Entradas

Evangelio para jóvenes – Domingo 27º del Tiempo Ordinario Ciclo A

El buen entrenador es aquel que asume como propias las derrotas y se desmarca de los éxitos, regalando a los jugadores el protagonismo del fruto conseguido. Lo demás es pura soberbia, que acaba con cualquier equipo. Lo mismo pasa en la labor docente. Lo mismo pasa en la vocación paternal. Apropiarse de los frutos y querer jugar a ser «dios» todo el rato… tiene consecuencias terribles. De algo de esto va la Palabra de hoy. Leamos el Evangelio [Mt 21,33-43]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose: «Tendrán respeto a mi hijo.» Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: «Éste es el heredero, venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia.» Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron. Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?»
Le contestaron: «Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos.»
Y Jesús les dice: «¿No habéis leído nunca en la Escritura: «La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente?» Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.»

Dios cuida de su pueblo. Eso pretende al menos, aunque a veces se lo ponemos difícil. Dios no sabe hacer otra cosa que cuidar. Nosotros sí. Sabemos destruir, matarnos, odiarnos, separarnos… Tenemos la capacidad de jugar a la contra de Dios y de poner patas arriba todo aquello que salió de sus manos. No hay más que ver el mundo. Te dejo tres pistas para hoy:

  • «¿Qué se ha encomendado a tu cuidado?» – ¿Cuál es la viña que el Señor te ha regalado? ¿Lo has pensado alguna vez? ¿O piensas que no tienes responsabilidad sobre nada, que no debes cuidar nada? ¿Eres como un Principito sin rosa? ¿Sólo tú, tú y tus sueños? Dale una vuelta. ¿Es tu familia? ¿Es ese amigo tuyo que anda perdido? ¿Es tu grupo de chavales de catequesis? ¿Son tus compañeros de trabajo? ¿Es la institución en la que trabajas o la organización en la que estás de voluntaria de vez en cuando? ¿Y la Iglesia? ¿No está puesta la Iglesia también bajo tu cuidado? ¿Qué haces con todo ello?
  • «¿Y tus propios dones?» – ¿No debes cuidar también lo que Dios te ha regalado a TI? Esa capacidad de escucha que serviría a tantos si la pusieras en práctica; esa inteligencia que si creciera cambiaría el mundo y que, sin embargo, se pudre tras tu pereza; esa capacidad para comunicar que has decidido sacrificar por algo más «cool» y exitoso; ese don que tienes con las personas mayores, o la paciencia con los más pequeños o tu fortaleza frente a las tempestades de la vida… ¿Cuidas todo eso que no es obra tuya y que, en cambio, es lo mejor que tienes? ¿Cuidas tus dones o los matas de inanición? ¿Cuidas tus dones o te apropias de ellos y los usas al mejor postor? ¿Qué haces con la semilla del Reino que Dios ha plantado en tu corazón?
  • «Siempre Dios» – Más allá de tu propia soberbia, de tu orgullo, de la convicción de que eres el ombligo del mundo… más allá de todo eso, está Dios, el olvidado, el sacrificado, el humillado. Dios es el que te creó, el que lo creó todo, el que lo puso todo delante de tus narices y del que ahora te has olvidado. Tus éxitos son tuyos, dices. Los fracasos, tu pecado, culpa del Dios al que has echado de tu vida tantas veces… ¡Aclárate! ¡No te mientas a ti mismo, a ti misma! Dios te llama a ser su hijo, su hija. Dios te llama a cuidar a tus hermanos y al mundo. Dios espera que el amor y tus cuidados fructifiquen. Y, al final, espera sentarte en su mesa para disfrutar juntos del banquete… Vale la pena.

