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Cansados y agobiados (Mateo 11,28-30)

niñosufriendoHoy el Papa (@Pontifex) ha lanzado en Twitter su primer tuit. Ha sido un mensaje lleno de afecto, cercanía y alegría con el que, además, nos ha bendecido a todos.

Me parece que tiene relación con el Evangelio de hoy. El mundo está lleno de «cansados» y «agobiados». Cada vez más. Cada vez más pobreza, más crisis, más necesidades básicas sin cubrir, más sufrimiento… También en la red, lugar donde millones de personas se hacen presentes, se plasma este sufrir del mundo. Y el Papa quiere estar ahí para, de alguna manera, pronunciar también esas palabras de Jesús y ser una luz de esperanza para todos los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

Este sufrimiento, sin sentido en tantos casos, sólo puede ser sobrellevado desde Jesús. Él es nuestro reposo en los peores momentos. No porque nos resuelva los problemas o nos elimine el sufrimiento sino porque nos ama, sufre con nosotros y, además, nos ha enseñado que, después, siempre nos espera al final del camino.

Un abrazo fraterno

El Señor es mi luz (Salmo 26)

NativityEl Adviento puede durar meses, años… ¡la vida entera! Porque yo creo que al final, la experiencia de Adviento debe servir para asumir que se me da un Salvador, que un Salvador nos ha nacido. La experiencia de Adviento, al final, es la experiencia de la Luz.

Miro el nacimiento que pusimos ayer en casa y descubro oscuridad en muchos rincones. Descubro pobreza, frío, desamparo. Igual que en el mundo de hoy, repleto de malas noticias, donde cada vez hay más pobres, donde los pobres lo son cada vez más. Un mundo en el que tantos tienen la experiencia desoladora de vivir solos, abandonados… Un mundo donde la desesperanza campa a sus anchas. Un mundo oscuro, sin salida para muchos. Un mundo donde personas concretas sufren, y mucho.

Es en esta situación donde el anuncio del ángel y de la estrella debe despertar nuestros sentidos, nuestra voluntad, nuestra esperanza. Sólo hay un foco de luz en todo el nacimiento, en todo el mundo. Sólo hay un foco y es Jesús. Cuando vivimos desde aquí, nada es ya igual.

Un abrazo fraterno

Aquel día… ¡que vuelva! (Isaías 11,1-10)

De las cosas más maravillosas que nos trae el adviento es la Palabra que nos llega, que nos inunda. Saborear al profeta Isaías empieza a hacerse tan imprescindible en mi vida… Esa Palabra, llena de esperanza, es tan necesaria en los tiempos que corren. De verdad… ¿Puede celebrarse la Navidad sin haber degustado, saboreado, tocado, sentido, olido, empapado… todo ésto? Yo creo que lo celebramos a medias.

Hoy es de esos días en que leo la Palabra en alto, la proclamo para mi mismo y para el mundo, aunque nadie haya escuchando en mi casa. Y me recreo en cada frase, en cada sílaba… y siento como mi alma se engrandece, mis ojos se abren, el pelo se me eriza.

Nos nace un Salvador. Lo necesitamos. ¡Lo quiero! ¡Quiero que venga! ¡Que siga viniendo! El mundo vive en tinieblas, cansado, triste, bajo el manto de la oscuridad. ¡Jesús! ¡Ven!

Ese día, el día en que Jesús reine de verdad en el corazón de las personas, todo habrá cambiado.

Un abrazo fraterno
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En la barca (Mateo 4, 18-22)

Jesús sale al paso en nuestra cotidianeidad. A Pedro, a Andrés, a Santiago y a Juan los encuentra junto al lago, en las barcas, en sus labores…

Metro¡Cuántas veces pensamos que nuestro encuentro con Jesús requiere de «condiciones especiales»! ¡Cuántas veces creemos que deben alinearse Júpiter y Saturno para que nos sintamos cerca de Dios, al lado de Jesús! Esperamos ese retiro espiritual lejos de nuestra casa, esa Eucaristía bien preparada, con velas e inspiradores iconos, esa oración con cantos de Taizé… No puede ser.

¿Dónde me saldrá al encuentro Jesús? Posiblemente en mi oficina, los días que voy, en mi casa, con mis hijos y con mi mujer; en el colegio de las Escolapias de Carabanchel, donde paso mucho tiempo; en algún colegio de Escolapios o también en la red, en twitter o facebook, donde también suelo estar tejiendo redes.

Que no me equivoque. Jesús no me espera en lugares especiales y misteriosos, únicos y exclusivos. Jesús viene a buscarme allí donde sabe que estoy.

Un abrazo fraterno

No me reconoces (Lucas 19, 41-44)

Jesús llora. Le embarga la tristeza. La tristeza de no saberse reconocido y amado por aquella a quien Él ha escogido. No saberse reconocido… Yo, que he vivido casos de Alzheimer cercanos, he comprobado la desazón y la tristeza de que tu madre, tu madre, tu hermano… no sepa quién eres.

Estoy seguro de que Cristo sigue vivo, presente en medio de nosotros. ¿Lo reconozco? ¿Lo reconozco sufriente en alguna mirada, en una mano temblorosa? ¿Lo reconozco en los niños? ¿Lo reconozco en aquellos que se cruzan en mi camino, en los que rezan a mi lado? ¿Lo reconozco en el hermano? ¿Lo reconozco en el sacerdote de la parroquia, en cualquier sacerdote?

