Dios no tiene favoritismos (Rm 2, 1-11)
Un grupo muy grande de personas está en medio de la carretera, impidiendo cruzar el camino que lleva al Paraíso.
El puritano pregunta:
– ¿Por qué los pecadores?
Y el moralista clama:
– ¡La prostituta quiere tomar parte en el banquete!
Grita el guardián de los valores sociales:
– ¡Cómo perdonar a la mujer adúltera, si ella pecó!
El penitente rasga sus ropas:
– ¿Por qué curar a un ciego que sólo piensa en su enfermedad y ni siquiera lo agradece?
Se subleva el asceta:
– ¿Cómo dejas que la mujer derrame en tus cabellos una esencia tan cara? ¿Por qué no venderla y comprar comida?
Sonriendo, Jesús aguanta la puerta abierta. Y los guerreros de la luz entran, independientemente de la gritería histérica.
Cada vez me siento más seguro de esto. Cada vez descubro que doy más pasos a la hora de aceptar, de respetar, de no juzgar, de entender, de acoger… Me cuesta a veces vencer esa tentación cultural, educacional y social de sentir que yo soy cristiano de primera, que yo sigo a Jesús mejor que otros, que tengo más verdad. A veces me cuesta, sí, pero la Palabra se hace sitio en mi, como hoy. La de hoy ha traído a mi pensamiento el texto de Coelho en Manual de un Guerrero de la Luz. Estremece. Como Iglesia creo que aún tenemos que dar pasos o tapar los gritos de algunos con las manos que acogen todo y a todos. Un abrazo fraterno