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Evangelio para jóvenes – Domingo 8º del Tiempo Ordinario Ciclo C

Suenan las bombas en Ucrania. Suenan los llantos de los niños y de los adultos que, aterrorizados, escapan de una pesadilla que parecía imposible. Sube la tensión y, entre acusaciones mutuas, los jefes de gobierno toman las medidas que les parecen más necesarias. Cuando se impone la guerra es porque todos hemos fracasado. Y tú y yo, muchas veces lejos del conflicto, nos preocupamos por si la guerra nos estalla también en las manos. Y opinamos. Y el ruido de críticas, acusaciones, valoraciones y desprecios, se hace tan hondo como los disparos de la artillería pesada en campo abierto. Escuchemos la Palabra de hoy: Lc [6, 39-45].

En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola:
«¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo sobre su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la mota del ojo”, sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.
Pues no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.
El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca».

Jesús sigue desplegando su propuesta de vida, su propuesta de seguimiento. Hoy te habla del pecado, del mal que nos habita a cada uno de nosotros y de la relación que mantenemos con él. Es importante darse cuenta cuanto antes de que el pecado, el mal que cometemos, va mermando nuestra capacidad de ver el mundo con luz, con claridad, y es más probable que el desorden, el dolor y la insatisfacción lleguen a la vida. Te dejo tres pistas para tu oración de hoy:

  • «Ciegos» – Seguro que tú, como yo, alguna vez has pedido consejo a los que tienes cerca, a los amigos más cercanos, a aquellos que están a tu lado y te conocen. Los amigos escuchan y su apoyo es importante cuando pierdes la luz para seguir caminando. Muchas veces los anteponemos a la familia, porque nos da pudor compartir ciertas cosas con nuestros familiares más directos. ¡Y de confesarnos ya ni hablamos! ¿Cuánto hace que no pasas por el confesionario a recibir el perdón y ponerte a buenas con Dios? Acompañar a otro no es fácil, aconsejarle menos. Jesús lo sabe y te aconseja que te busques compañía sabia para los momentos duros. Tal vez un profesor con quién tengas confianza, un familiar que te conozca y que no te suscite temor, tal vez un sacerdote que pueda ser tu acompañante espiritual… Cuando estás en momentos de oscuridad, necesitas a alguien que vea más que tú, que ya haya pasado por ahí, que conozca el camino y que, respetándote, te escuche y te ayude a discernir bien por dónde ir. Dios te ayudará a encontrar a alguien.
  • «Tu mota, mi viga» – ¡Cuántos juicios a la ligera haces a lo largo del día! ¡A cuántos criticas sin darte cuenta de que tú estás parecido! ¿Por qué esa crítica tan malhumorada, tan mal traída, tan cruel a veces, tan injusta? ¿Por qué permites que el veneno llegue a tu corazón y te haga perder de vista que tú también te equivocas, que tú también caes muchas veces, fallas, traicionas? ¿Por qué te dejas llevar como si tu mirada fuera la única, como si lo supieras todo, como si tu palabra fuera la definitiva? ¿Por qué no ser más generoso, más comprensiva, menos duro con los demás? ¿Por qué no mirar el error ajeno con comprensión, aceptando que forma parte de la existencia humana? ¿Por qué siempre mirar hacia afuera, al de enfrente, y no enfrentarte a tu propia realidad, a las incoherencias de tu persona, a la frialdad de tu corazón? ¿Te has mirado bien?
  • «¿Qué rebosa en tu corazón?» – ¿Qué guardas en tu corazón, que rebosa? ¿Qué guardas en grandes cantidades? ¿Con qué lo alimentas hasta saciarlo? ¿Te has preguntado esto alguna vez? Algunos llenan el corazón de deseos, de sueños; otros, de nombres y rostros; otros, de envidias y recelos; otros, de críticas y quejas; otros, de lujuria desmedida; otros, de esperanza pese a todo; otros, de amor, de mucho amor… ¿Y tú? ¿Qué dejas que se cuele en el lugar más valioso de tu persona? ¿Qué dejas que arraigue y se haga fuerte? ¿Qué permites que ocupe espacio y que, incluso, marque la tendencia de tu manera de vivir y sentir? Jesús es un modelo de vivir una vida, de derrocharla, de gastarla, para los demás, para Dios. No hay más que ver sus milagros, sus encuentros, sus palabras, sus gestos, sus silencios… No hay más que ver cómo nació y cómo murió, para descubrir su corazón y lo que lo habitaba. ¿Qué se ve en ti?

En estos tiempos de crisis, de pandemias, guerras, decepciones y sinrazones, Jesús te propone mirarte a ti mismo y mirar a los demás desde lo mejor de tu corazón. Te propone querer mejor, ya sabes, para quererte mejor tú también. Te propone que, en vez de juzgar, primer paso para dilapidar la paz, observes qué rebosa en el otro, y aprendas a ver a Dios ahí. Ojalá aprendas a vivir «rebosante» de Dios. Buena semana.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 7º del Tiempo Ordinario Ciclo C

Esta semana, una amiga muy cercana compartía conmigo su disgusto ante muchas de las cosas que veía a su alrededor. «¿Por qué les va de puta madre a personas que hacen tanto mal, que hacen tanto daño? ¿Y por qué yo, que intento hacer las cosas bien, sufro tanto y tengo que pelearme tanto con la vida?». Días malos, llenos de oscuridad, con la sensación de que Dios no es justo. Tal vez tú también sabes de lo que hablo. Por eso la Palabra de hoy del evangelista es tan potente. Escuchemos: Lc [6, 27-38].

