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A Dios le pido…

Esto de pedir tiene su debate. Si Dios sabe lo que necesito, ¿para qué pedir? Pero, a la vez, pedid y se os dará. ¿Y si ni siquiera sé que tengo que pedir? ¿Tú qué pides normalmente?

Pensando en los últimos años de mi vida, debo reconocer que no pido demasiado y que, cuando pido, normalmente pido serenidad, fortaleza, fe, para afrontar la vida y las opciones que he decidido tomar. Pido que se haga la voluntad del Padre y que yo permanezca en ella.

¿Debería pedir más?

Un abrazo fraterno

Dudas, tinieblas y noche oscura del alma

Dudas. No sé los demás pero a mí me acechan muchas veces y detecto que sigo creyendo porque la cabeza sigue apostando por la fe y porque, seguro, el Señor no me deja de su mano.

La ausencia de dudas no es signo de querer más al Señor. Posiblemente, nadie lo quería más que Pedro y fue él el que se hundía en el agua al temblar su fe y fue él quién lo traicionó en el último día.

A mí, últimamente, me acechan al contemplar determinadas circunstancias que no entiendo cómo son permitidas. gente mala que se sale con la suya, gente buena que no sale adelante… Incomprensible. ¿Y si todo esto de Dios fuera una patraña? ¿Y si realmente no existiera? ¿Qué decir cuando lo que sucede no cuadra con su Palabra?

Por eso, hoy, digo lo mismo que Pedro que, asustado por saberse solo en la barca, intenta salir a por el Señor aunque lo percibiera todavía como una sombra en la noche: «Señor, sálvame». Sólo Él puede sostenernos y permitirnos caminar sobre las aguas en medio de la noche más oscura.

Así sea.

Y tú, ¿qué haces con el milagro de cada día?

Vivo en un país «católico por tradición». Es mi impresión. Un país, España, donde contabilizamos como católicos a muchos que sólo lo son de etiqueta, de nombre, por costumbre, por no llevar la contraria, por pereza espiritual. Y el Evangelio de hoy me lo ha recordado y me ha recordado que yo no quiero ser así, ni ahora ni nunca.

La fe no es un título honorífico y perpetuo que se nos concede. La fe no es un DNI, no es un hashtag, no es un logo identificativo, ni el emblema de un club. La fe es un don que nos permite creer en Dios, creer y seguir a Jesús. Es algo vivo, dinámico, versátil, a veces hasta incómodo… Nada tiene que ver ser seguidor de Cristo con agrandar los números y las estadísticas de las religiones del mundo.

Jesús está cerquita mío y actúa cada día. Jesucristo me sale al encuentro cada mañana, se me hace el encontradizo, desbarata mis planes y provee aquello que necesito. Jesús es el milagro mismo de cada día. ¿Qué hago yo son ese milagro? ¿Me percato del mismo? Muchas veces no. Lo desperdicio, ensucio mi mirada, pierdo mi energía en otras cosas, me vacío de fe… Muchas veces el milagro se me escapa entre los dedos… Me despierto al lado de mi mujer sin considerar el milagro del amor que nos permite seguir juntos 15 años después, fieles y con un poyecto común. ¿Y los abrazos de mis hijos y sus besos? ¿Y sus progresos, su crecimiento, su aprendizaje, sus preguntas, sus gustos, sus manías, sus miedos? Milagro de familia. Salgo a la ventana como si el sol estuviera ahí porque alguien lo ha puesto y bebo el agua que otros millones no tienen. Rezo a mediodía como si saberme Hijo fuera algo natural y no sobrenatural… Y así podría seguir…

Hoy, Señor, te pido mirada limpia, corazón libre, fe sencilla… para abrirme a tu presencia transformadora hoy, sólo hoy… como diría mi amiga Paula.

Así sea.

