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Evangelio para jóvenes – #Cuaresma2024 – Domingo 3º Ciclo B

Ayer sábado estuve en un encuentro de CONFER sobre Misión Compartida. Hablábamos y compartíamos sobre el camino recorrido por nuestras instituciones y sobre las claves para ir dando pasos en el mismo. Una vez más salió con claridad que hay que dedicar tiempo, energías y recursos a lo «verdaderamente importante» y no a lo que, simplemente, mantiene lo conocido hasta ahora. Hoy me encuentro con este evangelio de Juan y logro unirlo con la vivencia de este fin de semana (Jn 2, 13-25):

Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.»
Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora.»
Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?»
Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.»
Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.
Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía; pero Jesús no se confiaba con ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre.

Cuando eres joven, piensas que tienes fuerzas para todo y más. Posiblemente las tengas. A lo mejor te falta madurez o experiencia o sosiego o prudencia… Pero aunque la energía y los sueños son el ingrediente principal de la juventud, conviene que tampoco tú te equivoques de objetivo. Piensa a lo largo del día cuántas cosas te absorben afectividad, tiempo, confianza, seguridad, autenticidad… Muchas de ellas son importantes pero, otras muchas, son simplemente «lo que toca». Lo mismo pasa en este evangelio de hoy. Te dejo tres pistas:

  • «Lo que hay que hacer» – ¿Qué es realmente lo que tienes que hacer cada día? ¿Qué debería ocupar el centro de tu corazón y de tu mente ahora mismo? ¿Qué personas valen la pena? ¿Qué proyectos? ¿Entonces por qué sigues haciendo «lo de siempre», «lo de todos», «lo que toca», así, sin pensarlo. Jesús es judío y peregrina a Jerusalén en Pascua, como tantos hermanos suyos. Y allí se encuentra lo que se ha hecho costumbre sin que nadie rechiste, aunque no tenga ningún sentido. Los judíos, un pueblo celoso de su Dios y de su Ley, habían olvidado al primero para endiosar a lo segundo y, aún encima, manipulando. Y ale. ¿A cuántas cosas, personas, lugares, acciones, ocios, vicios… has endiosado tú? ¿A cuántos los has convertido en tu «costumbre», olvidándote de ti, de tu Dios, de tu verdad, de tu libertad? ¿A cuántos te has vendido ya?
  • «Mercadear con Dios» – Como si fuera un lobo de Wall Street… «Señor, si haces esto, te prometo…», «Señor, si me evitas esto, te juro…», «Señor, como me has librado de esto, te pago…»… ¿Qué tipo de Dios tienes en tu corazón? ¿Este Dios de compra-venta es el Dios cristiano? Por supuesto que no. Dios es inmanejable, ingobernable, inmanipulable. No pierdas el tiempo. Dedícate a amarle y a dejarte amar por Él. El amor nunca es mercado. Ni compra, ni vende. El amor, simplemente, se da y se recibe. ¿O no?
  • «Tampoco es encerrable» – Tampoco Dios es encerrable. Ni en una iglesia, ni en un templo, ni en una basílica, ni en ningún sitio. Jesucristo es el centro. Su persona, sin más. Y Jesucristo trasciende paredes, lugares, personas, espacios… gracias al Espíritu Santo. Claro que hay espacios sagrados. Claro que hay lugares privilegiados para el encuentro con Dios. Mientras no le encerremos en ellos… todo va bien. No son las piedras lo importante, ni el sagrario, ni la imagen del Cristo de mi cofradía, ni peras en vinagre… ¡Cristo! ¡Cristo vivo! ¡Cristo crucificado! ¡Cristo resucitado! ¡Cristo! Y él ya lo dijo: en el pobre, en la comunidad, en el pan consagrado, en… ¡Vete y encuéntrate con él!

