Entradas

Seguridades (Mt 8,18-22)

Seguridades las justas. La respuesta de Jesús ante los que quieren seguirle, manteniendo sus seguridades, es contundente.

Seguir a Jesús obliga a asumir riesgos. Esto va de amor y quien ama, arriesga.

Lejos de los romanticismos más dañinos, de los colores rosas, de los nenúfares, los violines y las mariposas en el estómago, amar implica salir, abrir las puertas de lo sagrado, exponer lo mejor de uno, apostar por un camino poco transitado.

¿Seguridades? Sólo Jesús.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

El Jesús más ético (Mt 7,6.12-14)

Hemos adoctrinado tanto, tantas veces, haciendo cargar a las personas con normad y principios tan alejados de la realidad, que nos hemos olvidado de lo más elemental de la Ley. Hoy, el Jesús más ético nos lo recuerda: trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti. No puede ser más sencillo.

Y es que el núcleo más central e importante del Reino de Dios, que trae Jesús de Nazaret, es algo profundamente natural. Por eso Jesús es un personaje tan aceptado incluso en personas alejadas de la Iglesia católica. Ética de la más básica.

Ahora bien, Jesús conoce el corazón del hombre y la sombra que el pecado siempre siembra en él. Y sabe que algo tan sencillo de entender y de incluso aceptar, no es nada fácil de vivir. Porque si viviéramos de verdad este principio ético tan básico… no pasaría un día sin luchar para que no hubiera hombre ni mujer en la faz de la tierra pasando hambre, o sin una vivienda digna, o sin una sanidad básica, o sin trabajo, o sin libertad, etc. Para todos lo mismo que quiero para mí…

Puerta estrecha. Camino difícil de hacer. Primero, en nuestro corazón. Luego, en nuestra sociedad. Puerta estrecha que estamos invitados a atravesar. Jesús así lo hizo. La respuesta no se hizo esperar…

Un abrazo fraterno – @scasanovam

La base de todo (Mc 12,1-12)

¿La base de todo? El significado de las parábolas de Jesús es perfectamente captado por sus destinatarios. Es cierto que la Palabra no pasa de moda pero sin captar los detalles, el marco histórico, el estilo y las circunstancias, como que nos perdemos cosas. Pero sí podemos intentar actualizar un poquito su mensaje para entender lo que nos quieren transmitir. En la parábola de hoy, Jesús se presenta como la base de todo, una base que, aún así, no es asumida por todos.

Pensemos que nuestra vida es como un gran castillo de naipes. Todos hemos hecho alguno siendo niños. Nos hemos entretenido muchas veces intentando levantar el castillo más alto posible y hemos comprobado lo complicado que es y lo fácil que es echarlo abajo. La vida es similar. Y Jesús se presenta a sí mismo como esa carta que Dios nos da para ponerla como clave del equilibrio de todo el castillo, la carta central de la base, la que sostiene todo lo demás. Sobre Jesús es seguro ir construyendo: pareja, amigos, trabajos, compromisos, opciones…

El problema es cuando rechazamos que la base sea Jesús. Decidimos construir la vida sobre otros pilares, sobre aquellos que nos aconsejan o nos recomiendan otros, otros que rechazan a Jesús. Y nos proponen el dinero, y el éxito, y el consumismo, y el placer, y el sexo, y la belleza, y la juventud, y una libertad sin límites… Y empezamos a poner unas cartas sobre las otras sin darnos cuenta que, a la mínima, eso se viene abajo.

A veces Jesús no es la opción más atractiva pero todo el que la ha probado y la ha puesto en la base de su vida, sabe que puede sentirse seguro. Lo aguanta todo.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Jesús te invita a dejar… (Mc 10,28-31)

Dejar es un verbo que está mal visto. Hoy lo queremos todo. Primero, por ambición. No queremos ni perder ni dejar nada de todo lo que nos ofrece la vida. Segundo, por cobardía. Dejar algo implica optar, elegir, priorizar… y eso nos pone en un aprieto.

