangelio de hoy me surgen tres pistas que pueden servirte en estos días:
- «Un desierto para encontrarse» – Los esenios se iban al desierto porque buscaban la soledad. Su camino de purificación exigía abandonar el mundo y, retirados, buscar la perfección y a Dios. Juan también se sitúa en el desierto pero de una manera muy diferente. No es un desierto «para él», para retirarse y salvarse, sino que es un desierto para encontrarse con otros, con aquellos a los que anuncia la llegada del Señor y, posteriormente, con el Señor mismo. Te animo a ti también a que busques en este tiempo de Adviento ratos de silencio, a que te alejes un poco de lo mundano (tele. móvil, internet, compras…) y a que te encuentres, en tu desierto, con una espera que tiene nombre y nombres propios.
- «El pecado molesta» – No es tanto que si llevas pecado encima Dios te rechace. ¡No! Jesucristo viene al mundo por ti y por mí porque somos pecadores, imperfectos e infelices. Jesús nos busca con nuestro pecado. Pero ciertamente, en este tiempo de espera, el pecado es un obstáculo para encontrarle. El pecado, el tuyo, apaga la sed. El pecado aplaca la espera. El pecado te da la sensación de que no necesitas más, te envuelve en su telaraña y no te deja ni recibir el anuncio ni correr, libre, hacia el Dios que nace. Por eso te invito a que te reconcilies estos días, a que acudas al sacramento y te saques esa piedra con la que cargas encima. Tu deseo debe estar vivo, tu mirada limpia, tus oídos finos y tus pies prestos para correr. Pide perdón y prepárate.
- «Dios cumple sus promesas» – Así empieza el evangelio de hoy: «Comienzo del Evangelio». Dios quiere comenzar contigo también un nuevo capítulo de tu historia. Empezar de cero. Renovarlo todo. Abrasar lo viejo y germinar algo distinto. ¿Cómo lo ves? Evangelio es una buena noticia, pero no genérica sino concreta: Dios viene a tu vida y al mundo para que el Reino de Dios sea una realidad, para cambiarlo todo, para que el amor se haga fuerte. Es una promesa de felicidad, de plenitud. Es eso que añora aunque no sabes ponerle nombre. Esa eso que viene a saciar el vacío que sientes tantas veces. Dios ya viene.
Sigue caminando a Belén. A veces con las fuerzas justas. A veces con la esperanza en mínimos. A veces desviado del camino y atravesando baches. A veces despistado, despistada. A veces haciendo pausas porque no tienes claro que quieras ir… Pero sigue caminando. Escucha esas voces que te animan a recomponer tu vida, a abandonarte en sus manos, a dejarte querer por la Ternura.
Un abrazo fraterno
Santi Casanova