La Iglesia también es parte de esta «viña» que Dios a puesto bajo tus cuidados. No siempre la entiendes. No siempre compartes alguna de sus enseñanzas, o posiciones o actuaciones. No siempre valoras su diversidad. No siempre aceptas sus errores. Pero Dios te llama a cuidarla, no ha arrasarla, ni a machacarla, ni a dividirla… Sé cuidadoso también con ella en estos tiempos tan complejos que nos ha tocado vivir.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

 

Evangelio para jóvenes – Domingo 25º del Tiempo Ordinario Ciclo C

Esta semana pasada he comenzado las clases con mis nuevos alumnos de Matemáticas y TIC en el cole. Presenté mis asignaturas y todavía no me metí en harina. Vamos poco a poco, que el aterrizaje es duro. Lo que sí intenté es transmitir un mensaje que me parece importantísimo: yo voy a dar lo mejor como docente y eso es exactamente lo que espero de mis alumnos, que den lo mejor de sí. Malgastar las posibilidades que uno tiene, las capacidades que le han sido dadas, es, tal vez, uno de los mayores males que podemos cometer. Leamos el evangelio de hoy [Lc 16,1-13]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo:
“¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando».
El administrador se puso a decir para sí:
“¿Qué voy a hacer, pues mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa”.
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero:
“¿Cuánto debes a mi amo?”.
Este respondió:
“Cien barriles de aceite”.
Él le dijo:
“Toma tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta”.
Luego dijo a otro:
“Y tú, ¿cuánto debes?”.
Él contestó:
“Cien fanegas de trigo”.
Le dice:
“Toma tu recibo y escribe ochenta”.
Y el amo alabó al administrador injusto, porque había actuado con astucia. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz.
Y yo os digo: ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.
El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto.
Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero».

Derrochar es malgastar. El propietario «llama a filas» a su administrador porque malgasta sus bienes, seguramente en beneficio propio. Como dice mi amiga Adriana en el comentario de hoy de #TuVozdelosLunes, ¿y si piensas que Dios es el propietario y tú eres su administrador? ¿No es verdad que Dios, que lo ha creado todo, que te ha creado a ti, te ha dejado libre para hacer de tu vida lo que quieras? ¿No es verdad que ha dado un paso atrás confiando en que tú sepas qué hacer con todo lo que te ha dado? La pregunta entonces es clara: ¿cómo lo estás haciendo? Te dejo tres pistas:

  • «Los bienes» – Tal vez te estés preguntando qué bienes te ha tocado administrar. Pues todo lo que te ha sido dado en tu vida: la naturaleza, tu familia, tus dones y capacidades, los amigos que han aparecido en el camino, los lugares que han dejado huella en ti, las personas necesitadas que están en tu entorno, tus estudios o trabajos… Todo eso son las «riquezas» de Dios que Él ha puesto a tu servicio y que te ha confiado. ¿Qué estás haciendo con ello? ¿Lo estás usando para vivir más cómodamente, para que te «sirvan» cuando te interesa, para que los «uses» en tu propio beneficio? ¿No sería mejor que todo eso sirviera para generar más «riqueza»? ¿No sería mejor que se multiplicara? ¿No sería mejor que fuera dado y entregado a aquellos que lo necesitan, para saciar sus carencias? Piénsalo…
  • «Lo poco y lo mucho» – En la vida llegan momentos clave donde todo lo que uno es, todo lo que uno ha aprendido, toda la fe que ha crecido, todo lo que ha madurado… se pone en juego. No son muchos momentos, tal vez tres o cuatro, en los que uno debe acertar porque se juega todo el sentido de su vida. Pero es imposible acertar ahí si no has entrenado tu corazón, si no te has curtido en las batallas pequeñas, si no te has deleitado en el discernir de cada día. No puedes pretender ganar una Champions, ser un Rafa Nadal de la vida, si no eres capaz de aguantar el entrenamiento diario, si no eres disciplinado en lo cotidiano… ¿Cómo vas a apostar por el Amor si no eres capaz de amar en esos minutos tontos de cada jornada? ¿Cómo ganarlo todo si eres incapaz de empezar el día a la hora, haciendo tu cama; incapaz de estudiar lo que toca; incapaz de vivir agradecida por la oportunidad de estudiar o trabajar; incapaz de hablar con esa amiga con la que te has distanciado; incapaz de rezar 10 minutos al día; incapaz de salir y no emborracharte; incapaz de no buscar en tu pareja tu propio placer y usarla…?
  • «Dos señores» – Mira tu vida y piensa: ¿a qué dioses están sirviendo hoy? Puede ser el dinero, puedes ser tu mismo, puede ser el éxito, puede ser la comodidad, puede ser el bienestar, puede ser… el Dios de Jesús. Pueden ser incluso varios a la vez, seguro que me dirías… porque a veces nos confundimos, y nos equivocamos y queremos una cosa pero hacemos otra… ¡Sin duda! Pero hay que intentar que cada día, el porcentaje de corazón que sirve sólo a Dios sea más alto. Ese es el objetivo. Sólo falta que lo decidas y lo persigas. Y sí, notarás que lo estás consiguiendo cuando detectes que vives más en paz; más liado… pero más feliz.