Jesús nos pide dejar y no dejar cualquier cosa: casa, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos, tierras… Alguno dirá que tenemos que vender mejor este mensaje ya que suena tan tremendo que nadie va a querer apuntarse a este club. Jesús, de todas maneras, no pone tanto el foco en lo que se deja sino en el por quién y por qué se deja: por Él y por el Evangelio.

La pregunta hoy es: ¿Cuánto dejo yo por Jesús? ¿Qué dejo de lado para elegirlo a él? Y, por el contrario, ¿qué pongo por delante?

No sé si el mensaje es una explosión de burbujas y es potente para esta era del marketing. Suena a que seguir a Jesús exige renuncias y algunas de ellas muy importantes. Pero no hay que asustarse. Lo que hay detrás sí que es muy potente: es una invitación a jugarse la vida apasionadamente, sin miedo, con la garantía del amor, con la certeza de estar respaldado por Él, con la alegría de ser feliz haciéndolo. Es una apuesta fuerte, contundente, arriesgada. Es una aventura que va más de ganancias que de pérdidas. Pero sí, hay que dejar.

¿Estamos dispuestos?

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Los ricos que cumplen los mandamientos (Mt 10,17-27)

Conozco unas cuantas. Personas que cumplen los mandamientos. No matan, no roban, creen en Dios, van a misa, rezan, no engañan a sus cónyuges, ni mienten (al menos no mucho)… Algunos, colaboran económicamente con algún proyectillo, o en el cole de sus hijos o con alguna ONG. Muchos no se consideran ricos aunque viven bien. Y piensan que a nivel de fe hacen lo suficiente. Los pecadores son los otros.

Yo también me descubro a veces un poco de estos, aunque intento ir entendiendo poco a poco lo que me pide Jesús. Parece que a Jesús no le interesa tanto el cumplimiento de la Ley, aunque no le quita valor, como la adhesión a su persona y al Reino que se hace realidad en él. Jesús no viene a comprobar que hemos pasado el examen, sino que viene para que le sigamos. Por eso no se trata de cumplir o no sino de vivir de una determinada manera. Y no porque lo ponga la Ley sino porque es lo que Dios quiere para sus criaturas y porque sabe que en ese proyecto nos encontramos con una felicidad plena.

El problema no es ser rico sino no ser pobre entre los pobres. La pega es que cuanto más tengo, más difícil me es saberme necesitado de algo. Lo difícil es tener mucho y ser suficientemente libre para dejarlo todo. Jesús lo sabe. No es tonto. No es un asunto sobre el dinero que tengo en cuenta bancaria sino sobre mi libertad para adherirme a lo que Él me propone. Y no sólo es dinero. A veces son planes, reconocimientos, aspiraciones, personas incluso, afectos… cosas que no son malas pero que mal asumidas, pueden hacernos menos libres para Dios.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Demonios cotidianos (Mc 9,14-29)

No voy a entrar en un asunto complejo y difícil como es el de la presencia del demonio en nuestras vidas. Habría mucho que decir y no soy un experto del tema. Pero creo que si unimos el evangelio de hoy con el salmo 18, algo nos dice muy claro hoy el Señor. Y es que todos, tú y yo, sí somos capaces de experimentar la paz en el alma, o la agitación interior; la alegría en el corazón, o la tristeza; la claridad sobre lo que tenemos qué hacer, o la oscuridad… Todos podemos hablar de los pequeños y grandes demonios cotidianos.