Empezamos la tercera semana de Cuaresma. Ojalá te encuentres con Cristo vivo, en tu día a día, amándote sin más, sin condiciones, sin precios. Ojalá te atrevas a la novedad que Él trae a tu vida. Ojalá te atrevas a romper la mediocre costumbre que te ata.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – #Cuaresma2024 – Jueves 2º Ciclo B

Bendito quien confía en el Señor
y pone en el Señor su confianza.
Será un árbol plantado junto al agua,
que alarga a la corriente sus raíces;
no teme la llegada del estío,
su follaje siempre está verde;
en año de sequía no se inquieta,
ni dejará por eso de dar fruto.
Jr 17,5-10

Confía en Dios. Más que en tus fuerzas. Más que en la suerte. Más que en tu familia. Más que en tus amigos. Más que en tus jefes, más que en los políticos, más que los influencers de tres al cuarto que prometen lo que no pueden dar.

Confía en Dios. Él te conoce. Él sabe cómo eres, lo que necesitas, las fuerzas de las que dispones, los sueños que anhelas. Confía en Él. Te sostiene. No te deja caer. No te abandona aunque todo se haga oscuro. Confía en él y estarás mejor agarrada, agarrado, a la vida. Estarás más preparado para tormentos y vendavales. Confía en Él y tu miedo desaparecerá porque sabrás que estás en sus manos. ¿Por qué sufrir tanto si Él te conduce, si con Él estás bien?

Confía. Confía. Confía.

Evangelio para jóvenes – Domingo 15º del Tiempo Ordinario Ciclo A – En recuerdo de Fray Pablo Mª de la Cruz Alonso Hidalgo

Ayer nos encontramos con la muerte de Pablo, joven exalumno y amigo de muchas personas cercanas. Se va demasiado pronto, sin duda, y la tristeza es inevitable. Pero, por otro lado, ¡ojalá todos pudiéramos llegar al momento más importante de la vida como llegó Pablo! Como decía Robin Williams en la emocionante «Patch Adams», la muerte no es el enemigo. Pablo ha hecho que su vida, su enfermedad y su muerte, sean el testimonio actual y real de la acción del Espíritu en la vida. Escuchemos el Evangelio de hoy [Mt 13,1-9]:

Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y toda la gente se quedó de pie en la orilla.
Les habló muchas cosas en parábolas:
«Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron.
Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda brotó enseguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó.
Otra cayó entre abrojos, que crecieron y la ahogaron.
Otra cayó en tierra buena y dio fruto: una, ciento; otra, sesenta; otra, treinta.
El que tenga oídos, que oiga».

Hoy, la mayoría de la personas del mundo se levantarán sin saber quién es Pablo. Su presencia y su impacto podría considerarse, pues, inútil. En la época de los medios, del multimedia, de la viralidad, de las redes y de los influencers… ¿qué efecto puede tener el viaje de un joven fraile carmelita a las manos de su Padre? ¿Y aquellos que lo han conocido y han vivido de cerca su vida? ¿Se olvidarán pronto? Y si ni él consigue convertir a nadie con tremendo testimonio, ¿a qué podemos aspirar los demás, que todavía somos más pequeños, más torpes, más pobres? Os dejo tres ideas para meditar el evangelio de hoy:

