Entradas

Evangelio para jóvenes – #Cuaresma2024 – Viernes después de Ceniza

Este es el ayuno que yo quiero:
soltar las cadenas injustas,
desatar las correas del yugo,
liberar a los oprimidos,
quebrar todos los yugos,
partir tu pan con el hambriento,
hospedar a los pobres sin techo,
cubrir a quien ves desnudo
y no desentenderte de los tuyos.
Entonces surgirá tu luz como la aurora,
enseguida se curarán tus heridas,
ante ti marchará la justicia,
detrás de ti la gloria del Señor.
Entonces clamarás al Señor y te responderá;
pedirás ayuda y te dirá: “Aquí estoy”».
Is 58, 1-9a

En este fragmento de Isaías se ponen de manifiesto los tres pilares de la Cuaresma: ayuno, limosna y oración. Vamos a decirlo de otra manera: tú, tu prójimo y Dios. Este «triángulo mágico» es el secreto de la vida, es el camino al cielo, es la llave de la felicidad, del Reino. No es posible prescindir de ningún vértice.

«No te desentiendas de los tuyos» te dice hoy el Señor, y «surgirá tu luz como la aurora, se curarán tus heridas» y, entonces el Señor te dirá «aquí estoy». ¿No te das cuenta? Quita tiempo a lo que te oprime y te quita libertad, a lo que te esclaviza y no te satisface, a lo que te genera dependencia. Quita tiempo a las redes, al móvil, a las relaciones tóxicas, a la necesidad de fiesta para olvidar tu sufrimiento. Ponte a servir: ¿tiempo de volver a la iglesia? ¿Es momento para un voluntariado? ¿Un rato más de oración? ¿Más lectura, ejercicio físico, sueño de calidad? ¿Más tiempo con los amigos de verdad, con la familia? Dale una vuelta.

Evangelio para jóvenes – Domingo 13º del Tiempo Ordinario Ciclo C

Están siendo días de mucho trabajo. Estoy cansado y todavía falta mucho por hacer hasta las auténticas vacaciones. Son días, además, de gran tentación. ¿Por qué? Porque me surge el juicio fácil ante una situación de escasez de catequistas-monitores en el campamento de chicos de 1º de Bachillerato que me toca coordinar en unos días. He llamado a mucha gente y en todos los casos he recibido un NO por respuesta. Cada uno tiene sus razones y algunas son muy sensatas pero… yo me siento solo e , incluso, un poco tonto al responder de una manera diferente a la del resto. Y juzgo su compromiso, su entrega, su lealtad… su manera de desentenderse a la hora de atender una necesidad. Y en ese juicio desaparece todo rastro de Dios en mí. Este es el evangelio de hoy [Lc 9,51-62]:

Cuando se completaron los días en que iba a ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros delante de él.
Puestos en camino, entraron en una aldea de samaritanos para hacer los preparativos. Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén.
Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le dijeron:
«Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?».
Él se volvió y los regañó. Y se encaminaron hacia otra aldea. Mientras iban de camino, le dijo uno:
«Te seguiré adondequiera que vayas».
Jesús le respondió:
«Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».
A otro le dijo:
«Sígueme».
El respondió:
«Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre».
Le contestó:
«Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios».
Otro le dijo:
«Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa».
Jesús le contestó:
«Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios».

Seguir a Jesús exige gran disponibilidad y un nivel de libertad muy alto. Todo aquello que te tenga enganchado, por muy bueno que sea, te dificulta ante la tarea de seguir al Maestro. Yo lo veo en mí mismo y también en los hermanos que me rodean. Porque es muy difícil renunciar a aquello que gusta, que hace sentir bien, que uno necesita. Llegan las excusas razonables, las justificaciones, las explicaciones bien argumentadas… Llega todo eso y la realidad es que es a Jesús a quién le toca esperar sentado. Te dejo tres pistas para hoy:

  • «Dios, lo primero» – Es difícil afirmar esto cuando eres joven. ¿Es Dios lo primero en mi vida? Sin duda que si pensamos en abstracto, conceptualmente, seguramente digamos que no. Pero puedo traducirlo: ¿Cómo vivo mis amistades? ¿Cómo vivo mis relaciones de pareja? ¿Cómo me acerco al dolor y las necesidades de aquellos que se me cruzan en el camino? ¿Soy de los que miran a otro lado o de los que se ofrecen a echar una mano, aún sin saber bien qué pueden aportar? ¿Soy de los que sólo piensan en ellos o de aquellos que intentan salir de sí mismos y atender y cuidar a conocidos y desconocidos que comparten mi vida? ¿Es Dios-prójimo lo primero?
  • «Seguimientos vacíos» – Ese «te seguiré adondequiera que vayas» del evangelio suena fenomenal. Jesús sabe que detrás de las palabras, importan los hechos. Es bonito decir que somos cristianos. Es bonito decir que seguimos a Jesús. Es bonito decir que tenemos valores, que cuidamos a nuestros amigos, que queremos un mundo mejor y más justo… Pero ¿se corresponde mi vida con mis palabras? Desde que comienzo el día hasta que se acaba, ¿soy honesto con lo que predico? Los caminos de Jesús le llevaron a Jerusalén, a la persecución, al compromiso, a la cruz… ¿Ahí también Señor tenemos que seguirte? ¿Estás en disposición de afirmar eso? Tal vez sea mejor expresar dudas, hablar de tu pequeñez, de tus inseguridades y en tu oración decirle claramente al Señor que… ¡buf! ¡A veces se te hace difícil! Tal vez eso sea más honesto…
  • «¿Y los enganches afectivos?» – ¿Cómo es eso de que Jesús no permite enterrar a un padre o despedirse de una familia? ¡Debe de ser una manera de hablar, una metáfora! ¿Y si no es así? ¿Y si Jesús dice exactamente lo que quiere decir? ¿Y si realmente Jesús nos pide estar por delante de amores humanos buenos y razonables? ¿Debo querer más a Dios que a mis padres? ¿Debo querer más a Dios que a mis hijos? ¿Debo querer más a Dios que a mis amigos, que a mi pareja, que a mis proyectos, que a mi bienestar? ¿Tú qué crees?

La Palabra de hoy es provocadora, nos remueve, nos inquieta y nos incomoda. ¡Maravilloso! En el momento en que eso no suceda, estaremos sencillamente no escuchando nada, estaremos sordos, insensibles y fríos a la acción de Dios en nuestra vida. Déjate hoy inquietar. Rézalo. Dale una vuelta. Y poco a poco, sigue caminando.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

¿Cumplimiento o enamoramiento? (Mt 19,16-22)

Si sólo fuera cumplir una serie de normas, sería más fácil ser cristiano, aunque tal vez menos apasionante. No es buena hora para los cumplidores. No lo ha sido desde la llegada de Jesús de Nazaret.

Jesús me invita a seguirle, a vincular mi vida a la suya, a «casarme» con Él. La fe que me propone es más de enamorado que de CEO manager. Seguirle se parece más a un matrimonio que a un club privado. Porque lo que Jesús me propone es utilizar mi libertad para elegirle, sin medias tintas. Porque no hay medias tintas en el amor.

Mi vida de creyente todavía huele a cumplimiento en muchos aspectos. La doctrina, las leyes y guías de Nuestra Madre Iglesia, a veces siguen siendo vividas como un «checklist» que hay que cumplir para ganarse el cielo y, lo que es más importante, no caer en el olvido de un infierno venido a menos pero que todavía pesa mucho. ¿Cuál es el problema? Que si la salvación fuera cumplir un checklist no hubiéramos necesitado a Cristo para nada. Cada uno sabría lo que tiene que hacer y sabría que, si cumple, se salva. Nos salvaríamos por nuestros méritos y no por el amor de Dios. Pero esto no va a así.