Cuántas veces me he sentido agitado interiormente. Pensando mal de unos y otros, sin saber si estaba en mi sitio, siendo tentado a abandonar mi misión, o con miedo a seguir adelante… Agitación que luego se traducía en tensión, discusiones en casa, apatía, sequedad en la oración… También me he sentido triste muchas veces. He sentido que no me querían. Me he sentido solo. Me he sentido poco valorado. O he mirado al mundo con desesperanza, a punto de tirar la toalla. Pequeños demonios cotidianos que se nos meten dentro. O esa sensación de no ver nada claro cuál es el siguiente paso a dar. Falta de luz. Falta de calor.

Sólo Jesús es capaz de vencer al mal que nos incita, nos afecta, nos empuja o nos gobierna. A falta de Jesús, más espacio para los demonios del día a día. Cuánto más Jesús, menos margen de maniobra. ¡Y Jesús vence al mal! Devuelve la luz, y la alegría, y la paz. Claramente, esos son sus frutos. Cuando no experimentamos eso… necesitamos parar. Hacer silencio. Meditar. Encontrarnos con él. Orar. Y dejarnos sanar y rehacer.

A veces buscamos la mayor parte de las soluciones a nuestros males en técnicas, lugares, personas, grupos, religiones varias, tendencias, riquezas, vicios… ¡o pretendemos ser nosotros los que solucionemos todos, como si fuéramos auténticos superhéroes! Y así seguimos. Rotos y gobernados por aquel que no nos quiere bien. Pongámonos en manos del Cristo y volvamos a ser felices en Él.

Un abrazo fraterno

¿Cómo llevas lo de permanecer? (Jn 15,9-17)

¡Cuánto te cuesta permanecer! Verbo muy bien elegido por Jesús hacia sus apóstoles. Acababan de pasar por la cruz, ahora disfrutaban de la resurrección, pero en breve se despedirían de Él para siempre. Permanecer es un verbo de despedida. Como el amado que le dice a la amada, justo antes de partir, que le espere, que volverá. Como el que se queda en la sala de cine cuando la película termina, porque sabe que tal vez, en los créditos o en la última pieza musical, se esconda algo bueno que el director ha reservado a los que no salen con prisa y quieren saborear lo visto.

Te cuesta permanecer. Pero puedes. Tú estás acostumbrado, acostumbrada, a que las cosas que quieres y desean suceden pronto. La espera se ha vuelto casi un sustantivo vacío de significado en este tiempo de tarifas planas, de fibras ópticas, de un mundo a golpe de click. Además, eso de no experimentar el bienestar, el placer, la felicidad… y darse un tiempo de incógnita, de paréntesis… como que no va contigo.

Pero Jesús te llama a permanecer. El amor y la felicidad, ayer y hoy, no son ingredientes amigos de la fast food. Al contrario, el amor y la felicidad son más de puchero y fuego lento. No te agobies. Jesús está contigo, cuenta contigo. ¡Te ha elegido! Sí, aunque no sepas muy bien por qué… te ha elegido. Sólo te pide que no te vayas, que no cedas a la tentación de buscarte en otros lugares más llamativos, más atractivos… y más tramposos.

Si permaneces, tienes la eternidad asegurada. Y una vida, aquí, plena. No se puede pedir más.

Un abrazo fraterno

La ceguera del triste (Jn 16, 5-11)

A veces, cuando la tristeza nos embarga, no somos capaces de encontrar la bondad en lo que nos sucede. Las pérdidas, las derrotas, los fracasos, las separaciones, las frustraciones… todo tiene una clara connotación negativa. Pero ¿y si fueran necesarias para algo?

El Espíritu aparece tras la ausencia de Cristo. Allí donde alguno no vería ya ninguna esperanza, el mismo Jesús promete bendición y cuidado.

