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¿Cómo andas por el mundo? (Ef 4,1-6)

Hay una escena magnífica del club de los poetas muertos en la que el profesor Keating les anima a caminar a cada uno con el estilo que prefiera. Lo único que les pide es que cada uno busque su manera, que no se dejen llevar por otros, que no dejen que otros les digan cómo andar. Por eso, cuando leo hoy el fragmento de la carta de San Pablo a los Efesios, me recuerda enormemente ese episodio cinematográfico. ¿Cómo andas tú por el mundo? Gran pregunta.

Pablo me propone, te propone, andar según la vocación recibida. Eso es sinónimo de no traicionar a quién eres en realidad, de no darte la espalda a ti mismo, de no querer ser lo que no eres. A mí me cuesta a veces. Descubro que sigue teniendo peso lo que los demás digan sobre mí. Por decirlo de otra manera, sigo necesitando demasiado, tal vez, que los demás estén contentos conmigo. Aún más, sigo necesitando ser aquel con el que estén más contentos. Y como eso es imposible… me afecta.

Hoy te pido Señor que me sigas ayudando a crecer mirándote más a Ti, fijándome menos en las miradas de aprobación o no del resto. Esta exigencia conmigo mismo luego se traslada a la exigencia con los demás. Y hago daño. Y no es justo. Porque cada uno somos distintos, porque cada uno somos «otro», y porque Tú nos llamas a crecer en el encuentro con el «otro». Quiero ser fiel a mi vocación el educador, de marido, de padre, de comunicador de tu Buena Noticia, de escolapio. Y que nada me distraiga de mi camino.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

El veneno de la hipocresía (Mt 23,13-22)

Duro evangelio el de hoy, en el que Jesús carga contra los hipócritas, sobre todo contra aquellos que van de santos, de perfectos, de modelos a seguir. La hipocresía es un terrible veneno que se nos cuela fácilmente. Hoy en día es sencillo desdoblarse y mostrar de nosotros mismos caras diversas que den imágenes idílicas de nuestro propio ser. Nos hacemos selfies que inundan las redes para garantizar que los otros se enteren de lo maravillosa que es nuestra vida y, sobre todo, de que es más maravillosa que la suya.

Me surge la inquietud, en este ratito de oración, de si yo soy también hipócrita. Creo que los hipócritas nunca se reconocen como tales porque su doblez siempre tiene sentido, buenas razones y acaban creyéndose su propio engaño. Yo a veces también me engaño a mí mismo. Exijo mucho a los otros pensando que mi listón está alto y luego descubro que soy frágil, pequeño y ciertamente necesitado de amor y generosidad y paciencia como todos. Pero esto no sale mucho a la luz, ni siquiera me lo muestro a mí mismo.

Señor, me reconforta la letra pequeña del Evangelio de hoy. En el fondo, nos recomiendas que nos alejemos de nuestro afán de perfección y control. A ti te interesa poco eso. No quieres seguidores perfectos sino fieles, apasionados, enamorados de ti. Tú cargas con nuestra miseria. No tenemos de qué preocuparnos. Sabes que cuánto más cerca estemos de Ti, más felices y perfectos seremos en el Amor. Y eso es lo que te importa de verdad.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

¿Por qué te quiero fiel en el matrimonio? (Mt 5,27-32)

Adulterio. Lo que se dice hoy «poner los cuernos» vamos. Pues oye, que a Jesús como que no le parece bien que eso suceda en el matrimonio. Va más allá. Jesús no se limita a apreciar lo incorrecto de un escarceo físico, de una relación sexual más o menos esporádica. Va más allá.

Ya hemos visto en estos días precedentes que para Jesús, lo importante de la Ley es su espíritu. En temas de matrimonio y fidelidad, pasa lo mismo. El adulterio está tipificado en la ley judía y, más de dos mil años después, sigue siendo la fidelidad una promesa matrimonial y un compromiso adquirido frente a tu pareja. Pero nos equivocaríamos si reducimos el adulterio a lo físico. Eso quiere decir Jesús. Lo importante es la grieta del barco. Lo importante es que dejas espacios abiertos en tu relación. Lo importante es que tu apuesta por la felicidad a través de una persona se resquebraja. Lo importante es que das la espalda al don de la fidelidad que Dios te ha regalado.

Jesús usa este ejemplo para volver a hablar de la Ley y de cómo Él va más allá. Y eso, aunque parezca que es quitar valor a las normas es justamente lo contrario, es tratar a las personas como adultas y confiar en que saben por qué hacen las cosas. ¿O no?

Un abrazo fraterno – @scasanovam

#GobernantesSantos (Sabiduría 6, 1-11)

Terrible. Durísima primera lectura. ¿Eres gobernante? ¿Príncipe? ¿Director de algún departamento? ¿Jefe de alguien? ¿Encabezas algún grupo? ¿Obispo, párroco, catequista? Vaya escalofrío. ¡Qué advertencia la de Dios! ¡Cuánto darías hoy por ser uno de esos ciudadanos humildes, un hombre o una mujer agobiado con su día a día y lleno de preocupaciones, un niño desvalido!

ObispoBangassou1Dios deja claro algo que mi madre siempre me decía de pequeño: Dios no pide a todos por igual. A mayor altura, mayor responsabilidad. Es algo que parece que no va en el contrato pero sí, para Dios sí. Dios impone un «programa de gobierno» a todo aquel que alcanza ciertas responsabilidades de mando. Las palabras del salmista exponen ese «programa»:

«Proteged al desvalido y al huérfano,
haced justicia al humilde y al necesitado,
defended al pobre y al indigente,
sacándolos de las manos del culpable.»

¡Ay de ti si te apartas de ese programa divino! ¡Ay de ti si eres infiel a la autoridad que se te ha confiado! ¡Ay de ti! Dios siempre hace justicia, en esta vida o en la siguiente. Más te vale haber gobernado con santidad y no haberte dejado llevar por el poder, el dinero, la corrupción, el escándalo…

¿Y yo? ¿Nada tiene que ver conmigo esta lectura de hoy? No soy rey, ni presidente del gobierno, ni jefe de empresa… pero estoy en un Consejo de la Fraternidad, soy presidente de un AMPA, responsable de una clase, padre de familia… Tengo mi responsabilidad y mi autoridad en diferentes ámbitos y, en lo pequeño, se espera de mí lo mismo que en lo grande. Se espera la capacidad de dar gracias, como el leproso del Evangelio, de sentirme bendecido por el Padre, de saberme enviado y de vivir desde la convicción de que, como decía el protagonista de Spiderman, un gran don conlleva una gran responsabilidad.

Un abrazo fraterno