  • «Salir a sembrar» – Salir. Sembrar. Dos verbos que implican acción. Primero, abandonar la casa, los muros, el calorcito del hogar, la seguridad detrás de una cerradura. Salir ahí afuera, temprano, con frío, sin saber bien qué pasará, sin controlar las condiciones meteorológicas, con poco que ofrecer pero con gran confianza. Sembrar es un acto de amor y de confianza: pongo lo poco que tengo, pequeño, a disposición de la tierra y de la acción de Dios. Una vez lanzada la semilla… ya nada depende de mí. Pablo salió y sembró. Podía haber afrontado su enfermedad en su casa, agazapado, entristecido, pensando que ya nada tenía que ofrecer. No lo hizo. Hablaba de ello, siguió viviendo alegre, siendo amigo de sus amigos, participando en oraciones y sacramentos, amando a sus padres y familia y dando el paso de profesar como fraile carmelita sabiendo que iba a tener poco tiempo para ejercer. Y su actitud fue… «¿Y? ¡A SEMBRAR HASTA EL FINAL!»
  • «La semilla» – La semilla no es el fruto. La semilla es algo microscópico, insignificante. Es «vida en proyecto», «amor en proyecto», «fruto en proyecto». La semilla… puede ser… pero todavía no es. La semilla no es espectacular, ni llamativa, ni impactante, ni ruidosa. Por eso no te agobies pensando en qué puedes ofrecer tú, qué puedes aportar al mundo, qué puedes hacer para evangelizar y ser testigo de Jesús. Sal y siembra, sal y sé tú. Sal y ofrece tus pequeñas pobrezas, tus inseguras certezas, tus delicados y sencillos actos de amor, la humilde acción de Dios en tu vida. Sal y sé tú de verdad. Y olvídate de lo demás. Deja que Dios sea la lluvia, deja que Él sea el sol, deja que Él haga el milagro de hacer germinar algo que, a ojos de todos, parece muerte e inservible. Pablo es la semilla. Su muerte es la semilla. Su vida es semilla. Así, sin más. Y no será él quién la haga fructificar. ¡Pablo ha salido y ha sembrado… y se ha ido! ¡Qué mejor escenario para comprobar la maravillosa capacidad de Cristo de sanarnos a todos con su siembra!
  •  «El terreno» – No todo terreno es propicio. Ni el de otros, ni el nuestro. Pero el evangelio muestra con sabiduría popular cómo la vida se abre paso allí donde sólo parece haber piedra y sequedad. Seguramente mucho de lo que intenta Dios contigo y mucho de lo que intentas tú con otros… se pierde. Mucha de nuestra tierra no está trabajada, o está demasiado expuesta. Pero, a la vez, en ti y en cada uno… hay tierra fértil. La naturaleza, Dios, no necesita un vergel para que su Reino se abra paso. Un grieta le es suficiente. Un ápice de fecundidad, un rayo de luz, un salpicar de la lluvia que, raramente, cae en el desierto… le son suficientes. Confiemos en Dios y su capacidad arrolladora de salvarnos a todos. A través de Pablo, hoy, Dios ha entrado por sitios insospechados, en corazones secos, en almas despistadas, en rincones oscuros… Ha entrado y se hará sitio.

No conocía mucho a Pablo. No le di clase y no tengo gran recuerdo de él en el cole. Lo conozco más por lo que otros me han ido contando, por lo que de él he ido leyendo y oído y visto. Pero tengo la mirada lo suficientemente nítida como para percibir que lo que Salamanca despedirá mañana, en su entierro, lo recibirá, sin duda, en lotes de fe que la harán estar más cerca de Dios.

Pablo, un abrazo, para ti y para Cristo. Nos encontraremos cuando llegue el momento. Mientras, cuídanos, guíanos y habla bien de nosotros a la Madre, al Padre y al Espíritu que debe seguir empujándonos cada día. Aleluya.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 2º de Pascua Ciclo A

Estamos en Pascua. Desde el domingo pasado, cuando la luz irrumpió en la noche y Cristo devolvió a la Vida su lugar frente a la muerte, disfrutamos de un tiempo precioso, ideal para rebuscar las razones que sostienen nuestra alegría, nuestra esperanza, nuestros caminos de misión. Es un tiempo para que dejes entrar a Dios en tu vida, en tu casa, en tu universidad, en tu trabajo. Es el tiempo de todo tiempo, aquél por el que tiene sentido aguantar cuando sólo hay silencio, dolor, cruz y confusión. Pero vivir este tiempo no es fácil. Escuchemos al evangelista [Jn 20,19-31]:

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en
medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
«Hemos visto al Señor».
Pero él les contestó:
«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
«Paz a vosotros».
Luego dijo a Tomás:
«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».
Contestó Tomás:
«¡Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo:
«¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

