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¿Y si no lo veo claro? (Mt 14,22-36)

¿Y si no lo veo claro? ¿Y si no acierto con lo que Dios me pide? ¿Y si no reconozco a Cristo a mi alrededor? ¿Y si la noche, la oscuridad, la niebla o la tormenta son demasiado para mi pobre fe?

Son preguntas que me he hecho tantas veces… ¡Luz Señor! ¡Luz para verte y reconocerte!

Aquellos discípulos tuyos te confundieron con un fantasma y, aterrorizados, gritaban de pánico. Y pese a tu ánimo, te pidieron una prueba que saciara su ansia de «certezas». «Señor, si eres tú, mándame ir hacia a ti andando sobre el agua» dirá Pedro, buscador audaz y entusiasta. En mi día, como Pedro, también entono muchas veces ese «Señor, si es por aquí, si este es el camino, si aquí estás tú… házmelo saber».

El Señor nos invita a caminar sin certezas, a lanzarnos de nuestras barcas, a salir de nuestros grupos estufa, a buscarle en medio del mundo, de la oscuridad del mundo, de la noche del mundo, del mar del mundo. No hay más prueba que su Palabra, certera y confiada. No hay más prueba.

¿Confiamos? ¿Saltamos? ¿Nos la jugamos?

¿Y si naufrago? Pues como Pedro me pasará. Caeré al agua. Pero inmediatamente sentiré la mano del Señor, que me rescata y me devuelve a la vida.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Dudas de Pascua (Lc 24,35-48)

Que no, que no esto va de una fiesta de cumpleaños. La Pascua está impregnada de la alegría del Resucitado pero, como dice el Evangelio de hoy («como no acababan de creer por la alegría»), la alegría también puede estorbar en estos momentos.

A veces uno no sabe cómo afrontar la Pascua. Por un lado, parece que nada ha cambiado. El mundo sigue igual, mi vida sigue igual. No se han resuelto ni los problemas ni las dificultades. Por otro lado, parece que estamos obligados a creer y sentir que de repente todo se tiñe de rosa. Y también es molesta esa sensación de obligatorio jolgorio.

Descubrir a Jesús Resucitado, como bien nos muestra el Evangelio, es un proceso, un proceso en el que hay que ir acercándose a la vida de Jesús, al Reino anunciado, a la Cruz y, posteriormente, a la experiencia de la Resurrección, en la que Jesús nos regala su paz. No creo que sea algo de un día para otro. Posiblemente nos lleve media vida o la vida entera, enterarnos de cómo va esto y calmar las dudas que a veces surgen. Pues sin miedo. Ellos, los apóstoles, también lo tenían en su estupefacción. Que el Espíritu nos guíe.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Cuando a Dios no se le entiende (Jn 16,16-20)

A Dios no siempre se le entiende. El Evangelista Juan es especialista en utilizar los malentendidos… Este pasaje es una prueba de ello.

Yo también lo experimento a veces. La confusión y la desorientación en mi vida y en camino espiritual. Responder a una llamada, intentar hacer la voluntad de Dios, y a la vez toparse con troncos que cierran los caminos, con impedimentos. Otras veces, mirar el mundo y seguir sin entender por qué no es todo más fácil, intentar responder preguntas y no encontrar respuesta.

Pero también el malentendido y el desconcierto es usado por el Señor. Porque nos prueba, nos confronta, nos pregunta, nos hace sensibles al desaliento y nos obliga a confiar en Él sin más seguridades.

Señor, necesito claridad y más en mi desconcierto. Ayúdame.

Un abrazo fraterno

No le tengas miedo a tus dudas. Yo quiero tu fidelidad…

«Perdón, si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos ha venido encima todo esto? ¿Dónde han quedado aquellos prodigios que nos contaban nuestros padres: “De Egipto nos sacó el Señor”? La verdad es que ahora el Señor nos ha desamparado y nos ha entregado…»

Vaya vaya con Gedeón. «-¡Qué descarado!»-  diría mi madre. Pero resulta que la pregunta y el cuestionamiento que se hace Gedeón es la pregunta que muchos tenemos ante Dios, ante aquellos que, días tras día, nos repiten que el Señor está con nosotros… Gedeón es hombre creyente, que conoce la historia de su pueblo, que sabe de cómo Dios salvó a sus antepasados, pero que mira a su alrededor y sólo escucha el cantar de los grillos en medio del sufrimiento y la persecución. Gedeón, como yo, también necesita de pruebas de esa «presencia», aunque sólo sea para coger fuerzas.

Las dudas parecen para muchos signo de debilidad cuando en realidad son parte del ser creyente, siendo tan pequeños y limitados. Curiosamente, Gedeón es elegido y enviado por el Señor a la lucha. Dios, en su grandeza, en su aparente «silencio», se sirve de los más pequeños para hacer su obra. Parece que a Dios no le importan tanto las dudas como la fidelidad.

Así sea.

En las tinieblas brilla como una luz (Salmo 111)

Sólo puedo ofrecer certezas en este tiempo de tinieblas e incertidumbres personales. La certeza de que Dios me ama. La certeza de que Dios me cuida. La certeza de que Dios protege mis pasos. La certeza de que el Espíritu me conduce misteriosamente. La certeza de que la cruz llegará y de que Getsemaní es parte del camino. La certeza de que hay que morir. La certeza de que el Resucitado y mi encuentro con Él cambiarán mi vida para siempre.

