Evangelio para jóvenes – Domingo 29º del Tiempo Ordinario Ciclo A
Hoy celebramos el domingo del Dómund, la Jornada Mundial por las Misiones. «Corazones ardientes, pies en camino«, ese es el lema. Me parece muy acertado. ¿O es que es posible ponerse en camino sin que antes haya antes que haga arder el corazón? ¿Cómo vas a seguir a Jesucristo, como vas a ponerte al servicio de Dios, si antes no has sentido ni un poquito en el corazón? ¿Cómo seguirle sin conocerle? ¿Cómo seguirle sin enamorarse de él? ¿Cómo seguirle sin que haya habido un poquito de roce? Leamos el Evangelio [Mt 22,15-21]:
En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta.
Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es licito pagar impuesto al César o no?»
Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: «Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.»
Le presentaron un denario. Él les preguntó: «¿De quién son esta cara y esta inscripción?»
Le respondieron: «Del César.»
Entonces les replicó: «Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.»
Dios y el César. Curiosa respuesta de Jesús, que no entra en grandes discusiones en este punto, evitando la trampa que le estaban tendiendo. Los cristianos somos en buena medida como los demás: vivimos en un mundo, en un tiempo concreto. En el pueblo o en la ciudad. Tenemos preocupaciones. Trabajamos o estudiamos o hacemos lo que podemos. Pagamos nuestros impuestos. Votamos a este partido o al otro. Nos gusta el fútbol o algún deporte o el ocio, la fiesta, los ratos con los amigos. Nos casamos, tenemos relaciones, vienen los hijos… o no. Pero entonces, ¿qué nos diferencia? ¿Qué nos hace ir más allá del César? Te dejo tres ideas para hoy:
- «Nos hemos encontrado con alguien» – Es así. Un encuentro que hace que todo cambie. Pudo ser antes o después. Igual piensas que ni lo has tenido. Pero es el comienzo de todo. No es una idea. Ni una buena palabra. Ni son los valores que te inculcan. Es encontrarle. Cuando Jesucristo te sale al paso te das cuenta de que nadie más allá de Él salva tu vida. No son los políticos, ni el equipo de fútbol, ni el trabajo, ni la familia, ni tu pareja… no. Tu vida la salva Él. Él le da sentido. Él la plenifica. Él la orienta. Así que estate a tiro, ponte en sintonía. Búscale o déjate encontrar. Sin encuentro, no arde el corazón…
- «Sólo el amor lo explica» – Seguro que a veces te has mirado a ti mismo o has visto creyentes cercanos a ti y has pensado… «¿cómo puede hacer eso? o ¿cómo puede privarse de eso?«. Los que seguimos a Cristo a veces somos muy poco razonables, según los criterios de otros, claro. Poco razonables porque hay actitudes, opciones, decisiones, apuestas… que sólo se explican por el amor y el amor, se explica dificultosamente. Gastar la vida por amor, perder la vida en otros, dejarse la piel sin esperar nada a cambio… ¡¿en qué cabeza cabe?! Los parámetros de ningún César venderían todo ello como concepto de éxito y, sin embargo… los misioneros son ejemplo de felicidad. ¿Por qué? ¿Por qué esa gente que lo ha dejado todo y que vive peor que lo que podría… es más feliz que tú y que yo?
- «Eres esperado» – Eso de ser misionero no es para otros. Es para ti y es para mí. Tal vez ya lo eres. Lo eres si eres capaz de salir de ti mismo, de ti misma, de vez en cuando para poner luz, palabra, esperanza en otros cuando lo necesitan. Lo eres si eres capaz de abandonar seguridades y pones tu confianza en el Señor y te la juegas… Lo eres si sonríes con poco, si caes rendido cada día por lo mucho que te has dado… Lo eres si hoy estás aquí dispuesto a estar mañana allá… Tú también tienes una misión. Escucha y ponte en camino.
Estás a tiempo y, aún así, lo mejor que puedes hacer no es ponerte a correr ya hacia algún sitio. Vive, tú vive. Frecuenta algún lugar donde puede que el Señor salga a caminar contigo. Reza. Vete a misa. Pisa la Iglesia. Vete a un retiro. Dedica tiempo a otros. Lee la Palabra. Habla con personas que creen y son buscadores como tú. Y sucederá, aún en medio de decepciones y desesperanzas. Como en el camino de Emaús. Sucederá. Y tu corazón explotará y ya no habrá vuelta atrás.
Un abrazo fraterno
Santi Casanova