La Resurrección no es algo que uno descubre una noche y a la mañana siguiente ya ha integrado en su vida. Encontrarse con el Resucitado requiere también tiempo y proceso. Seguramente a veces te has «obligado» a sentir determinadas emociones que parece que uno debe experimentar en una Vigilia Pascual o, sencillamente, como cristiano. Hay que estar alegre, hay que creer, hay que ayudar, hay que ser testigo valiente… pero ¿siempre has sido capaz de ello? Te dejo algunas pistas del evangelio de hoy:

  • «Al anochecer… puertas cerradas…» – Jesús ya ha resucitado pero sigue habiendo noche y miedo en la vida de sus amigos más cercanos, de los testigos más privilegiados. Tú no eres menos. A veces piensas que Dios debería ponerte las cosas más fáciles. A veces, incluso, le haces un examen de «validez» y cuestionas su poder y su amor si tu vida no va viento en popa. La realidad es que siempre habrá escollos, cruz, noche, dureza, miedo… La Resurrección no excluye eso pero lo que sí hace es irrumpir con más fuerza que todo ello. El Resucitado abre tu corazón, ilumina tu existencia, renueva el aire de tu espíritu y trae paz. Las circunstancias, lo que te rodea, no cambia, pero tú eres diferente porque sabes que Jesucristo Vivo está a tu lado insuflándote Vida a raudales. Es un huracán.
  • «Tomás y su necesidad de control» – A veces no te das por enterado, por enterada, y pretendes encontrarte con el Resucitado, meter a Dios en tu vida, y seguir teniendo todo bajo control. Quieres tener a Dios en tu vida pero no quieres que te la ponga patas arriba. Quieres «jugar» pero sin asumir ningún riesgo. Pues ¡no es posible! Vivir desde la fe implica que confíes, que creas sin verlo todo claro, que te dejes llevar, que te sepas enviada, elegido… Vivir desde la fe es ponerte en camino hacia la eternidad, hacia la salvación, hacia la felicidad. ¡Vale la pena! ¡Pero no vas a controlarlo todo, a tocarlo todo, a saberlo todo, a vivir sólo con certezas y sin ninguna duda! ¡No es posible «dar» y, a la vez, querer conservarlo todo!
  • «En las heridas de la cruz, lo reconocerás» – Los apóstoles, y Tomás, reconocieron al Señor cuando éste les enseñó sus heridas. El Resucitado es el Crucificado. Esto, que parece simple, es el núcleo de nuestra fe. Y sigue siendo así. Si alguna vez dudas de la presencia de Jesús en tu vida, si alguna vez has dejado de verle, de sentirle, de reconocerle… busca las heridas del mundo, busca las heridas de la gente, busca el sufrimiento del pobre, del excluido, del que se siente solo, del que ha perdido el sentido de su existencia, del que es perseguido por su causa, del que se la juega por los demás… y allí le encontrarás. A veces quieres encontrar a un Dios impoluto, de manos limpias, piel fina y tersa y delicada, sin rastro de «donación» extrema. Y no lo encuentras. Busca allí donde la vida de entrega, donde está en juego, donde se ama hasta el extremo. Allí está.

Hoy es el Domingo de la Misericordia. Poner el corazón en la miseria, eso es. Eso hizo Cristo, eso sigue haciendo. Abraza cada palmo de nuestra miseria, la acoge, la cura y la sana. Y nos envía a hacer lo mismo. ¡Te animo a ello en este tiempo pascual!

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

La fe de los demonios (Lc 4,38-44)

Comienza septiembre y el evangelio nos trae un episodio curioso en el que podemos comprobar la fe de los demonios. El Mal sabe perfectamente con quién se está jugando los cuartos. El Mal conoce a Dios, lo reconoce. Podría decirse que el Mal tiene más fe que nosotros mismos. Ciertamente no es una fe que implique seguimiento, pero sí afirmación.