Mira. Cree. ¡Milagro! (Mateo 10, 20-24)

Lo de los milagros es como la fotografía. El milagro, el arte, está en la mirada del que observa, en la mirada del creyente, en la mirada del artista.

mirada niño¿Tú cómo miras? ¿Cómo es tu mirada? La mía sí ve milagros, la mía sí percibe la acción de Dios en mi cotidianeidad. Creo que sí, que Dios actúa, que, aún dejándonos libres, nos conduce, nos da oportunidades, nos sale al paso, nos llama, nos interroga, nos zarandea, nos acaricia… Dios interviene también en lo inexplicable y puede tomar parte, cambiar, corregir… No sé ni cómo, ni cuánto, ni por qué ni con qué criterios lo hace… pero que yo no lo sepa o no lo entienda, no elimina su capacidad para hacerlo. Y creo que así es.

Jesús hoy nos llama a educar la mirada y a creer. Nos llama a tener FE. Otros días nos llamar a salir al encuentro del prójimo, otros días nos llama a cargar la cruz, otros días… HOY NOS LLAMA A CREER, A MIRAR CON FE lo que nos rodea, lo que nos sucede.

Y para terminar me quedo con algo que ha dicho el Papa Francisco hace poco: «hay que orar hasta el punto de llegar a importunar a Dios» o algo parecido… Porque Dios es dinámico, porque hace, porque cambia, porque escucha… porque el milagro puede producirse. Oremos y creamos. No seamos como Cafarnaúm, como Betsaida… no seamos de esos seguidores de Jesús de corazón duro y mirada llena de desconfianza.

Un abrazo fraterno

Nuestro amigo Abrán, el atribulado (Génesis 15, 1-12. 17-18)

El Evangelio de hoy tiene miga: los falsos profetas. Podría orar con ello si no fuera porque la primera lectura me ha llamado poderosísimamente la atención. No será por no haberla leído antes pero hoy… cobra un cariz especial.

Abrán tenía miedo y estaba preso de enormes preocupaciones sobre su descendencia, sus tierras, etc. Abrán vivía atribulado igual que estoy yo en algunos momentos. Igual que lo estás tú. Abrán es hoy alguien muy cercano a cualquiera de nosotros en su preocupación, en su tribulación.

corazon nuevoY Dios sale al paso. Y le promete a Abrán algo que, en ese momento, es inconcebible. Abrán responde desde la fe. No hay muchas más posibilidades. Abrán no encuentra respuesta a sus problemas, no los ve solucionados; simplemente cree que la Palabra del Señor sobre él se cumplirá. Y lo que hace es responder poniendo a los pies del Señor lo que tiene, abriendo su corazón a la omnipotencia del Padre Creador. ¡Cuántas veces nosotros NO CREEMOS sino que pedimos que las dificultades, los problemas, las preocupaciones… desaparezcan! ¿Soy consciente de la promesa del Señor para mi? ¿La he escuchado alguna vez? ¿Me creo esa Palabra? 

Abrán, humano él, pregunta también algo muy de humano: ¿Cómo me voy a dar cuenta de que tu promesa se hace realidad? El Señor no responde a esa pregunta y sólo le pide confianza, entrega, fe, respuesta. El Señor sabe que Abrán se dará cuenta cuando llegue el momento. El Señor sabe que la clave no está en el resultado sino en la transformación del corazón de Abrán. Cuando yo me convierta, aumente mi fe, ponga toda mi confianza en la promesa de mi Padre, lo ponga todo a sus pies… posiblemente la Palabra sobre mi se cumpla.

Y el final de la lectura es curiosísimo: la alianza se fragua en la tiniebla, en la oscuridad, en medio de un Abrán aterrorizado. Da que pensar y que orar, mucho.

Señor, cambia mi corazón, concédeme más fe, más confianza… que pueda decir: «CREO».

Un abrazo fraterno

¿Le damos crédito a Dios? (Lucas 1, 5-25)

ZACARiasZacarías no da crédito, no le entra en la cabeza. A él… ¡a un hombre de Dios! ¡A un hombre justo y observante de la Ley! El ángel reacciona con dureza. Ante la Buena Nueva que trae se encuentra tibieza y duda. ¿Me comporto yo a veces de la misma manera? ¿Es la Iglesia, a veces, «mujer de poca fe» ante la noticia que traen los mensajeros de Dios?

