¡Feliz Año Nuevo! (Nm 6,22-27)
“El Señor te bendiga y te proteja,
ilumine su rostro sobre ti
y te conceda su favor.
El Señor te muestre tu rostro
y te conceda la paz”.
“El Señor te bendiga y te proteja,
ilumine su rostro sobre ti
y te conceda su favor.
El Señor te muestre tu rostro
y te conceda la paz”.
Hoy cerraremos el año 2019 y es bueno preguntarse cómo fue. En twitter, estos últimos días, es tendencia el hashtag #2019in5words, con el que resumir en cinco palabras el año que nos deja. Siempre es bueno hacer balance. ¿Termino el año mejor que cómo empecé? ¿He hecho cosas que han valido la pena? ¿He compartido tiempo con las personas importantes? ¿Me he arriesgado y he tomado decisiones? ¿En qué lugar ha estado Dios en todo esto? ¿Ha habido heridas, luchas, fracasos y derrotas? ¿He aprendido de ello?
El tiempo pertenece a Dios y que 2020 esté a punto de comenzar no es más que otro regalo del Creador. «Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada» nos dice San Juan. Pues eso. Que tenemos un nuevo presente para que lo aprovechemos. Más allá de propósitos de año nuevo, de gimnasios, adelgazamientos, viajes y sueños varios, gocemos del tiempo que se nos da y gastémoslo con responsabilidad. Un día se nos preguntará qué hicimos con ello.
Un abrazo fraterno – @scasanovam
Demasiadas veces ponemos el foco en lo que pasa. Demasiadas veces dejamos para otro momento lo que permanece.
Pasan las discusiones y los desencuentros. Permanece el cariño y la amistad.
Pasan los disgustos y las heridas. Permanece el amor y la vida compartida.
Pasa la belleza corporal. Permanece la bondad del corazón y la miericordia.
Pasan el bienestar y el placer. Pasan las apetencias y los sentimientos. Permanecen las certezas, los valores, los principios.
Pasan las palabras. Permanecen las acciones y los vínculos.
Pasan los individuos, los influencers, los selfies. Permanecen las personas con las que compartí tiempo.
Pasa la vida terrenal. Permanece la vida eterna.
Pasa el hombre. Y permanece, si quiere, junto a Dios.
Un abrazo fraterno – @scasanovam
La familia es el auténtico pesebre de Dios-Niño.
Es la familia un lugar de acogida, donde igual cabe Dios hecho hombre que un par de vacas, tres cerdos y una mula.
Es la familia un lugar humilde, que se sabe necesitada del buen aroma de Otro, que venga a curar las incomprensiones mutuas.
Es la familia un lugar de luces y sombras, donde vivir juntos en la intemperie, donde sentir el calor humano aún cuando fuera hace frío.
Es la familia un lugar que no depende del lugar, que existe por las personas, que camina siempre, que no se acomoda, que no conoce el bienestar anestesiante.
Es la familia un lugar donde todos traen a Dios al mundo, desde su pequeñez; una mula que carga con el peso de los demás, que ayuda a dar luz aún en los momentos de penumbra.
Es la familia un lugar en riesgo, que molesta, que cuestiona potestades y poderes, que grita que el amor es posible y que hay vínculos que pueden ser eternos.
Es la familia un pequeño infinito, un espacio regalado entre el Cielo y la Tierra, donde acariciar la Salvación con los pies pegados todavía al sufrimiento.
Es la familia un puñal que hiere, una rosa que pincha, un amor que ama y que nos enseña a sufrir por amor.
Dios se hace familia.
Un abrazo fraterno – @scasanovam
Huir del mal. Eso sí es de Dios. Cuando la trampa está cerca, conviene no minusvalorarla. El mal es poderoso. ¡Cuántos cayeron en sus redes pensando que nunca pasaría! ¡Cuántos se hicieron los valientes y confiaron en una falsa protección de Dios!
Dios nos protege, claro que sí. Vela por nosotros. Cuida nuestra vida. Procura nuestra felicidad. Pero en esta partida, de luces y sombras y ángeles y demonios, el mal también juega su partida y es enemigo poderoso.
A José, Dios le susurró que era hora de huir. El mal había anidado en el corazón de Herodes y convenía proteger al Amor pequeño que había nacido. También nosotros tenemos esa responsabilidad. Y cuando el mal se acerca y tiende la trampa, debemos seguir la voz de la luz que nos incita a salir de ahí cuanto antes y no hacernos los fuertes.
Un abrazo fraterno – @scasanovam
Si nuestra mirada responde a los estímulos de la fe, será capaz de ver cosas que nadie ve, saber cosas que nadie sabe, ver a Dios aún cuando no es obligatorio hacerlo.
¿Reconocemos a Dios vivo entre nosotros, naciendo en la pobreza, muriendo en la misma de nuevo? ¿Lo reconocemos?
Un abrazo fraterno – @scasanovam
Curiosa coincidencia. Ayer hablando de un niño que nace y hoy hablando de un testigo que muere, atacado, odiado, asesinado. El cielo se abre y el sol baja a darnos luz y salvarnos. Y ya nada será igual.
Tomar conciencia de que Jesús está aquí, nos lanza a la misión. No estamos solos, lo sabemos. El cielo se ha abierto para que entremos en él. Cuando uno vive sin miedo, es Navidad, porque Jesús vuelve a nacer en la pobreza de un corazón que se transforma.
San Esteban murió porque Cristo nació, murió y resucitó. Esteban lo dio todo, por su Rey, por sus hermanos. Y su testimonio, fue estrella para otros que decidieron ponerse en camino.
Un abrazo fraterno – @scasanovam
Feliz Navidad. Dios está en tu vida. No está lejos, sino cerca. No es sólo espíritu, sino también carne. No nos deja solos, sino que camina a nuestro lado. No es un Dios pomposo en su poder, sino que ama a los humildes y sencillos.
Feliz Navidad. Dios viene para salvarte. Lo necesitas. Necesitas su luz en medio de las oscuridades que atraviesas. Él quiere rescatarte. Sabe de tus preocupaciones, de tus miedos, de tus sensaciones, de tu pequeñez. Su amor pasa por encima de todo.
Feliz Navidad. A los frágiles. A los abuelos solos. A los migrantes. A los niños. A los perdidos. A los descartados. A los enfermos. A los mendigos. A los presos. A los abandonados. A los huérfanos. A las madres solteras. A los pacíficos. A los humildes. A los que no tienen trabajo. A los que han sufrido abusos. A los que no se encuentran. A los que han perdido toda esperanza.
Feliz Navidad.
En esta noche de alegría
nos disponemos a celebrar tu llegada, Señor.
Nos hemos reunido para celebrar
que tú te has hecho uno de nosotros
y que ya nunca estaremos solos.
Queremos agradecerte el alimento
que hoy tenemos en nuestra mesa.
Todo lo bueno proviene de ti
y es justo darte gracias.
Gracias también por los que la han preparado,
haciéndote presente en su cocinar lleno de amor.
Te pedimos, Señor, por los que, como en Belén,
hoy pasarán la noche en algún portal,
pasando frío;
solos, sin compañía de ningún ser querido;
embarcados en medio del Mediterráneo
o en una tierra que no es la suya.
Tú has venido especialmente por ellos.
Y te pedimos también por nosotros.
Para que, como los magos, nunca dejemos de buscarte.
Para que, como los pastores, sepamos dar lo mejor de nosotros.
Para que, como el ángel, sepamos anunciar tu presencia.
Amén.
Mensajeros de Dios. Personas que anuncian su presencia. Hombres y mujeres que, alguna vez, se han cruzado en nuestro camino y nos han hablado de Dios, de su amor inagotable por nosotros.
La Navidad es también el tiempo de los mensajeros, de aquellos que, en la oscuridad, en el desierto, en la cotidiana rutina, vienen a nosotros y nos anuncian la llegada de alguien que viene para salvarnos. Su manera de anunciarlo difiere. Hay quienes lo anuncian con su honda alegría. Otros con su ternura. Hay quienes tienen el don de la palabra y nos hablan de Él, removiendo nuestro corazón. Algunos lo anuncian con su dedicación y entrega a los más pobres. Están los que cuidan a los ancianos, los que acompañan a los jóvenes desdichados, a los descartados de la Tierra. Y los que llegan con esperanza en los momentos de mayor oscuridad personal.
Benditos sean Señor todos los mensajeros que te trajeron a mi vida, que me hablaron de ti, que me lanzaron a buscarte. Benditos sean.
Un abrazo fraterno – @scasanovam