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Evangelio para jóvenes – #Cuaresma2024 – Lunes 2º Ciclo B

Que tu compasión nos alcance pronto,
pues estamos agotados.
Sal 78

La invitación a cambiar es una invitación a descansar. Y es que cuando te olvidas de Dios, cuando dejas que el mal, el pecado, el daño… vaya ganando espacio… el agotamiento se hace inmenso. Cansa seguir, cansa apostar, cansa la alegría, cansa intentarlo, cansan las personas, cansas tú mismo. Todo pesa. La vida se hace difícil de llevar. El mundo es demasiado asfixiante.

Vuelve a Dios. Búscale. Dale espacio. Deja que entre, como si fuera oxígeno limpio para tus pulmones destrozados.

¿Perdonar? Siempre. Y pedir perdón, también. (Mt 18,21–19,1)

Vengarse siempre es una tentación. Querer mal para aquel que nos ha hecho daño, también. Encerrarse en el foso del victimismo incurable, tentación. Pensar que no necesito el perdón, abrazarse al error y ser esclavo del orgullo, lo mismo.

La invitación de Jesús de Nazaret es practicar el perdón como el comer. Y cuando hablamos de perdón lo hacemos en doble dirección: saber perdonar al hermano que nos ha hecho daño y saber pedir perdón cuando somos nosotros los que hemos infligido dolor a otro.

Dios es perdón. Él perdona siempre. ¿A todos? A todos. ¿Todo? Todo. Es el padre de la parábola que no desea otra cosa que aquel que se ha perdido, vuelva a casa. Es el que perdona los pecados a la adúltera, sin condenarla, y la anima a no pecar más. Es el que, como a la samaritana, conoce nuestra vida, acoge nuestro caos, y nos ofrece aquello que calmará nuestra «sed» de felicidad para siempre. Dios es el que se agarra a la última astilla, del último troco que, ya en el precipicio, permite rescatarnos del abismo, como hizo con Dimas, el ladrón, ya en la cruz. Dios no sabe no perdonar. Su justicia es el amor. Sólo pide a cambio un corazón abierto a ese amor, a ese perdón, deseoso de una eternidad a su lado.

Perdonemos. Pidamos perdón. Y estaremos más cerca del paraíso.

Un abrazo fraterno – @scasanovam