Jesús calla a los demonios porque, en estos momentos, pueden ser trampa para el resto de personas que ven en Jesús a alguien a quién merece la pena seguir, a alguien que derrocha vida, a alguien que viene de parte de Dios aunque no sabrían decir si es Dios mismo.

Nosotros también nos enredamos a veces. Los mismos demonios le ponen zancadillas a nuestra fe, a veces por defecto y, a veces, aunque parezca mentira, por exceso. El mismo Jesús sabe que el rival es de altura y, por eso, busca continuamente la oración y el encuentro con su Padre. Jesús vence al Mal pero no lo infravalora, actúa contundentemente contra Él y «le hace callar» porque la palabra del Mal es fuente de enredo, engaño, trampa y perdición.

Te pido Señor que en este comience de curso, me ayudes también a acallar a los demonios que me tientan, a los que me animan a creer en un Dios que no eres tú, a los que me hablan al oído para sacar de mí aquello que, a la postre, me aleja de Ti.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

¿Y si no lo veo claro? (Mt 14,22-36)

¿Y si no lo veo claro? ¿Y si no acierto con lo que Dios me pide? ¿Y si no reconozco a Cristo a mi alrededor? ¿Y si la noche, la oscuridad, la niebla o la tormenta son demasiado para mi pobre fe?

Son preguntas que me he hecho tantas veces… ¡Luz Señor! ¡Luz para verte y reconocerte!

Aquellos discípulos tuyos te confundieron con un fantasma y, aterrorizados, gritaban de pánico. Y pese a tu ánimo, te pidieron una prueba que saciara su ansia de «certezas». «Señor, si eres tú, mándame ir hacia a ti andando sobre el agua» dirá Pedro, buscador audaz y entusiasta. En mi día, como Pedro, también entono muchas veces ese «Señor, si es por aquí, si este es el camino, si aquí estás tú… házmelo saber».

El Señor nos invita a caminar sin certezas, a lanzarnos de nuestras barcas, a salir de nuestros grupos estufa, a buscarle en medio del mundo, de la oscuridad del mundo, de la noche del mundo, del mar del mundo. No hay más prueba que su Palabra, certera y confiada. No hay más prueba.

¿Confiamos? ¿Saltamos? ¿Nos la jugamos?

¿Y si naufrago? Pues como Pedro me pasará. Caeré al agua. Pero inmediatamente sentiré la mano del Señor, que me rescata y me devuelve a la vida.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Fe en un momento de enfermedad (Jn 4,43-54)

Es en su tierra donde Jesús realizará otro de sus signos poco antes de la Pasión. Concretamente en Caná, allí donde, en aquella boda, había comenzado su hora pública. En su tierra, en Galilea, de donde tuvo que salir apresurado ante el rechazo de sus vecinos, aquel día tras leer en la sinagoga. Y allí, se produce un encuentro con un «extranjero».

Momento de enfermedad, tragedia y tristeza, como el que estamos viviendo ahora la humanidad entera, en plena crisis sanitaria. Momento de debilidad humana, que impulsa al hombre a buscar a Jesús y a pedirle confiadamente la curación de su hijo. Jesús es para él refugio sanador, fuente de vida. Así lo acoge Jesús que, sin necesidad de ir con Él, le da una palabra de promesa: tu hijo está curado.

Es la fe del hombre el centro de este relato. Un hombre que cree a Jesús y se pone en camino. ¿Cómo es la nuestra? ¿Creemos también? ¿Confiamos en que Jesús nos tiene de su mano? ¿Acudimos a Él, le ponemos nuestra vida delante y confiamos en su Palabra? ¿O somos como aquellos vecinos que, con prejuicios, ya habían decidido que era imposible que un milagro aconteciera?