Ojalá tengas una buena semana y administres bien estos siete días que vienen por delante. Ojalá que el amor se multiplique y la deuda del pecado se reduzca. ¡A por ello!

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 3º de Cuaresma Ciclo C

Esta semana he sido testigo de mucho de lo que escondemos de nosotros mismos. He hablado con varios jóvenes como tú y he constatado cómo, al igual que los adultos, vuestra vida empieza a estar marcada por la fragilidad, por las heridas en el camino, por la dureza de afrontar lo maltrechos que os encontráis muchas veces. Tomamos malas decisiones, escapamos de lo que no nos es agradable, negamos los problemas, vivimos insatisfechos, llenos de miedos, somos incapaces de salir de la espiral y optamos por hacer como si nada pasara. Pero las cosas no van bien. Eres como un árbol que no da fruto, como nos recuerda el evangelista en el relato de hoy: Lc [13, 1-9].

En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían.
Jesús les contestó: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.»
Y les dijo esta parábola: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: «Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?» Pero el viñador contestó: «Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas».»

Nunca es mal momento para revisar nuestra vida, ponernos frente al espejo e intentar reconocernos. ¿Qué ves frente a ti? ¿Eres lo que querías ser? ¿Eres lo que te enseñaron a ser? ¿Eres lo que Dios tal vez espera de ti? ¿Eres la mejor versión de ti mismo, de ti misma? ¿Y qué me dices de tus actos, de tus decisiones, de tus elecciones? ¿Son fruto de lo mejor que tienes, de tus principios, de tus valores, de la bondad que habita tu corazón… o son el resultado de haber dado espacio a algo que, parece, no acaba de llenar tu vida? ¿Serás tú esa higuera sin fruto de la que habla el Evangelio? Te dejo tres pistas:

