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Andando sobre las aguas (Mt 14,22-36)

Lo hacemos más a menudo de lo que creemos. Sí, eso de andar sobre las aguas. Es como un «andar descalzos por el parque» o un «bailar desnudos bajo la lluvia». Permíteme estas comparaciones, salvando las diferencias.

La vida nos trae tempestades que nos tambalean y nos llenan de desasosiego. Nos zarandean, sacuden nuestras seguridades, nos descentran y nos hacen sentir que todo se viene abajo. Esa es la imagen del Evangelio de hoy. Un puñado de hombres siendo zarandeados por una gran tempestad que cambia sus vidas.

¿Qué te dice Dios ante esto?

  1. Él está cerca. No ha huído. No ha desaparecido. No te ha dejado solo. Las tormentas vienen y se van. Las turbulencias están ahí. Son parte de nuestra vida. Algo natural. Y Dios no te deja solo.
  2. No centres tu oración ni tus deseos ni tus fuerzas en hacer que la tempestad se calme. Tal vez sea batalla perdida. La enfermedad, los disgustos, la muerte, el dolor, los cambios, la pérdida de trabajo, las crisis, el coronavirus… todo eso llega y Dios lo permite. Centra tu oración en poder «andar sobre las aguas». Que el Señor te dé fuerza para caminar aún cuando las cosas están feas. Esperanza, fortaleza, valentía, fe, confianza… eso es andar sobre las aguas.
  3. Da miedo. Casi más que la propia tempestad. Da miedo sentir la fuerza de Dios sobre la propia vida. Entran dudas sobre uno mismo. Todo tiembla. Es normal. Y aún así, ahí está Jesús sosteniéndote y diciéndote que no tengas miedo.

Así que ya sabes. Puedes. Es posible. Con el Maestro. Anda, anda sobre las aguas y no tengas miedo.

Un abrazo fraterno – @scasanovam