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Acércate a Jesús (Mc 9,30-37)

La fe es un don, sí, pero un don que se parece más a una historia de amor que a un regalo bien envuelto. Un regalo viene de alguien y es para alguien. Uno lo da sin esperar nada a cambio y espera que al otro le guste y lo use con cariño, sin más. Pero una historia de amor es un regalo que se construye entre dos, es una llama que crece si dos personas la cuidan. Por eso, hay muchas personas alejadas de la Iglesia y de Dios que no dejarán de ver a Dios así, lejano y fantasioso, incluso cruel, a menos de que decidan dar un paso adelante para conocerle mejor. La carta de Santiago de hoy es una joya y lo deja claro: «Acercaos a Dios, y Dios se acercará a vosotros.»

¿Cómo acercarte a Dios? A través de Jesús de Nazaret, No hay otro camino. Esta ha sido una de las causas por las que Jesús acabó en la cruz. No es que se limitara a hablar de Dios, a predicar en su nombre, a hacer buenas acciones… es que él mismo se identificó como el único camino hacia el Padre. Jesús exige aceptación personal, seguimiento personal, adhesión total. No hay más. Por eso conocerle a él, es conocer a Dios. Sin Jesucristo, uno no llega a Dios en su plenitud.

Lee el Evangelio, conoce a Jesús a través de los sacramentos, acércate a u persona a través de alguna comunidad, reza a tu manera de vez en cuando… en definitiva, alimenta vuestra historia de amor. Acércate y él se acercará. Es hora de romper los muros. Su debilidad conecta con la tuya, su fracaso con el tuyo, su humanidad con la tuya… y su resurrección con tu salvación y felicidad. Ya sabes.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Las pasiones vs. la fe (Mc 6,14-29)

Herodes, Herodías, Juan Bautista y su cabeza en bandeja de plata… Realmente el evangelio de hoy parece el guión de una película medieval llena de pasiones, traiciones, deslealtades… y podemos quedarnos ahí: ser espectadores de una realidad que, sin embargo, anida en nuestro corazón muchas veces.

Hoy me he sentido un poco Herodes. Leyendo la Palabra, también me he dado cuenta de que tengo, a priori, principios y de que valoro determinadas cosas, las palabras de determinadas personas… Me ayuda escuchar porque me centra y me corrige. Pero las pasiones van por otro lado. Las herodías desatadas en el alma a veces se hacen con el control y quieren gobernarlo todo. Son caprichosas, no quieren voces críticas, no quieren espejos que devuelvan la realidad ligera y vacía en la que se mueven. Esas pasiones proporcionan placer, comodidad, diversión, paz ficticia… ¿Cuántas veces dejo que sean ellas las que gobiernan, las que ME gobiernan?

¿Cuántas veces yo también entrego en bandeja de plata la voz de Dios que viene a mi vida para convertir mi corazón?

Un abrazo fraterno – @scasanovam

No pudo hacer ningún milagro (Mc 6,1-6)

No pudo hacer allí ningún milagro. Venga, vuelve a leerlo, despacio. No pudo hacer allí ningún milagro. ¿Entonces de qué va esto? ¿Qué es eso de que el mismo Dios hecho hombre NO PUEDE hacer un milagro en un lugar determinado?

El milagro no es magia, no es parte de un show de entretenimiento. No es un truco, ningún tampoco un hecho paranormal. Ni Jesús era un mago, ni un showman, ni un charlatán ni un medium. Lo que parece claro es que estaba atado de manos ante la ausencia de fe. No hay milagro si no hay fe.

Y eso me habla de la capacidad de afrontar la vida como un milagro, desde que uno se despierta hasta que se acuesta. Todo es un milagro. Desde mi propia existencia, hasta el equilibrio de la naturaleza, hasta algo que sucede de forma inesperada y me roba una sonrisa. ¿Cómo miro mi vida? ¿Qué contemplo? ¿Qué hay en mi mirada? Qué importante esto… y qué diferencia entre unas miradas y otras.

Un abrazo fraterno – @scasanovam