Méritos tengo pocos, cada vez tengo menos. Por eso, en el fondo, la exigencia al joven rico, que le hace marcharse triste y apenado, es, en el fondo, una liberación para mí. ¿Por qué? Porque no se trata de cumplir. Si fuera por eso, estaría suspenso. No cumplo muchas cosas. Fallo en muchas otras, me quedo a medias, soy mediocre. Pero no va de eso. Va de hacer vida con Cristo, de enamorarse de Él, de dejar «a mi padre y a mi madre» para unirme a Él, de tenerle en el centro, de construir mi vida con Él, de mirar como Él lo hace, de educar el corazón para que se parezca al suyo. En esto soy también mediocre a ratos pero el aroma es otro. Espero que el Señor, en su misericordia, me vea con buenos ojos. Intento cada día quererlo mejor y dejarme querer más por Él.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Dios libera, no esclaviza (Mt 12,1-8)

Llevamos el cumplimiento de la Ley en nuestras venas. Al menos yo la lleva. La enseñanza religiosa hace unos años, tanto en casa como en el colegio o en la iglesia, se centraba en aprender los diez mandamientos, los mandamientos de nuestra madre Iglesia, las obras de misericordia… Ciertamente hoy nos hemos ido al otro extremo, porque casi nadie sabe nada. Pero el caso es que me cuesta ir más allá de la ley.

Creo en un Dios que, por activa y por pasiva, nos ha dicho que no quiere sacrificios, que quiere misericordia. Un Dios que ha venido a liberarnos y no a esclavizarnos. ¿Por qué la imagen de Dios y de su Iglesia sigue siendo, sobre todo entre los jóvenes, tan coercitiva? Parece que creer es, sencillamente, una lista de cosas que no puedes hacer, Algo hemos hecho mal.

La ley es una guía, un camino privilegiado que el mismo Dios nos ha enseñado. Y a la vez, la misericordia está por encima. Porque una ley sin misericordia es un auténtico fastidio. Así que cuidado con emitir juicios legalistas, cuidado con remitir a la ley sin piedad, cuidado con pensar que uno cumple mientras su corazón está lleno de rencor, odio, vicio…

Dios nos quiere libres, no esclavos.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

¿Puedo atarle las manos a Dios? (Mc 6, 1-6)

Claro que puedo atarle las manos a Dios. Lee el Evangelio de hoy. Allí, en Nazaret, nada pudo hacer. NADA ES NADA. ¿Por qué? Porque Jesús no va por el mundo hacia truquitos, espectáculos a lo Mago Pop. Jesús necesita de nosotros, de nuestra fe, de que queramos seguirle y estar con Él.

Nada puede hacer Dios en tu vida si tú no abres tus propias puertas y ventanas… Dios nunca se saltará tu libertad. Tremendo.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

El amor no se encadena (Mc 12,28b-34)

Dice S. Pablo que «la Palabra de Dios no está encadenada». Dicho de otro modo, al estilo de Jesús, el amor nunca está preso, el amor nunca es derribado, ni encadenado, ni vencido. No hay poder en el mundo, ni fuerza terrestre, ni economía, ni éxito, ni poder, ni pecado, ni guerra, ni volcán ni tornado… capaz de meter entre rejas o de destruir al amor que todo lo salva.

Muchas veces nos preguntamos qué debemos hacer en tal o cual situación. Otras veces miramos las noticias y nos llenamos de tristeza al comprobar que al mundo todavía le queda camino para que el Reino  sea instaurado en su totalidad. A veces nos enredamos con la doctrina para intentar que las personas cumplan lo que decimos que Dios quiere. En otras ocasiones, hablamos y hablamos y hablamos de Dios pero poco hablan de Él nuestros actos, nuestro día a día. Jesús ya nos ha dicho que todo es más sencillo. Se reduce a amar.

