25 de agosto, ¡qué Calasanz tan especial!
Oficialmente para mí, desde hace unos años, el curso propiamente dicho comienza el 25 de agosto, festividad de San José de Calasanz y día en el que la comunidad nos reunimos de nuevo tras el verano y abrimos las puertas del colegio para que todo el que quiera pueda acercarse a celebrar la fiesta con nosotros.
Este curso que comienza tiene unas connotaciones muy especiales. Viene precedido, además, de un verano trabajoso y cansado en el que nos hemos vuelto a mudar al colegio, tras dos cursos de obra en el edificio donde estábamos. Tercera mudanza en tres años. ¿Quién ha dicho «miedo»? Miedo no, pero cansancio mucho. Pero el objetivo parece que se va cumpliendo: tener el hogar a punto para cuando el 3 de septiembre, lunes, se enciendan las luces.
El 2018 pasará a mi historia personal como lo hizo en su momento el 2015. Cumpliré mis 42 años y podré decir que he llegado. La meta definitiva sólo es el final, la vida eterna junto a Dios, para los que creemos en Él. Pero hay metas volantes, a lo largo del camino, muy importantes. Fue meta mi matrimonio. Fue meta el nacimiento de cada uno de mis hijos. Fue meta mi primer día de trabajo remunerado en General Electric Healthcare allá por el 2000. Fue meta mi primer viaje al otro lado del charco. Fue meta superar a su lado la enfermedad de mi madre. Y será meta en breve el hecho de comenzar mi labor docente en un colegio escolapio. Sí, he llegado.
No hay camino importante exento de sufrimiento. Yo he caminado por el desierto mucho tiempo. Hubo días en que me arrastré, días en los que desfallecí, días en los que quise dejar de andar. Hubo días de luz y días de oscuridad. Hoy miro hacia atrás y veo la mano del Señor en cada curva, en cada recodo, en cada cruce, en cada nube, en el sol abrasador, en la fina lluvia, en las etapas en soledad y en los ratos acompañado. Y sé que su promesa, por fin, va a tener cumplimiento.
Nuevas puertas se abrirán y nuevas sendas aparecerán ante mis ojos. No tengo ni idea de qué va a suceder a partir de ahora. Está la tentación de dejar de buscar, de dejar de caminar, de complacerme en lo conseguido. No puedo caer. Por eso quiero seguir despierto, atento, en vela, vigilante. Quiero responder, alegre, como María, «aquí estoy, hágase en mí según tu Palabra» para luego vivir únicamente para traer a Dios al mundo, a cada chico, a cada familia.
Que el Espíritu me acompañe y que su sabiduría guíe mis pasos. Y que Calasanz, que llena cada uno de estos muros y vive en cada uno de sus seguidores, me enseñe con paciencia a ser fiel hijo suyo.
Es tiempo de gozo. Es tiempo de alegría. Es tiempo de cumplimiento. Es tiempo de don.
Un abrazo fraterno