  • «El fruto» – El fruto no son las expectativas que a veces te has hecho de ti mismo, o que otros han hecho para ti. En muchas ocasiones, esas expectativas son ensoñaciones basadas en el éxito, la consecución de unos objetivos o resultados o aspiraciones de vida legítimas pero llenas de promesas vacías. El fruto es aquello que puedes producir a partir de los dones que se te han regalado. Dios te ha dado dones, te ha regalado cualidades. ¿Para qué? Para que seas feliz desde ellas y para que cambies el mundo con ellas. Tal vez eres alguien alegre, alguien que lleva esperanza a rincones oscuros, que pone paz donde hay tensión, que escucha bien, fiel, fuerte, humilde, con mirada limpia, tierno, centrada en las necesidades ajenas… La pregunta es… ¿qué estás haciendo con todo eso? ¿Estás dando salida a tanto bueno que hay en ti? ¿Estás poniendo en juego aquello que es lo mejor que tienes? ¿Estás dando a otros lo que llevas dentro? ¿O estás a otras cosas, pensando en tu futuro, tu éxito, tus problemas, tú, tú y tú…?
  • «El viñador» – Jesús es el viñador que sabe cuidar la higuera, que conoce los secretos del campo, el estiércol necesario, el tiempo de la poda… Jesús es aquel que quiere cuidarte, que puede sanarte, que conoce los secretos de tu corazón, lo que necesitas, lo que debes alejar de tu vida… Deja que Jesús te cuide. Deja que las manos artesanas de Jesús toquen tu vida y busquen la manera de que el fruto brote. ¿Cómo hacerlo? Creo que hay muchos caminos pero te recomiendo dos: los sacramentos y las personas. Reza, acude a la iglesia, vete a confesar, comulga… y rodéate de personas buenas, que te quieren, te conocen, de personas también que te necesitan, de los pobres, de personas con las que rezar, a las que poder contarte… Encontrarás a Jesús en el sagrario, en el Pan y en la mirada y las manos de los otros. Deja que Jesús te cuide.
  • «… y paciencia» – Te gustaría ver cambios rápidos. Necesitas sentirte mejor, necesitas respuestas, necesitas cariño, necesitas «pequeños éxitos», «pequeños frutos»… pero todo lleva su tiempo. El invierno dura tres meses y el tiempo va cambiando poco a poco. Las gélidas temperaturas invernales van templando, la nieve se va derritiendo, los caminos se van despejando, los almendros sacan su flor… y llega la primavera. No desesperes. Afronta la lentitud y no tengas prisa. Una vida se cuece a fuego lento, no en el microondas. Dios sabe qué hacer contigo. Déjale hacer. Sigue caminando.

Dios tiene paciencia. Te conoce. Sabe quién eres. Conoce tus dones y también tus debilidades, tus batallas, tus heridas, tus traiciones. Y sigue esperándote. Cree en ti más que tú mismo, más que tu misma. Mírate, dite la verdad, déjale tocar tu vida y cambia. Es tiempo de cambio, de cambio del bueno. No lo dudes.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

El gasto genera riqueza (Lc 19,11-28)

Dicen los economistas que en época de dificultades, se gasta menos, por precaución, y la recesión aumenta. Para que la economía crezca, debe haber movimiento de dinero. El gasto es bueno para el mercado, produce riqueza.

En lo espiritual, podemos decir que la dinámica es parecida. Nos han sido regalados dones, cualidades, capacidades. ¿Qué hacemos con ellas? Sólo gastarlas garantiza que la riqueza crece. Una riqueza que no es para uno sino para todos. Riqueza de la buena. Sólo el don que se entrega sirve para el fin para el que fue creado.

No hay amor que lo sea si se guarda. El amor, o se gasta, o caduca y echa moho. Yo prefiero gastarlo. Es la manera de asegurarse una eternidad de bienestar.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Mucho (Lc 12,39-48)

Puede que sea la mayor falta, el mayor pecado. Incluso alguien no creyente, clamaría al cielo si alguien desaprovechara lo mucho que se le ha dado. Porque la escasez justifica muchas cosas. Pero la abundancia nos exige responsabilidad, agradecimiento y generosidad.

Cuanto más tengo, más. Cuánto más se me ha dado, más. ¿Dinero? ¿Capacidad? ¿Inteligencia? ¿Tiempo? ¿Posición? ¿Familia? ¿Cómo tirar todo eso por la borda y vivir como miserables, como si pasáramos penurias? Pecado.

Yo miro a mi alrededor y me siento afortunado. Y ese sentimiento que me llega al corazón no es para colocar en un florero y admirarlo. Es para gastarlo, para darlo de vuelta, para producir más fortuna en otros.

