Estás invitado. Estás invitada. (Is 25,6-10a) – Miércoles I #Adviento
Eso de que te inviten a un festín de manjares suculentos, de vinos de solera, no sucede todos los días. No sé a ti pero a mí, como mucho, me han invitado a una boda y eso es lo más parecido a un festín de esas características.
Dios te invita a uno: el gran festín del Reino. ¿Qué me sugiere a mí?
- El festín siempre es fiesta. Porque hay mucho que celebrar. Tenemos un Padre que, como dice el salmo de hoy, nos cuida, nos guía, nos ilumina y nos ama.
- El festín siempre es exceso. Es difícil ponerle límites al amor de Dios. Excede con mucho nuestra idea de amar sin medida. ¡Qué pasada!
- El festín siempre es en compañía. A Dios nunca se llega solo. Dios mismo es comunidad. La felicidad tiene rostros. La felicidad está en Él y en el prójimo. La salvación es de todo. No es mérito mío.
- El festín siempre es gozo. Porque la vida es un regalo y pese a pandemias, oscuridades, desazones, inquietudes, pérdidas, dolor y desencuentros… hay que encontrar el sabor, paladear, saborear y degustar cada segundo regalado.
Ven Jesús. Ven y llévame de la mano a ese festín que me has preparado. Tú, que naciste en Belén («Casa del Pan»), sabes bien lo que necesito, sabes bien de mi hambruna.
Un abrazo fraterno – @scasanovam