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Bandera discutida (Lc 2, 22-40)

Sigue habiendo juegos de mesa y de entretenimiento en exteriores que consisten en apoderarse de la bandera rival. Es el mayor símbolo de victoria. Es el símbolo de haber llegado hasta el final, de haber derrotado al enemigo en lo más profundo. Quienes escalan grandes cimas o recorren peligrosas y arriesgadas sendas, al llegar, suelen también clavar la bandera en el suelo. Los estadios están llenos de banderas en las gradas y muchos aficionados se arropan con ellas. Coches oficiales, ropas, pegatinas… La guerra de banderas en el País Vasco, la quema de banderas en Cataluña… en fin… que vivimos en un mundo en el que las palabras de Simeón siguen siendo tremendamente actuales. Sin meterme en filosofías y opiniones, lo que está claro es que una bandera es un símbolo de algo más, es un aglutinador de identidades, sentimientos, cultura, estilo, maneras, pensamientos… No sé…bandera

Cristo también era bandera. Era algo muy grande. Y no iba a pasar desapercibida. E iba a ser signo de comunión para muchos y signo de lo odiado para otros. Signo de contradicción. Lo sigue siendo. Y me invita a serlo. Me invita a no ser mediocre y jugar a ser amiguito de todos, querido por todos, estando a bien con todos. Cristo tenía enemigos. Ese rollo de «yo no tengo enemigos» tal vez es para blanditos como yo.

Todavía hay mucho que caminar. Todavía hay mucho que convertir.

Un abrazo fraterno