Se puede amar a lo grande pero normalmente el amor se juego en lo pequeño. Estamos llamados a amar más y mejor a nuestras familias; más y mejor en nuestros trabajos; más y mejor en nuestras congregaciones, parroquias y desde nuestros ministerios particulares. Estamos llamados a curar el mal que nos rodea con un amor sanador que lo impregna todo. A veces buscamos grandes armas, grandes victorias, grandes rebeliones… No hay rebelión mayor que dejarse guiar sólo por el amor.

El amor que perdona al que nos ofende y persigue. El amor que da la vida por el otro. El amor que me lleva a ser responsable con mis tareas y obligaciones. El amor que me impulsa a ser el servidor en casa y a no exigir más de la cuenta. El amor que toma las decisiones más importantes de mi vida. El amor que mantiene viva la esperanza y nos lleva a asumir compromisos, tareas y misiones arriesgadas.

Pueden meternos presos, arrinconarnos, intentar silenciar nuestras voces, mandarnos a lugares lejanos, despreciarnos y mofarse de nosotros. En algunos casos, puede hasta costarnos la vida. Pero el amor no se encadena. Su victoria es segura.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Los ricos que cumplen los mandamientos (Mt 10,17-27)

Conozco unas cuantas. Personas que cumplen los mandamientos. No matan, no roban, creen en Dios, van a misa, rezan, no engañan a sus cónyuges, ni mienten (al menos no mucho)… Algunos, colaboran económicamente con algún proyectillo, o en el cole de sus hijos o con alguna ONG. Muchos no se consideran ricos aunque viven bien. Y piensan que a nivel de fe hacen lo suficiente. Los pecadores son los otros.

Yo también me descubro a veces un poco de estos, aunque intento ir entendiendo poco a poco lo que me pide Jesús. Parece que a Jesús no le interesa tanto el cumplimiento de la Ley, aunque no le quita valor, como la adhesión a su persona y al Reino que se hace realidad en él. Jesús no viene a comprobar que hemos pasado el examen, sino que viene para que le sigamos. Por eso no se trata de cumplir o no sino de vivir de una determinada manera. Y no porque lo ponga la Ley sino porque es lo que Dios quiere para sus criaturas y porque sabe que en ese proyecto nos encontramos con una felicidad plena.

El problema no es ser rico sino no ser pobre entre los pobres. La pega es que cuanto más tengo, más difícil me es saberme necesitado de algo. Lo difícil es tener mucho y ser suficientemente libre para dejarlo todo. Jesús lo sabe. No es tonto. No es un asunto sobre el dinero que tengo en cuenta bancaria sino sobre mi libertad para adherirme a lo que Él me propone. Y no sólo es dinero. A veces son planes, reconocimientos, aspiraciones, personas incluso, afectos… cosas que no son malas pero que mal asumidas, pueden hacernos menos libres para Dios.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Amar para perder el control (Jn 21,15-19)

Tres veces negó Pedro al Señor y tres afirmaciones le pide hoy Jesús para restituirse. Tres «¿me amas» que permitirán a Pedro hacer proceso. Amar al Señor no es una explosión de júbilo, pasión e imprevisión. Amar al Señor se saborea. Uno lo descubre y, poco a poco, va adentrándose en lo que se ese amor supone, significa y compromete.

La profecía sobre Pedro es sobre cada uno de nosotros. Todo aquel que ame al Señor estará dispuesto a ser llevado. No es que uno se vea anulado, ni subyugado ni hipnotizado. La voluntad no desaparece con la fe pero sí se somete al amor que de ella brota. Por eso era importante para Pedro estar seguro de su amor antes de que Jesús le hiciera ver lo que vendría.

En la historia personal con Jesús, cada uno de nosotros comienza con la sensación de ser el protagonista, el que elige, el que decide, el que se compromete aquí y allí. Si el amor, como en toda relación, va cogiendo profundidad y hondura, uno se va percatando de que el protagonista es Cristo, que es Él el que elige, que es Él que decide, que es Él el que te compromete y te coge ya la vida entera.