Ojalá mi mirada nunca sea desagradecida, despreocupada, torpe e injusta.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Dones y llamadas (Romanos 11, 29-36)

Me ha impactado mucho la primera frase de la lectura de Pablo de hoy. Señor, qué claro eres cuando quieres. Qué claro y qué rotundo…

Me hablas de dones y de llamadas. Los dones que me regalaste y las llamadas que me hiciste. Son para siempre. No puedo obviarlos, vivir como si no existieran, olvidarlos, pensar que se agotan o desaparecen… No es así. Son una bendición para siempre y una responsabilidad también. Son tu mirada sobre mi, Padre.responder_mensaje_iphone_0001

Mis dones fundamentales creo haberlos descubierto hace tiempo y siempre supe ponerles nombre: la alegría, la fortaleza, la confianza y la fidelidad. Alegría que me permite afrontar la vida con esperanza y transmitir mi ser cristiano de la manera más sencilla posible. La fortaleza que me permite afrontar trabajos y esfuerzos, cargar a la espalda, superar dificultades y afrontar problemas sin desfallecer. La confianza que me hace vivir con ligereza, feliz, sabiéndome amado y cuidado, poniéndome en tus manos. La fidelidad que me permite permanecer tantas veces aún no entendiendo, en momentos de desencanto, de pobreza, de oscuridad…

¿Las llamadas? A ser testigo tuyo, hijo de la Iglesia, esposo de Esther, padre de mis hijos, hermano de mis hermanos en la Escuela Pía y llamado a ser educador de niños y jóvenes.

Miro atrás y nada de esto ha cambiado. Ahí están. Inmutables por más que pasen los años. No puedo dejar de responder. Mi felicidad está en juego y también la parte de construcción del reino que me corresponde.

Tema serio éste. A tu lado, será más fácil.

Un abrazo fraterno

¿Cryptonita? No. ¡Barro! (Corintios 4, 7-15)

Llevar un tesoro en vasijas de barro suena a chiste. Pero así es. Dios no ha querido encomendar la tarea de traer el Reino de Dios al mundo a los más sabios, a los más ricos, a los más guapos, a los de mejor CV… no. Te ha querido a ti. Me ha querido a mi. A veces me miro y reconozco en mi todas esas incoherencias e infidelidades que me daría vergüenza admitir si se hicieran públicas. A veces me imagino bajando los ojos ante Dios reconociendo que sí, que he sido muy débil, que no he estado a la altura.

vasijasdebarroY hoy me encuentro con estas palabras de Pablo y lo entiendo todo. Mi vasija de barro es la garantía de que todo viene de Dios. Dios me hace grande en mi pequeñez. Dios me hace digno en mi incoherencia. Dios inunda, como torrente, mi huerto seco. Y Él,a la par, muestra todo su Amor conmigo. Muchas veces me he encontrado con personas que se acuerdan de una palabra que les dije, de una catequesis que les di, de un gesto, de una carta, de… con personas para las que soy referente… Y no entiendo cómo sucede. Pobre de mi. Pero por otro lado, reconozco la acción de Dios a través de mi persona, de los dones regalados, de su Espíritu derramado…

La vasija de barro es la prevención ante la tentación del endiosamiento. No soy yo el que salva. No soy yo el que cambia. No soy yo el que habla, ni el que cura, ni el que abraza… Es Él.

Y luego viene un párrafo precioso que no puedo evitar copiarlo literalmente: «Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no desesperados; acosados, pero no abandonados; nos derriban, pero no nos rematan; en toda ocasión y por todas partes, llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.» Así somos algunos, los que reposamos nuestra vida en el Señor; al menos, los que lo intentamos. No somos personas sin problemas. Ni somos superman o batgirl… Vivimos la misma crisis. Tenemos los mismos problemas que otros. Pagamos la mismas hipotecas. Sufrimos las mismas enfermedades. Nos quedamos en el paro igual que todos… Pero experimentamos la fuerza de la Resurrección. Y esa fuerza… puede con todo.