Jesús llora. Llora porque no se esconde, no se disfraza… y aún así, no le vemos.

Un abrazo fraterno 

 

Jesús y los indignados (Lucas 13, 10-17)

Ya había indignados en los tiempos de Jesús. Lo digo porque parece que el término es de reciente creación y nada más lejos de la realidad.

En el Evangelio de hoy nos encontramos  con una raza de indignado que se ha sabido multiplicar a lo largo de los siglos y que ha llegado en buen número hasta nuestros días: el indignado destructivo, el indignado que siempre tiene algo que decir, malo normalmente, el indignado que siempre lleva la contraria, el indignado que, a la postre, no sabe muy bien cuál es la causa de su permanente indignación.

Jesús pasa por encima. Literalmente. Reacciona con dureza. Tonterías las justas. Jesús sabe que un puñado de éstos hunden cualquier proyecto. Son un veneno. Un cáncer. Venden sus destrucción como una crítica positiva, como la libertad de disentir, como el contrapunto necesario… pero, la verdad es que son sembradores de mal, de discordia, de oscuridad.

Hagamos como Jesús.

Un abrazo fraterno

Enviados (Lucas 10, 1-9)

Dos objetivos principales: curar enfermos y anunciar la Buena Noticia.

Desprovisto de toda seguridad mundana. Con la mirada fija en Él. Con el corazón lleno de amor y de paz. Consciente de que hay «lobos» que intentarán comerme y hacerme desaparecer. Seguro de que no se me recibirá en todas partes. Con la certeza de que no voy solo y de que el Señor proveerá lo necesario para que yo pueda ser testigo fiel de Aquél que me envía.

Da un poco de miedo, de vértigo. No soy tan fuerte, ni tan valiente. Tengo miedo de los míos, pienso en los que me quieren. ¿Qué pasará conmigo si el Evangelio me trae problemas? ¿Qué pasará con ellos? Me entran las dudas, la tentación… ¿Y si doy la vida por nada?

El mandato es claro. Y Jesús es lo primero. Partiré. Parto cada día.

Un abrazo fraterno

La mejor parte (Lucas 10, 38-42)

Sin duda, siempre habrá cosas más importantes que hacer. Pero no más importantes.

Sin duda, siempre habrá tareas pendientes. Pero ninguna tan beneficiosa.

Sin duda, a veces pensaremos que «haciendo» somos más útiles. Pero muchas veces es «contemplando» al mismo Dios como simplemente «somos».

Sin duda… Pero sólo Él es la mejor parte: el Camino, la Verdad y la Vida.

Un abrazo fraterno

Cuando llega… todo se para…

Vídeo encontrado en el blog «A vosotros mismos»

Este vídeo me ha hecho llorar. Yo es que soy muy tonto y la música consigue de mi lo que muy pocos. Y la música clásixa y la ópera mucho más. Y me ha hecho pensar también. Me ha hecho pensar que tiene mucho que ver con la llegada de Jesús en Navidad.

Todos andamos en nuestros quehaceres cotidianos pero simpre se alza una voz, una música, un algo… que nos moviliza. Lo dejamos todo. Nos olvidamos de aquello que tanto nos preocupaba. Porque tenemos sed de alegría, de libertad. Tenemos ganas de quitarnos el corsé y disfrutar de la vida y de las personas. Y sonreimos. Y nos miramos y, por un momento mágico, nos sentimos hermanos de todos, parte de un todo maravilloso que vale la pena. ¡Y brindamos! ¡Y celebramos! ¡Y queremos vivir y hacer realidad todos nuestros sueños! Ese Cristo que nace consigue ser ópera en nuestros corazones. No desperdiciemos la ocasión porque, en el fono… nos gusta la ópera.

Muchos besos

Vio también una viuda pobre (Lc 21, 1-4)

He leído muchas veces este pasaje del Evangelio y siempre acaba reflexionando y orando acerca de si yo doy lo que sobra, lo que tengo, qué uso hago de mi tiempo y si me parezco más a esos ricachones o a la pobre viuda. Hoy he ido por otro lado y me ha gustado, tal vez porque cada vez me gusta fijarme más en las actitudes de Jesús y buscarme menos parecidos con el resto.

Jesús tiene un detalle muy hermoso que revela parte de su forma de estar en el mundo: se percata de la presencia de la viuda, percibe el valor de su acción y lo refuerza engrandeciéndolo. Toque de atención, me dije. Y lo llevé al terreno espiritual y no al material. Considero que he tenido mucha suerte en mi vida espiritual. He crecido en una familia que me transmitió unos valores y me infundión una fe cristiana. Pude estudiar en un colegio religioso, ir a retiros… Me considero una persona madura, formada, que ha podido crecer, con recursos pastorales y embarcada en cien mil proyectos de construcción del Reino. Y está muy bien. Pero Jesús hoy quier resaltar el valor de lo pequeño, del pequeño, de quien no ha tenido tanta suerte, de aquellos a los que, a veces, los miro pensando qué poco saben de la Iglesia y qué poco comprometidos están. Son aquellos sin tanta formación, sin retiros, sin conocimiento teológico de la palabra… pero que lo poco que hacen lo hacen por amor al hermano.

Es momento de estar más pendiente de esas pequeñas acciones grandes en amor y de quienes las llevan a cabo. Tal vez así me parezca más a Jesús y sea mucho menos soberbio de lo que soy.

Un abrazo fraterno