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen. Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo. ¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros.»

¿Te acuerdas de las Bienventuranzas del pasado domingo? Las palabras de Jesús de hoy son la continuación. El escenario no ha cambiado. El discurso sigue. Estamos en el corazón del mensaje de Jesús en el evangelio de Lucas. Jesús está concretando las Bienaventuranzas, está hablando con palabras lo que luego nos irá mostrando con hechos en su viaje a Jerusalén y en el final de su vida. ¡Qué importante es vivir según se piensa! ¡Qué importante es actuar con coherencia! ¡Qué importante que las palabras y los hechos de tu vida guarden unidad, como en Jesús! Te doy tres pistas para tu oración de hoy:

  • «Sin esperar nada a cambio» – Pocas veces oirás hablar del amor como cuando habla Jesús. Puede que oigas hablar de cosas parecidas pero de AMOR con mayúsculas, pocas veces. Porque la propuesta de Jesús es exigente. El amor de verdad exige gratuidad, no espera recompensa. Por eso el amor no es un mero sentimiento, ni un estado de ánimo. Amar es, en buena medida, una decisión, una opción. «Te amo porque quiero amarte» diría el poeta. ¿Cómo lo ves? ¿No crees que es hora de examinarte un poco en el amor? ¿Quieres para que te quieran? ¿Quieres esperando que te quieran? Incluso en aquellas cosas que haces voluntariamente… ¿buscas recompensa? La exigencia de Jesús es alta pero, a su vez, habla de la confianza que el mismo Dios tiene en nosotros. Somos capaces de amar así. Eres capaz. Ponte en camino.
  • «¡No es justo!» – Dios es bueno también con los malvados y desagradecidos. Eso dice el Evangelio. En otro lugar dirá algo así como «Dios hace salir el sol sobre justos e injustos». Esa idea de justicia que tiene Dios, a nosotros nos parece injusta. Seguro que tú eres de los que piensan que Dios debería premiar a «los buenos», a aquellos que hacen el bien. El cielo debería estar reservado para los que han hecho las cosas bien. Y a «los malos», ¡desgracias, calamidades, infierno! Dios ES de otra manera. Pero entonces, ¿para qué sirve ser bueno? ¿Por qué vivir de acuerdo a los mandamientos, a la doctrina… si, al final, Dios nos perdona? Interesante… dale una vuelta.
  • «La medida que uséis, la usarán con vosotros» – Ciertamente, a Jesús no le fue bien confiando, amando y perdonando a sus enemigos. La cruz nos recuerda permanentemente que uno no siempre recoge el bien que siembra. Pero… ¿y si la cruz no fuera el final del camino? ¿Realmente acabó ahí la historia? ¿Jesús salió derrotado? ¿No hubo frutos a toda una vida llena de amor al otro? ¿Qué opinas? ¿No es la Resurrección la respuesta de Dios a una vida llena de luz y entrega? ¿No es la comunidad que brotó tras ella la prueba palpable de la acción de Jesús en el corazón de aquellos que le conocieron? ¿No hay en tu vida y en el mundo, pruebas concretas que te hablen de que sí vale la pena vivir al estilo de Jesús? Tal vez no son los frutos que más venden pero… ¿no son justamente los que te hacen más feliz?

Estás llamado, llamada, a una vida apasionante, con retos de altura. Amar cada día mejor, ser cada día mejor amante, es el susurro que, día tras día, recibes del Espíritu. Dios te conoce, te ama con locura y sabe, con certeza, que eres capaz de cambiarlo todo si decides entregarte a los demás. Y cuando digo cambiarlo todo es cambiarlo todo… ¡Buen domingo!

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

No enseñaba como los letrados… (Mc 1, 21-28)

… sino con autoridad».

 Desde luego entiendo que la autoridad de la que habla el Evangelio es algo especial pues la pone como contrapunto a los letrados del momento. Si los letrados eran los que sabían leer y escribir, los conocedores de las normas, de los preceptos, de la Escritura… los sabios y doctos… ¿De qué autoridad estará hablando el Evangelio para contraponerla a la autoridad derivada del conocimiento, de la cultura, de la preparación intelectual…?
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Lo que yo saco de aquí es que hay una autoridad vital que uno no se labra sino que le otorgan. ¿Qué ve la gente para dar esa autoridad a alguien? Algo distinto sin duda a lo que verían en los letrados. Tal vez una coherencia vital entre lo que se dice y lo que se hace. Tal vez una preocupación y cercanía máxima a las personas, al pueblo, a los más desfavorecidos y a los que más sufren. Tal vez escucharían palabras y verían gestos liberadores y no opresores…

La autoridad de Cristo nada tiene que ver con los méritos, ni con los títulos, ni con los puestos de poder, ni con la clase social… Es otra cosa. Y muchos años después, sigue siendo igual…

Un abrazo fraterno