¿Vasijas de barro? Sí. Pero misteriosamente consistentes…

Un abrazo fraterno

Espera en el Señor, sé valiente (Sal 26)

Me llama la atención sobremanera esta frase del salmo: espera en el Señor, sé valiente. Es como si sonara raro, como si hubiera algo que no acabara de cuadrar. Parece que esperar y ser valiente son contrapuestos. Es fácil entender que hay quienes apuestan por esperar en la vida y hay quienes son valientes y deciden salir a jugar y arriesgar. Hoy, el salmo nos propone ambas cosas. Parece incomible y el orden me desconcierta. Yo lo entiendo a mi manera:valiente1912grande

«Sé valiente…». Sólo entiendo la vida jugando al ataque. El Señor nos llama a gastar nuestra libertad y a poner nuestros dones en juego. El Señor nos llama a asumir riesgos y a dar la vida por el Reino.

«… y espera en el Señor». Es más fácil ser valiente cuando uno sabe que su valentía por el Reino está patrocinada por el Padre, cuando sabe que al final la obra es suya y que es Él quien actúa. Uno se sabe protegido y querido. Uno se sabe valioso.

SÉ VALIENTE Y ESPERA EN EL SEÑOR. ¡Qué esquema de juego tan hermoso! Yo me apunto…

Un abrazo fraterno

Tu brazo realiza curaciones, signos y prodigios (Hc 4, 23-31)

Bueno, igual es un poco presuntuoso el título aplicándolo a mi mismo pero me siento muy bien. A estas horas de la noche estoy satisfecho con el trabajo realizado.

Esta tarde he estado acompañando a un grupo de personas que se están preparando para ser Coordinadores de Tiempo Libre en su espacio dedicado a la sexualidad y la afectividad. Estuve con la cabeza rota durante semanas, releyendo libros y concretando aquello que quería presentar en las 3 horas que tenía. Ayer me acosté a las 3 de la mañana acabando de preparar la presentación… y todo ha valido la pena.

Creo que tengo la capacidad de conectar con las personas, de convertir esos ratos en algo mucho más cercano que una simple charla en la que uno enseña y los otros escuchan. Ayudar a descubrir, aunque sea poco, es dar un poquito de luz. Y hoy siento que parte de lo vivido esta tarde es ciertamente un prodigio. Con haber generado la necesidad de profundizar en un tema tan importante y con haber transmitido la idea de que vale la pena luchar por vivir una sexualidad integral… creo que es suficiente.

Gracias padre por irme abriendo puertas e irme dando la oportunidad de poner en juego mis dones personales.

Un abrazo fraterno

la-puerta-blanca

Dignos de vuestra vocación (2Ts 1, 1-5.11b-12)

Hoy celebramos la festividad de José de Calasanz. Hoy es día de fiesta para todos aquellos que pertenecemos a las Escuelas Pías y que sentimos que Dios nos llama a construir Reino educando a niños y jóvenes.

Y me ha llamado poderosísimamente la atención la frase que aparece en la primera lectura de hoy. Me parece fuerte. Ser digno de la vocación recibida. La vocación en una llamada de Dios. Dios, que ha dejado la creación inacabada. Es una llamada personal, un SMS convocándote y movilizándote. Dios invierte dones, amor, medios, personas y signos para que uno llegue a responder a esa vocación de manera adecuada y se consigan los frutos deseados. Así que el tema es serio.

Tal vez la dignidad consiste en ESTAR DISPONIBLE, SER CONOCEDOR DE LA LLAMADA, APROVECHAR LOS DONES RECIBIDOS Y ORIENTAR LA VIDA EN CONSECUENCIA.

En un día como el de hoy se remueve mi vocación como educador y se me remueve ese «ser digno» que expresa la Palabra. Sin duda a veces la vida es más complicada pero lo que tampoco tiene duda es que debo valorar más esa dignidad, fortalecer mi voluntad y, de una vez por todas, poder decidir mi vida orientada a la educación.

Que el Señor me ayude y Calasanz me ilumine.

Un abrazo fraterno