Entradas

Calasanz y la escuela pública

Otro 25 de agosto y en España seguimos con nuestras peleas de siempre, con nuestros eternos prejuicios, con nuestras trincheras y nuestros bandos. Los políticos no ayudan, al revés. Y la sociedad, tal vez embobada y atemorizada ante cambios climáticos, guerras, precios y pérdida de parte de su bienestar, no reacciona ante los continuos atropellos que sufre la educación, las escuelas, los docentes y, finalmente, el aprendizaje y la maduración de nuestros hijos e hijas.

Hoy se celebra en el santoral de la Iglesia la figura de José de Calasanz, un santo español, aragonés, que ya supo lo que era tener que dejar su país para medrar en su carrera eclesiástica. Y también conoció, bendito sea el Señor, el sabor de descubrir cómo los planes de Dios no se corresponden con los nuestros. José marchó a Roma con su cabeza llena de ideas, proyectos y anhelos y con la idea de conseguir sus objetivos y volver pronto a España. Nunca volvería. Para él, como para tantos escolapios, religiosos y laicos, misioneros, educadores, docentes… nunca hubo camino de vuelta. Probó la amarga dulzura de la educación de niños y jóvenes y su vida quedó ya marcada para siempre, enamorada de esa nueva vocación.

Pero tal vez hoy conviene recordar que José, con todas sus limitaciones y pobrezas, fue el precursor de lo que hoy conocemos como escuela pública. Su tarea, balbuceante al comienzo, fue tomando forma y él mismo, en su discernimiento constante, fue percatándose de que lo que se estaba gestando podría cambiar la historia del mundo. Y es que el conocimiento y la educación, que en ese momento eran privilegios de varones adinerados y pudientes, se abrieron paso para todos. Calasanz descubrió, antes que cualquier Estado y Gobierno, que todo niño tenía el derecho a ser educado y formado o, dicho de otra manera, el derecho a crecer, a soñar, a aspirar a ser cocreador de la sociedad de su tiempo, a ser transformador vivo y pleno del mundo que le había tocado vivir, a tener un sueldo y un trabajo que le permitieran vivir y vivir mejor, a tener un futuro. Calasanz y sus colaboradores dieron a luz a una escuela para todos, aunque con los más necesitados en el centro.

Toda obra escolapia debe ser, por tanto:

  • Obra con vocación pública
  • Obra cristiana, llamada a evangelizar, testigo de la fe
  • Obra que instruye y educa con calidad en los saberes necesarios

En el fondo, si lo pensamos bien, son las misma patas que toda escuela debería asumir. Tal vez la pata de la evangelización pueda traducirse de otra manera en una escuela laica: llamado a cuidar la espiritualidad, la interioridad, el contacto con el misterio y la trascendencia… llamémoslo como queramos. Pero no estamos tan lejos unos de otros.

Ojalá el santo nos permita ser fieles a nuestra vocación, a todos. Porque todo educador, todo maestro, toda escuela, bebe, en el fondo, de la visión de este hombre que, ya en su madurez, supo escuchar las necesidades de la sociedad de su tiempo. Y ojalá que lo hagamos con más respeto, más unión y más convicción, sin etiquetas.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Los profes también somos rayos de sol

Mirad qué bonita es la ilustración que hoy nos trae 72kilos.

En estos días previos al comienzo de curso, esta ilustración me llena de energía para ser capaz de transmitir cariño a mis alumnos. Ciertamente, los profes no somos ni amiguetes, ni gestores de ocio, ni asalariados de Mr. Wonderful pero creo que uno de los aspectos más diferenciadores a la hora de relacionarnos con los chicos es quererles.

Querer a un alumno conlleva, justamente, exigencia para que sea capaz de sacar todo lo que lleva dentro, para que descubra todas sus potencialidades, para que se eduque en la capacidad de esfuerzo y trabajo, para que adquiera valores y conocimiento que le servirán todo la vida y que le hacen mejor persona. Y quererse, también, implica ser capaces de ser «rayos de sol». Ser rayos de sol es ser portadores de calor, de ese que tanto necesitan muchos de nuestros chicos, con baja autoestima, con familias que no les dedican el tiempo necesario o con un alto nivel de ofuscación y oscuridad en sus vidas. Ser rayos de sol es ser portadores de luz, de esa que tanto necesitan aquellos que no se conocen a sí mismos, que nunca han descubierto el placer de aprender y mejorar, que viven pensando que el mundo es aquello que ven en las redes sociales y nada más. Ser rayos de sol es ser acompañantes de personas, escuchadores profesionales, dispensadores de caricias en el corazón; es mirarles y decirles «tranquilo, tranquila».

El sol siempre está presente y, como dice el Evangelio, sale para justos e injustos, no tiene preferencias ni desaparece. Ojalá seamos así este curso, con nuestras limitaciones, llenos de cansancio a veces y desanimados otras, pero siempre conscientes de que cada día hay alguien que necesita de nuestros rayos.