Amaréis al forastero, porque forasteros fuisteis en Egipto (Dt 10,12-22)
Desde luego la frase tiene miga, sobre todo en esta época en la que España está muy poblada de inmigrantes que han venido a nuestro lado para encontrar más oportunidades que en su lugar de origen.
Todos somos forasteros en algún sitio. Todos hemos emigrado. Todos hemos caminado y todos hemos abandonado algo para llegar a otro lugar. Todos nos hemos dejado para encontrarnos nuevos más adelante. Todos fuimos y somos esclavos en algún Egipto particular. Todos nos sentimos prisioneros de algo, despreciados por algo, apartados por alguien…
Por todo eso, hay que amar al que está en camino, al que llega a nosotros, al que se nos presenta necesitado, al esclavo que quiere escapar de su situación, al nuevo, al que no conoce lo nuestro, al que se acerca a la fe y a la Iglesia sólo con sus sandalias polvorientas. No miremos por encima del hombro ni neguemos nuestra condición.
Un abrazo fraterno