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Evangelio para jóvenes – Domingo 5º de Cuaresma Ciclo A

Este fin de semana fui consciente de una batalla que se está librando en mi interior: la fortaleza contra la vulnerabilidad; el Santi capaz de todo contra el Santi necesitado de todo. Es una batalla que remueve todo, que desestabiliza mi alma muchas veces y que tiene ya cierta antigüedad. Seguro que tú también la has luchado alguna vez. Pero, ¿es posible vivir sin vulnerabilidad? ¿Es posible vivir con plenitud sin sentir permanentemente el aliento de la fragilidad en la oreja? ¿Qué hace Dios con todo esto? Escuchemos el Evangelio de hoy [Jn 11,3-7.17.20-27.33b-45]

En aquel tiempo, las hermanas de Lázaro mandaron recado a Jesús, diciendo: «Señor, tu amigo está enfermo.»
Jesús, al oírlo, dijo: «Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.»
Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba.
Sólo entonces dice a sus discípulos: «Vamos otra vez a Judea.»
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa.
Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.»
Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará.»
Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día.»
Jesús le dice: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?»
Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.»
Jesús sollozó y, muy conmovido, preguntó: «¿Dónde lo habéis enterrado?»
Le contestaron: «Señor, ven a verlo.»
Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: «¡Cómo lo quería!»
Pero algunos dijeron: «Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?»
Jesús, sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Era una cavidad cubierta con una losa.
Dice Jesús: «Quitad la losa.»
Marta, la hermana del muerto, le dice: «Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días.»
Jesús le dice: «¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?»
Entonces quitaron la losa.
Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: «Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado.»
Y dicho esto, gritó con voz potente: «Lázaro, ven afuera.»
El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario.
Jesús les dijo: «Desatadlo y dejadlo andar.»
Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.

La muerte es el final del camino. Cuando llega, la vida se acaba. ¿Has perdido a alguien cercano? ¿Sientes su ausencia? ¿Te has sentido tú muerto en vida alguna vez? ¿Has sentido que tenías pocas ganas de vivir? ¿Te has sentido tan perdido, tan frustrada, tan desorientado, tan falta de luz… que te has sentido como en una tumba? ¿Has vivido alguna ruptura, algún momento en el que todo parece acabar, romperse, frustrarse…? ¿Tiene Dios algo que decir en todo esto? Te dejo tres pistas:

  • «¿Por qué Dios no aparece cuando lo necesitas?» – ¡Venga! ¡¿Es una broma?! ¡¿Lázaro se pone gravemente enfermo, sus hermanas acuden a Jesús y éste… decide acudir tarde?! ¡Hizo lo mismo que tú sientes que hace contigo muchas veces! Le llamas, le buscas, le pides… y no acude… todavía. ¿Por qué Jesucristo permitió que su amigo muriera? ¿Por qué Dios permite que la muerte, la depresión, la violencia, la enfermedad, el dolor… lleguen a tu vida? ¿Y por qué calla tantas veces cuando tú más inquietud sientes?
  • «¿Crees esto?» – Leo el texto una y otra vez y no soy capaz de saber si Jesús se emociona y llora por la pérdida de su amigo Lázaro o por la fe de su hermana Marta. Algo grande va a suceder. Dios está a punto de manifestarse en toda su Misericordia. La misión de Jesús va a dar el paso definitivo antes de la cruz. Porque Dios sólo sabe hablar el lenguaje de la Vida, del Amor, de la Luz. Ten fe, pues, cuando sientas que todo se ha acabado, que ya no hay salida, que la enfermedad ha vencido, que la muerte es el final, que no puedes caer más bajo… Ten fe. Acude a Él. Espera su llegada. Y ¡cree! ¡Cree! Él obrará el milagro y te devolverá la vida, la paz, la luz.
  • «La losa, las vendas, el sudario… la comunidad que salva» – ¿Cuáles son las losas que te pesan, que impiden que entre la luz en tu vida, que te encierran en una espiral de dolor, de perdición, de tristeza, de oscuridad? ¿Cuáles son las vendas que otros te han puesto y que te impiden ser tú, que te impiden caminar por ti mismo? ¿Cuáles son los sudarios que cubren tu cabeza y que te impiden ver bien, tomar buenas decisiones, sentir la caricia de lo bueno de la vida y de las personas? Jesús resucita a Lázaro pero «su» milagro no rehabilita plenamente a su amigo. Jesús cuenta y necesita a una comunidad que ama a Lázaro y que le ama a Él, y que está dispuesta a colaborar «para que el muerto vuelva a vivir». ¿Qué hay de ti? ¿Tienes una comunidad,, un grupo, personas cerca que puedan ser manos de Dios y ayudar, llegado el momento, para que salgas de tu tumba?

El próximo domingo será ya Domingo de Ramos. La resurrección de Lázaro es considerada por muchos teólogos y biblistas como el detonante definitivo del proceso de persecución y muerte de Jesús. El impacto y el estupor causado a muchos judíos poderosos e influyentes, derivó en la certeza de que había que acabar con Él. Jerusalén estaba cerca. Todo se precipitó. Y ahí vamos nosotros, de lleno a una Semana en la que contemplar a Jesús es también contemplar nuestra propia vida. Que el Señor nos acompañe.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova