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Evangelio para jóvenes – #Cuaresma2024 – Lunes 3º Ciclo B

Como busca la cierva corrientes de agua,
así mi alma te busca a ti, Dios mío.
Sal 41

La sed, el hambre… nos llevan a buscar algo para sobrevivir. Son señales «de necesidad urgente» que el cuerpo nos da para avisarnos. A nivel espiritual también tienes sed y hambre. ¿Qué me dices de esa insatisfacción, de esa ansiedad, de esa ansia por sentirte querido, aceptada, de ese ansia de felicidad y amor de verdad que no acaba de llegar?

Ojalá busques, con urgencia, al Señor. Él es el único capaz de saciar tu corazón. Deja de calmar la sed y el hambre con bebidas y comidas artificiales, que engañan a tu corazón pero no te alimentan ni te sacian. Búscalo a Él.

El desierto, ese lugar donde la fe renace (Os 2, 16b.17b.21-22)

Si no has leído la historia del profeta Oseas, es el momento. Un matrimonio como signo del amor de Dios a su pueblo. El desierto como lugar donde el amor rebrota, donde la fe renace.

Personalmente, siento que he sido llevado al desierto. ¡Hay tantas cosas que no veo con claridad! ¡Me siento, ahora mismo, un evangelizador seco y cansado! Pocas luces, pocas certezas, pocos frutos, muchos susurros, poca compañía, bastante soledad en algunos planteamientos… una sensación no agradable, vamos. Siento hambre y sed del Dios vivo y resucitado que enarbole la esperanza y haga que, de nuevo, mi corazón enardezca y arrastre.

No es un lugar al que me haya retirado por propia voluntad. Al contrario, recibo hoy la Palabra de Dios que me recuerda que es Dios quién elige el desierto muchas veces como lugar para reconstruir un amor desgastado por el tiempo y los infortunios y sinsabores de la misión. Es aquí donde Dios vuelve a proclamar todas sus promesas y donde se da a conocer con mayor fuerza. Eso espero. Anhelo que llegue de nuevo la pasión.

Señor, aquí estoy, transitando entre arena y sol. Voy cabizbajo y vacilante, desanimado por momentos, incrédulo de vez en cuando; pero todavía confiado y esperanzado en que Tú sabes más que yo, en que Tú, mi Señor, me has traído hasta aquí para darme vida nueva. Así sea.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Hambre de esperanza (Jn 6,30-35)

Soy de la generación del profesor Keating. Estoy convencido que encontrarme con «El club de los poetas muertos» en mi temprana juventud fue determinante para despertar en mí la vocación de maestro. Comprobar la pasión de Keating al entrar en el aula, ver cómo se involucraba con sus alumnos al salir de ella, vibrar con la relación que fue capaz de construir con ellos y paladear su «Carpe Diem«, me hizo descubrir mi llamada a la educación y a los jóvenes.

Los alumnos de Keating tenían hambre. Él les ayudó a tenerla. Sintieron el agujero en sus existencias y salieron afuera a buscar lo mejor para llenarse. Porque la relación con un padre autoritario no es fácil, porque es complicado manejar las expectativas que hay sobre uno, porque los regalos de cumpleaños a veces son caros pero están vacíos de cariño, porque la disciplina ahoga cuando pierde su sentido… Heridas, incomprensiones, dolor, desengaños… Tenían hambre. Y Keating supo hablarles de lo mejor del ser humano. Y les habló de poesía, les habló de amor, de emoción, de amistad, de historias que eran las suyas, de horizontes nuevos, de escenarios insospechados, de una libertad desconocida para ellos hasta entonces. Tenían hambre de ser en plenitud.