Este misterio es algo incomprensible para aquellos que quieren guardar una ficticia autonomía y libertad sobre su existencia. Apuestan por querer controlarlo todo, presos de su inseguridad; por un bienestar sin ataduras, presos de su complacencia; por un vivir de puntillas y superficial, presos de su temor a jugarse la vida. Yo, con mis limitaciones, prefiero optar por ir soltando lastre e ir permitiendo al Espíritu soplar en mis velas para conducirme hacia puertos inesperados.

Un abrazo fraterno

La lucha de los que optamos por nuestra libertad

El pasaje de hoy del libro del Éxodo es tremendamente sugerente. Cuenta no sólo la historia del pueblo de Israel, escapando de Egipto, sino la de cualquiera de nosotros que, intentando escapar de sus esclavitudes, se da cuenta que el camino está lleno de dificultades y espinas, algunas de ellas graves y serias. La apuesta por la libertad no es, parece, un camino de rosas.

Muchas veces tiendo a pensar que apostar por el Señor es tomar la decisión de querer ser libre, y feliz y salir en busca de ello. Pienso que eso debería bastarle al Señor… Optar. Pero leyendo la Palabra de hoy pienso que seguramente lo difícil viene después y que la prueba no se produce tanto al optar como después, donde se nos pide confiar.

La apuesta de la libertad y de la búsqueda de la tierra prometida es una apuesta que, tras la alegría del comienzo, está llena de sinsabores, tentaciones, desencantos… que hay que esperar y que habrá que dejar en manos de Dios. Yo he apostado recientemente por algo parecido a la salida de Egipto: acabo de dejar mi trabajo y, con mi familia, vamos a comenzar una nueva etapa en una ciudad distinta, con trabajos distintos, personas diferentes… Estoy feliz, igual que lo estaba el herido pueblo de Israel cuando, cantando, abandonaban la tierra del Faraón. Pero soy consciente que llegará el desierto y que habrá que cruzar mares que se nos presentarán infranqueables… Y ahí es donde la confianza en el Señor se pondrá a prueba. Que el Señor nos conceda desde ya ese don…

Así sea.

Encuentros casuales con Jesús (Lucas 7, 11-17)

ScreenShot576Ayer tuve un intercambio de reflexiones por twitter con @fsargomedo. Todo venía  a raíz de un tuit que él publicó y al que yo respondí. El Evangelio de hoy me lo ha recordado. ¿Necesitamos algún previo para que Cristo nos cambie la vida? Puede que sí, puede que no.

Hoy el Evangelio nos narra un encuentro. Jesús se encuentra con alguien muerto, completamente muerto, totalmente muerto. Nada se puede hacer ya. El muerto no toma decisiones, ni toma la iniciativa, ni piensa, ni propone, ni elige… El muerto no es libre fundamentalmente porque ya no es… Lo ha perdido todo, todo. ¡Esto es lo que hace maravilloso este encuentro!

Jesús es capaz de aprovechar algo circunstancial. Jesús no depende ni siquiera de mi voluntad de buscarlo, de seguirlo, de quererlo… Cristo es capaz de devolver a la vida aquello que está muerto sin necesidad de que nadie se lo pida, sin necesidad que el afectado sea de una manera o de otra… A veces pensamos en un Cristo, en un Dios, al que maniatamos en su poder, en su acción, en su amor infinito. Lo pensamos desde nuestras medidas, desde nuestros parámetros, desde nuestra lógica y desde nuestro concepto de justicia y amor… y lo hacemos preso de nuestras limitaciones.

Jesús pasa. Puede pasar por delante mío de nuevo, por delante tuya. Y puede cambiarte la vida. Ojalá. Ojalá todo aquello que está muerto, vuelva a la vida.

Un abrazo fraterno