La certeza de que si lucho por el Reino, el resto se me dará por añadidura. La certeza de que Dios escucha a su pueblo. La certeza de que Dios hace justicia.

Pero… ¿cuál es el siguiente paso? ¿Qué camino escoger? ¿Qué hago con mi miedo? ¿Qué hago con mi oscuridad? ¿Qué hago con todo eso, Señor? Dame luz. Danos paz.

Un abrazo fraterno

Vuestra tradición (Marcos 7,1-13)

Son ciertamente duras las palabras de Jesús en este pasaje. Y tremendamente actuales. Pienso que hay muchas cosas que hemos vaciado de contenido pero antes las que nos mantenemos firmes porque «son tradición». ¿Tiene la tradición sentido por si misma? ¿Tiene sentido hacer las cosas SÓLO porque así se han venido haciendo desde antiguo? Tengo mis dudas.

Jesús me invita a luchar por la Verdad. Me invita a ser valiente y a ser capaz de romper con lo vacío para vivir plenamente, aunque sea a través de algo novedoso. Creo que es una reflexión que los católicos debemos tomarnos en serio. Para ser mejores. Para ser más verdaderos. Sin miedo. Para ser más de Cristo.

Un abrazo fraterno

Ánimo (Marcos 6, 53-56)

Como la lectura de hoy del Evangelio se me quedaba un poco descontextualizada, nos leimos en la comunidad todo el pasaje de Jesús andando sobre las aguas. Da para mucho. ¡Uf! Para demasiado. Y no estaba yo para mucha profundización porque el cansancio del fin de semana me impedía ir muy allá. Pero es claro que Jesús permitió a sus amigos vivir la experiencia de «remar en el mar» sin Él, perdiendo de vista lo que había sucedido en la multiplicación de los panes, dice Marcos. En el fono no habían entendido nada dice el evangelista. Y cuando los vientos empiezan a soplar en contra, el miedo, las dudas, los cansancios… afloran poniendo en riesgo la travesía.

Sólo cuando Jesús vuelve a estar en medio, los mismos, recuperan la calma. Saben que no están solos. Y la presencia de Jesús a su lado aplaca sus vaivenes.

Muy en la línea de estos pasados días, vemos que las seguridades humanas, nuestros cálculos y razones, poco pueden en la travesía. Remar solos es complicado porque las fuerzas que soplan en contra son demasiado fuertes. En cambio, cuando nos planteamos la vida desde el «dar», desde «lo mejor de uno», desde Jesús, con Él en medio… todo es más fácil y el resultado más óptimo. Vuelve a renacer en mi ese sentimiento de confianza…

Un abrazo fraterno

Tengo fe, pero dudo (Mc 9, 14-29)

Esta afirmación del padre del niño epiléptico del Evangelio de hoy creo que refleja una actitud, una realidad… que sigue estando presente en muchos de los creyentes que conozco, incluido yo mismo. Es tan sincera, tan franca, tan honesta… que me encanta.

A veces da la sensación de que la duda es algo negativo. Alguien que duda parece alguien no seguro de sí mismo, incapaz de tomar la vida en sus manos y de dirigir su camino tomando las decisiones adecuadas. Tal vez el problema no esté en la duda sino en la actitud que se toma frente a ella. La duda puede ser sana o insana, puede dar un empujón hacia adelate o clavarte los pies en el suelo, puede ser generadora de preguntas e inquietudes o puede adormecer toda lucidez.

Las situaciones de mi vida que recuerdo con dudas, incluidas las presentes, traen una buena dosis de miedo detrás. Tampoco es malo. Lo malo es dejarse inmovilizar. Y creo que es el miedo el que inmoviliza, no la duda en sí. Muchas veces he dudado de las decisiones tomadas, de las posibilidades a elegir, de elegir una oferta de trabajo, de dejar Coruña y venir a Madrid, de descubrir lo que Dios me pedía… y aquí sigo… con fe y con dudas.

Un abrazo fraterno

Bendito el Señor, mi roca (Sal 143)

roca1.jpgEs una de las imágenes de Dios que más me gusta, una de las denominaciones preferidas, de las metáforas que degusto con más placer: mi roca.

En Dios me hago fuerte. Lo digo porque soy débil solo. Me descubrí débil hace tiempo y creo que fue una de las cosas que más cambió mi vida, mi fe, mi yo. Saber que soy débil ha hecho afianzar en mi la seguridad de que sólo en Dios me hago fuerte. Sólo cuando dirijo hacia Él mi mirada, cuando me pongo en sus manos, cuando me dejo acoger bajo sus manos en la cruz… sólo ahí soy fuerte. ¡Bendito Tú, Señor, mi roca!

Los vientos de la vida son fuertes. Tal vez me erosionan y me reconfiguran pero no pueden conmigo. La roca hecha de amor de Dios pesa demasiado. Cada vez más. Cuando llegan los miedos, las dudas… cuando se reabren las heridas… la roca permanece, sobria, sencilla, desgastada pero firme.

¡Bendito el Señor, mi roca!

Un abrazo fraterno