Qué importante es tener hambre, no estar saciado. Yo hoy, Señor, detecto hambre de esperanza. Es alimento que me falta muchos días y que me lleva a estar bajo de anhelos, de optimismo, de seguridad, de paz interior. Miro hacia adelante y veo un futuro complejo, plagado de incógnitas, de nortes inalcanzables, de senderos tortuosos, de personas conformistas que no se atreven a poner a arder el corazón. Tengo hambre, Señor. Tú has dicho que eres el pan que quita el hambre para siempre… ¿Será que tengo necesidad de ti? ¿Me faltas a veces? ¿No te hago caso como debiera? A veces las Eucaristías se me hacen tediosas, me descubro pensando en mil cosas, me cuesta rezar lo que me gustaría… ¿qué te voy a contar que no sepas? Sacia mi hambre, Señor.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

El cansancio de los elegidos por Dios

Me está encantado la lectura veraniega que cada día nos presenta el AT. Una vez más compruebo que, lejos de ser palabras caducas y vacías, la historia de Moisés y el pueblo de Israel es la historia de cada uno de nosotros, de la humanidad.

Moisés también siente, padece, no entiende y se cansa de ser el elegido, el pastor, el liberador. Creo que todos hemos experimentado sentimientos parecidos en nuestra labor evangelizadora. Es algo que llega. Es el desierto particular de todo aquel que sale a la misión y trata de acompañar a alguien hacia «la tierra prometida».

El sentimiento de Moisés es propio pero se expande en dos direcciones. La decepción y la tristeza al comprobar cómo el pueblo liberado no entiende absolutamente nada, cómo se queja incluso de haber sido liberado, cómo actúa injustamente contra él y contra Dios. Es terrible comprobar pese a cómo Dios cambia la vida de las personas, las rescata, las salva y obra el milagro cada día… las personas nos olvidamos rápido y sólo buscamos nuestra propia satisfacción. Por otro lado, Moisés se dirige a Dios tremendamente airado y enfadado. Él, que ha dicho sí y ha decidido dar la vida por ponerse al servicio de Dios, por volver a Egipto, por abandonar su cómoda vida, por jugarse la vida, por acompañar y conducir a todas esas personas… se ve frustrado, solo, abandonado por Aquel que le ha enviado.

El Evangelio nos presenta la versión actualizada. Unos discípulos desbordados y agobiados antes una muchedumbre hambrienta con la que no saben qué hacer… y un Jesús que se hace presente pero que deja a sus amigos la labor de dar de comer.

Hoy, Señor, te ofrezco también mi cansancio en la misión, en tu tarea, mi incomprensión y mi falta de entendimiento tantas veces… Acógelo, acompáñame y dame tu bendición para que todos queden saciados.

Así sea.

Que en sus días florezca la justicia (Sal 71)

El Salmo nos trae un deseo y, tal vez, el Evangelio el camino para que se haga realidad. El Salmo es la expresión del cristiano que se arrodilla a pedir al Padre paz y justicia para el mundo. En un mundo, el de hoy, en el que sigue habiendo gente abandonada, niños malnutridos, muertes por hambre y guerras y en donde los gobiernos y los poderosos siguen gastándose miles de millones en armas o en especulaciones bancarias… este mensaje y este deseo sigue siendo tremendamente actual. La crisis económica creada por unos cuantos no ha vuelto más que a machacar a los más humildes de la sociedad.

Pero expresar este deseo ante Dios no me exime de responsabilidad. La justicia social y la paz no son aspectos que dependan de los gobiernos exclusivamente. Jesús me enseña el camino: «Dadles vosotros de comer». Si tengo, estoy llamado a dar. Mientras haya, estoy llamado a compartir. Este es el secreto del milagro. Y creo sin duda que tengo. Tengo dinero, tengo bienes, tengo energía, tengo palabras, tengo sonrisas, tengo tiempo… Mientras nos encerremos a orar pidiendo y pidiendo en lugar de salir a dar… poco en este mundo cambiará.

Ojalá en este 2010 seamos más, sean más, los que se deciden a dar de comer al mundo que tiene hambre.

Un abrazo fraterno