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La trampa de la oveja perdida (Mt 18,1-5.10.12-14)

Hace unos años, en una oración con niños de Primaria, leímos el pasaje de la oveja perdida que comienza con la pregunta de Jesús de «suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida?«. Recuerdo que al lanzar la pregunta, uno de los niños respondió categóricamente: NO.

Un niño capta perfectamente el absoluto sinsentido que plantea Jesús. Todo el mundo sabe que un pastor que tiene 100 ovejas, no dejaría solas a las otras 99 por ir a por la oveja que se le ha perdido. Está fuera de toda lógica. Y esto es lo que hace que la propuesta de Jesús sea rematadamente maravillosa. Es el sinsentido de Dios, que se escapa a las lógicas humanas, a la evaluación de consecuencias, a los equilibrios de intereses, a la justicia equitativa, a la simetría del amor… Es la trampa de la oveja perdida.

El amor de Dios se escapa de nuestras manos. Es tan inmenso y tan maravilloso que no somos capaces de entenderlo. Sólo podemos acoger. Sólo podemos llenarnos de esperanza al saber que, en nuestra vida, Dios no nos deja nunca y que, si nos perdemos, recorrerá nuestro camino hecho para encontrarnos y devolvernos a casa.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Dios, pódiums y los JJOO (Mateo 20, 1-16a)

Los primeros, los segundos, los terceros… el pódium, las menciones honoríficas, los que se quedan sin nada y el último. Estamos tan acostumbrados a la competición deportiva, a los JJOO, a los mundiales… tan acostumbrados a que todo lo que no sea medalla, sea fracaso… que lo de Dios nos parece de locos. ¡De locos! ¿Pero qué se cree Dios? ¿Se le ha ido la cabeza? 

Nuestra vida de cristianos es una carrera, una prueba. Uno tiene que entrenarse, ejercitarse, mantenerse en forma constantemente, regular su alimentación, sus horarios, sus costumbres… No competimos contra otros sino más bien contra nosotros mismos y contra el mal que puede anidar en nuestros corazones. Combatimos contra la soberbia, contra la pereza, contra la desconfianza y la tristeza del alma, contra la tentación de alejarnos de Dios poco a poco, contra el dejarnos llevar, el todo vale, el ya da igual, el no es para tanto, el no es tan importante… Somos los deportistas de Cristo y sabemos lo que son las pruebas de fondo. No estamos llamados tanto a batir el récord de los 100 metros como a aguantar un maratón, unos 5000, unos 3000 con obstáculos…

PODIUM

Lo curioso es que Dios no entiende de pódiums ni de menciones honoríficas. Se la trae al pairo quién llega de primero y quién llega de último, quién ha empezado antes su carrera deportiva y quién la ha empezado después. El premio final es el mismo para todos. Parafraseando a mi hijo mayor: «Eso es injusto papá»… Esa es la reacción de los que llevan más tiempo. Yo me considero de estos. Esa reacción es fácil y hasta lógica, tentadoramente llena de argumentos; argumentos que Dios resquebraja al instante. He de decir que siendo padre de tres hijos estoy más cerca de entender al Padre que antes. La lógica del amor y la paternidad no se fundamenta en argumentos de justicia lógica, seca, adusta, cortante. La justicia del Padre se fundamenta en el amor y en la gracia. Nada hay por encima de eso.

¿Os imagináis unos JJOO con esta lógica? Serían curiosos pero también ciertamente bonitos… y ¿por qué no? justos con el esfuerzo, el ejemplo y la valentía de todos los que participan. Yo, que en el fondo nunca he sido primero en nada, me alegro de esta vara de medir del Padre…

Un abrazo fraterno

Por tu palabra, echaré las redes (Lc 5, 1-11)

Termina el Evangelio de hoy diciendo que aquellos pescadores lo dejaron todo y se dispusieron a seguir a Jesús. Es algo que impacta y llama la atención, sin duda. A uno le gustaría tener esa decisión. Pero hoy me gustaría hacer que mi oración girase con algo que sucede antes de ese «dejar».

Cuando Jesús le pide a Pedro que lleve la barca mar adentro y eche las redes de nuevo le está pidiendo algo que carece de sentido humano. Pedro es pescador experimentado, Jesús no. Pedro acababa de llegar de faenar toda la noche. Lo De Jesús parece un farol propio de quién pretende saber sobre lo que no tiene ni idea. Pero Pedro… lo hace. Es tal vez esta actitud la clave del seguimiento. Puede que luego sea más fácil seguirle cuando ya has tenido muestras de su «poder» pero al comienzo, cuando la propuesta no está llena de mucha lógica… hay que ser tremendamente humilde y tremendamente «loco» para llevar a cabo lo que Jesús propone.

Nosotros nos cargamos de razonamientos y seguridades y pretendemos darle a todo ese cariz de lógica humana que, muchas veces, echa por tierra aquello que Jesús nos propone para darnos el empujón definitivo. Debo ser humilde y reconocer que, con Él, se puede obrar el milagro.

Un abrazo fraterno