No siempre damos crédito a Dios. Decimos que creemos en Él y, mientras no suceda nada fuera de nuestro entendimiento, así es. Pero ¡ay como llegue algo que no entendemos, que se nos escapa, que rompe las reglas de la lógica humana! Se nos cae todo el castillo construido…

Gran lección la de Zacarías. Gran lección la del ángel.

Un abrazo fraterno

El amor primero (Apocalipsis 1, 1-4; 2, 1-5a)

El amor primero me suena a pasión,  cierto punto de locura, a poner todo la vida a girar a su alrededor, a darle el centro absoluto de mi existencia. El amor primero me suena a ver cada día nuevo, a querer un proyecto eterno con él. El amor primero me suena a alegría, a sonrisa de oreja a oreja.

El amor primero huele a campo abierta, es fresco, libre.

Es hora de revisarlo…

Un abrazo fraterno

Lo único que cuenta (Gálatas 5, 1-6)

La carta a los Gálatas es especial para mi y para toda la comunidad a la que pertenezco desde hace 10 años. La Palabra que trae hoy a mi oración es preciosa y de una hondura particular.

Libertad. La tan ansiada libertad por la que tanta gente lucha, a la que tantos aspiran, la que muchos pierden… «Cristo nos ha liberado» dice Pablo y me río al pensar la percepción de mucho perseguidor que, considerándose él mismo libre, se piensa que la Iglesia y la religión oprime. Si la Iglesia oprime, si la religión oprime, es que se ha alejado de Cristo. Jesús LIBERA SIEMPRE.

¿La clave? Yo la encuentra en la última frase del fragmento de hoy: «una fe activa en la práctica del amor». ¡Uf! ¡Qué precisión! FE, PRÁCTICA y AMOR. Las tres cosas son necesarias: creer en Cristo Salvador, Dios y hombre verdadero, y poner en práctica lo que esa creencia implica: que el amor es el único camino hacia la verdad, hacia la vida, hacia la auténtica libertad, hacia Dios. No hay más. NO HAY MÁS.

Un abrazo fraterno

En año de sequía no se inquieta (Jeremías 17,5-10)

Los años de sequía llegan. Hay que ser realistas. No se vive siempre en la eterna prosperidad, en el hermoso enamoramiento global, en la placidez de la claridez… Llegan las nubes y se tapa el sol. Eso pasa y si no ha pasado todavía, pasará. Igual que las vacas flacas económicas que estamos sufriendo ahora también hay épocas de estrechez personal y espiritual. Y cuando uno «planta su árbol» o «construye su casa» debe hacerlo pensando no sólo en los bonitos atardeceres del estío sino también en los violentos temporales invernales.

Yo no estoy viviendo ahora un año de sequía pero lo pasé hace un tiempo. Tal vez no fue una sequía demasiado exigente o tal vez es que mi árbol está plantado al lado del arroyo y gracias a eso sobreviví adecuadamente. El poder compartir la fe en mi matrimonio, tener una vida familiar y social bien tejida, una comunidad donde vivo la fraternidad y la fe… han sido claves para vivir esa sequía de manera más ligera… Por eso sigo apostando por ello y fortaleciéndome en vacas gordas. La sequía volverá y yo quiero estar preparado.

Un abrazo fraterno

No hizo allí muchos milagros (Mt 13,54-58)

Cuando una cuenta su experiencia de Dios uno realmente cuenta los milagros que Dios ha hecho con él. Al menos así lo siento yo cuando comparto esos momentos más fuertes de encuentro con el Padre. Y cuando los comparto tengo el miedo de que la persona que los esté escuchando se decepcione al comprobar que no hay nada espectacular en ellos y que no deja de ser una interpretación personal de los acontecimientos. Y seguro que así es.milagros

Jesús ha obrado milagros en mi vida. Pero soy yo el que los ve así. Otros dirían que son casualidades, circunstancias, el destino… Es mi fe la que me hace poner los hechos a la luz de Dios y entender en lo más profundo que ha sido su mano la que ha ido meciendo mi historia…

Sin fe, desde luego, no hay milagros que valgan.

Un abrazo fraterno