¡Qué importante ser consciente de cómo se nos nublan los ojos del alma cuando dejamos que la tristeza entre demasiado adentro! Claro que no es malo estar triste. Es una emoción necesaria. Pero otra cosa es dejar que se acomode, que se haga hueco. Eso no. No habría oculista que nos arreglara la mirada…

Un abrazo fraterno

¿Cansancio? ¿Miedo? ¿Desconsuelo? Jesús #mioracióndehoy

Es fácil descentrarse. ¡El día a día es tan complicado! ¡Hay tantas cosas que hacer! Para un papá trabajador como yo, viviendo en una ciudad como Madrid, al día le faltan horas si uno quiere hacer todo lo que quisiera. Los hijos, sus colegios, las tareas, los estudios a su lado, las idas y venidas, hacer la compra, la lavadora, tener la casa recogida, un ratito para descansar y encontrarme con mi mujer, el trabajo, los viajes… y luego todo el tiempo dedicado a los demás y a la evangelización… Parece imposible. Y lo es. Y el problema es que en toda esta vorágine a veces acabo desprendiéndome de aquello más importante.

Hoy me lo recuerda S. Pablo en su carta. Él habla de buscar a Jesús, de poner en el centro su Evangelio, de buscar en Él consuelo y fuerzas. ¡Qué necesitado de fuerzas estoy tantas veces y qué poco le busco! ¡Cuántas veces pienso que estoy siguiéndole y lo que estoy es inmerso en una vorágine personal de compromisos, acciones, respuestas…! ¡Cuántas veces afronto el futuro con desánimo, incertidumbre, miedo…! Signos, todos ellos, de haberle soltado la mano al Maestro…

Ayer celebré en fraternidad la festividad de S. José de Calasanz. Laicos y religiosos juntos, compartiendo carisma y misión, mirando al Fundador e intentando ser santos, como él lo fue. Su secreto fue, tal vez, no perder ese centro. Jesús, Jesús, Jesús. Y María para llegar a Él. Y oídos para escuchar al Espíritu y pies para seguirle allí dondequiera que nos lleve.Así sea yo, Padre.

Un abrazo fraterno

Jesús da la lista de convocados (Lucas 6, 12-19)

Si Jesús lo hubiera hecho en España, en lugar de en Palestina, lo primero que podemos decir es que hubiera sido criticado. Todos sabemos que en España, cada ciudadano confeccionaría una lista distinta de convocados antes de un «gran partido». Jesús elige a 12 y en su elección toma partido.

Jesús no elige un equipo de jugones. Así de claro. Su elección es consciente. Ni siquiera sabemos si es un equipo compensado. Realmente, desconocemos los criterios utilizados por el Maestro. Ni siquiera sabemos si había criterio alguno aunque cierto es que podía haber elegido a otros y no lo hizo. Eligió a 12 hombres concretos, con sus nombres, sus historias, sus profesiones, sus personalidades… El equipo de Jesús deja la puerta abierta a muchos. No es la técnica primorosa lo que prima en este equipo, ni su capacidad de vender camisetas…

delbosquePor otro lado, no es una decisión precipitada. Jesús se retira a orar antes de decidir. ¡Qué signo del Maestro! Yo ¿hago esto? Lo intento a veces… otras veces no. Jesús deja en manos de Dios esa elección. Por tanto, no es Él quien elige sino el Padre. Jesús se supedita a la voluntad del Padre y, en oración, la descubre y la ejecuta. Esto puede significar la victoria final…

Y por último, Jesús no va a permitir relajación en el equipo. Nada más comenzar la concentración, los pone a entrenar: encuentro con un buen número de discípulos, enfermos, pobres, poseídos… Nada saldrá que no se haga en los entrenamientos. Intensidad. Entrega. Comunidad. Esos doce no han sido seleccionados para lucirse. Hay sido seleccionados para el partido más importante de la historia y tienen que saber jugarlo, conocer a su rival y, sobre todo, seguir a pies juntillas lo que el «míster» ordena.

Mientras los diarios de hoy hablan de Ancelotti, de Martino, de Simeone, de Mourinho, de Guardiola… yo hablo de Jesús y alimento el deseo de ser convocado en la selección del Maestro. Tengo ganas de sudar la camiseta por Él.

Un abrazo fraterno